En gran medida
impulsado por el hecho de que la ganadora fue mi amiga Joanna D’Alessio, leí la
antología de cuentos de la XI edición del Premio Mujica Láinez de la
Municipalidad de San Isidro y la pasé muy bien. Más aún, llegué a una
conclusión que por remanida y repetida no deje de ser válida: id est, que no
hay fórmulas para casi nada.
No hay fórmulas
para hacer cuentos buenos. De los diez cuentos de la antología me gustaron
todos a pesar de la gran diversidad de estilos y temáticas. En estos cuentos
tenemos, por ejemplo, el interior de la mente preocupada de una mujer sensible
e inteligente al estilo Alice Munro (D’Alessio); un episodio violento entre
cultura y naturaleza al estilo Horacio Quiroga (Rodríguez Mora); la porosa
frontera entre salud y locura en una mujer en duelo (Salvador); un cuento
críptico de sueños y epifanías oscuras con airea Kafkiano (Baigorri Theyler);
una mirada sin prejuicios a la ambivalencia sexual de un chico que muestra todo
lo que no cierra, no encaja, con un estilo Lorrie Moore (Lamisovsky); o un
cuento construido con un mago en el que, como en la magia, la distracción es
todo (Ibrogno).
No hay fórmulas
tampoco para lo que nos puede gustar. Porque después de leer el notable cuento de Joanna, que te mete en el corazón de un mundo femenino hecho de
detalles y de los mecanismos misteriosos de la hermosa mente de una mujer,
pasás a un cuento de animalidad y masculinidad, que junta lo natural con la
fantástico, sin que baje el nivel de disfrute. Obviamente, algunos me gustaron
más que otros. Pero así como a veces nos gusta una colección de cuentos en la
que se mantiene un tono, o un tema, o un personaje, en este lo que más nos hace
disfrutar es la diversidad, el cambio de uno a otro, no saber qué esperar de la
próxima voz. En definitiva, una muy linda experiencia de lectura que sirve
además para escuchar las voces de hoy.
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