lunes, 17 de diciembre de 2018

Un hombre de campo



Leí El Gauchito Hit, excelente colección de poemas de mi amigo Federico Stange, con ilustraciones de mi amigo Esteban Serrano y publicado por mis amigas de PAM! Y me gustó mucho más allá de todas esas cadenas de amistades y más de lo que mi corazón quería que me gustara antes de abrir la primera página.
El Gauchito Hit es un libro de poemas de un hombre de campo, y para hablar del libro es casi imposible no empezar por la temática. Me imagino que debe haber poesía ligada con lo rural de José Hernández para acá, pero mi impresión general es que lo rural está subrepresentado en la literatura argentina de los últimos treinta años si lo comparamos con la importancia económica del campo. Entonces, que exista esto, alguien que te cuente del campo del siglo XXI, ya me parece un logro.
Como bien intuyó el amigo Iván Ordóñez, el campo moderno necesitaba quién le escribiera. Por eso él escribió y publicó Campo. El sueño de una Argentina verde y competitiva. Pero el libro de Stange, en vez de explicártelo como un ensayo de no ficción, te lo cuenta desde la literatura. En el centro hay un hombre que lucha con la tierra, con la tecnología, con el clima, con el fisco; un hombre que tiene que organizar la producción, seguir la contabilidad, cuidar el aspecto financiero, seguir los mercados internacionales, lidiar con empleados complicados (como en el poema “Empleada veleta”, buen ejemplo de lo más cómico dentro de la colección).
No creo que pueda ahondar mucho sobre el estilo; no sé mucho de ni leo mucha poesía. Pero acá, de nuevo, hay que hablar sobre el tema; y destacar que me parece que hay algo muy novedoso, divertido, fresco, en escribir sobre negocios, sobre guita, en formato poesía. Estos son poemas en gran medida sobre una actividad económica, y eso me parece notable: la literatura, concentrada tanto en las ideas o los sentimientos, a veces se olvida de lo que hacen las personas para comer. Así, alguien tenía que escribirle, como hace Stange, una oda a la soja de segunda. Hay, por otro lado, un juego divertido con las rimas. En “Mate”, por ejemplo, se lee:

“Le doy mecha a la CPU
y tiembla como un sonajero
como un rastrojero helado
meta cebador al Windows
y al microchip desorientado.”

En una estrofa en la que - como en todo ese poema - se antepone la nueva tecnología a la vieja, poniéndose en cuestión la idea del campo como lo viejo, Stange usa una rima interna (creo) sonajero / rastrojero intercalada con la de helado / desorientado. 

Finalmente, y sobre todo, y más allá de las rimas y del estilo, y la temática del agro, son poemas, como decía, de un hombre de campo. Lo central es que de todo esto sale un hombre, que todo esto sale de un hombre: un hombre orgulloso de su capacidad como empresario (como se ve en “Capital humano”); un hombre que se junta a comer un asado con amigos (“La juntada”); un hombre que se casa y tiene hijos. En esa línea, la decisión de comenzar el libro con un poema en el que el narrador se encuentra casi de manera sorpresiva en los zapatos de padre (“Zapateo paterno”) y concluirlo imaginando a su enamorada entrando de blanco en la capilla en la que se casarán (“en primera regulando, sin frenos” - “Uruguayita”) me parece muy acertada. Con ese comienzo y ese final se redondea lo que me pareció un excelente libro, con ese plus que te da la poesía de poder leerlo y releerlo tantas veces como tengas ganas.

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