¿Vos me querés a mí?
es una novela extraña con un gran título. Extraña porque está construida con
dos tipos de textos: diálogos entre la protagonista, Inesia, con alguien más
(el chico que le gusta, sus amigas, su madre, su abuela); y textos del fluir de
conciencia de esa chica, Inesia, un conjunto de ambivalencias y de lucha
interna. Hasta podría ser una obra de teatro con escenas seguidas de los
diálogos con los monólogos de Inesia, salvo que no habría en el mundo una
actriz que pudiera soportar todo eso, porque Inesia siempre está ahí.
Inesia está siempre ahí como está siempre ahí su
cabecita inquisidora, insoportable, que no le da paz a ella misma - “no soporto
ni un minuto más ser yo misma acá conmigo ahora en este momento” (p. 86) -
mientras se hace las preguntas de una chica de 26. Son básicamente las mismas
preguntas que se hacen las chicas de las otras novelas de Romina Paula que leí,
Agosto y Acá todavía, son preguntas:
* sobre la carrera (“ese pensamiento boicoteador de
que ya tenés veintiséis y que no hiciste nada…” - p. 90);
* sobre la pareja (“No se lo puede tener todo. La
represión casi supresión de lo instintivo en prácticamente todos los aspectos,
todas las esferas y después la explosión de salvajismo tras la puerta, ahí
nomás, un agolpamiento de gemidos, interjecciones, de sudor y espasmos. ¿Cómo
se puede ser tan animal entonces si antes no y después tampoco y luego menos?”
- p. 18);
* sobre su sexualidad (“Me gustan, entonces, ellas?
¿Me gusta ella, la otra ella?” - p. 28; “pensaba que tenía ganas
de ser pibe, para ser gay, una locura, porque en definitiva era para poder
estar con hombres, pero bueno, putos…” - p. 55).
Es una chica, como las otras chicas de Paula, que
está intentando y no sabe cómo construirse, y que mientras tanto no puede parar
de pensar y preguntarse (“Y todo todo todo todo no es más que nacer
reproducirse y morir donde la parafernalia cultural no es más que un ruido, un
gran gran ruido heterogéneo hecho por todos a la vez, para no escuchar/
enfrentarse a ese abrumador y abrumador silencio. Y en el medio, el cruel
invento del amor.” - p. 61). ¿Se resuelve? Más o menos. La madre le dice “Tenés
que dejar de pensar, Ine…” (p. 42) y ella parece intentar, a pesar del vértigo
(otra palabra, otro concepto, muy de Romina Paula: el vértigo a desplegarse en
la vida). Es verdad que esta repetición temática puede cansar si uno ya leyó
otras cosas de la autora, pero igual es una novela que se lee muy bien, que
tiene, una vez más, un gran manejo de la oralidad, todos los diálogos son
creíbles, y bellos momentos poéticos.
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