lunes, 25 de junio de 2018

Una cabecita que no para


¿Vos me querés a mí? es una novela extraña con un gran título. Extraña porque está construida con dos tipos de textos: diálogos entre la protagonista, Inesia, con alguien más (el chico que le gusta, sus amigas, su madre, su abuela); y textos del fluir de conciencia de esa chica, Inesia, un conjunto de ambivalencias y de lucha interna. Hasta podría ser una obra de teatro con escenas seguidas de los diálogos con los monólogos de Inesia, salvo que no habría en el mundo una actriz que pudiera soportar todo eso, porque Inesia siempre está ahí.
Inesia está siempre ahí como está siempre ahí su cabecita inquisidora, insoportable, que no le da paz a ella misma - “no soporto ni un minuto más ser yo misma acá conmigo ahora en este momento” (p. 86) - mientras se hace las preguntas de una chica de 26. Son básicamente las mismas preguntas que se hacen las chicas de las otras novelas de Romina Paula que leí, Agosto y Acá todavía, son preguntas:
* sobre la carrera (“ese pensamiento boicoteador de que ya tenés veintiséis y que no hiciste nada…” - p. 90);
* sobre la pareja (“No se lo puede tener todo. La represión casi supresión de lo instintivo en prácticamente todos los aspectos, todas las esferas y después la explosión de salvajismo tras la puerta, ahí nomás, un agolpamiento de gemidos, interjecciones, de sudor y espasmos. ¿Cómo se puede ser tan animal entonces si antes no y después tampoco y luego menos?” - p. 18);
* sobre su sexualidad (“Me gustan, entonces, ellas? ¿Me gusta ella, la otra ella?” - p. 28; “pensaba que tenía ganas de ser pibe, para ser gay, una locura, porque en definitiva era para poder estar con hombres, pero bueno, putos…” - p. 55).
Es una chica, como las otras chicas de Paula, que está intentando y no sabe cómo construirse, y que mientras tanto no puede parar de pensar y preguntarse (“Y todo todo todo todo no es más que nacer reproducirse y morir donde la parafernalia cultural no es más que un ruido, un gran gran ruido heterogéneo hecho por todos a la vez, para no escuchar/ enfrentarse a ese abrumador y abrumador silencio. Y en el medio, el cruel invento del amor.” - p. 61). ¿Se resuelve? Más o menos. La madre le dice “Tenés que dejar de pensar, Ine…” (p. 42) y ella parece intentar, a pesar del vértigo (otra palabra, otro concepto, muy de Romina Paula: el vértigo a desplegarse en la vida). Es verdad que esta repetición temática puede cansar si uno ya leyó otras cosas de la autora, pero igual es una novela que se lee muy bien, que tiene, una vez más, un gran manejo de la oralidad, todos los diálogos son creíbles, y bellos momentos poéticos.


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