Leí Sapiens: A
Brief History of Humankind, de Yuval Noah Harari, un muy interesante ensayo
sobre la historia de la humanidad. Lo mejor del libro es su capacidad de
delinear muy esquemáticamente la historia de 70.000 años de humanidad en unas
400 páginas, lo que logra organizando el relato a partir de tres revoluciones
(y media): “Tres revoluciones importantes dieron forma a la historia: la
Revolución Cognitiva dio el puntapié inicial de la historia hace unos 70.000
años. La Revolución Agrícola la aceleró hace unos 12.000 años. La Revolución
Científica, que empezó hace apenas 500 años, podría muy bien terminar con la
historia y dar comienzo a algo totalmente distinto.” (p. 3) La media es “La
unificación de la humanidad”, ocurrida entre la revolución agrícola y más o
menos el siglo XIX.
En “la revolución
cognitiva”, Harari cuenta como, hace más o menos 70.000 años, nació el homo sapiens (que no fue, por mucho tiempo, la única especia humana). No tanto por una mutación física, sino cognitiva: pudimos comenzar a
comunicarnos de manera compleja, hablando no sólo de cosas que existen (“¡ojo
con el león!”) sino también de abstracciones (“hay que hacer esto para
complacer a los dioses”); esto permitió a los humanos actuar cooperativamente
en grupos grandes. Un “cerebro grande, el uso de herramientas, capacidades de
aprendizaje superiores y las estructuras
sociales eran enormes ventajas” (p. 11) pero los humanos tuvieron esto durante
dos millones de años sin dejar de ser marginales. La capacidad de hablar de
cosas inexistentes, surgida entre 70.000 y 30.000 años atrás, cambió todo. “El
tipo de cosas que las personas crean a través de esta red de historias se
conocen en círculos académicos como ‘ficciones’, ‘constructos sociales’ o
‘realidades imaginadas’.” (p. 31) Estado, sociedad, religión, dinero, empresa,
son cosas inexistentes que permiten coordinar las acciones de los homo sapiens
de una manera inaccesible para cualquier otro animal. Este lenguaje creó la
cultura y dio pie a salir del ámbito de lo biológico para dar puntapié inicial
a la historia: “desde la Revolución Cognitiva el homo sapiensa ha sido capaz de
cambiar su conducta rápidamente de acuerdo a necesidades cambiantes. Esto abrió
el carril rápido de la evolución cultural, dejando a un costado los
embotellamientos de la evolución genética.” (p. 33)
La segunda parte
del libro da cuenta de la revolución agrícola, ocurrida hace más o menos 12.000
años. Los humanos lograron controlar un grupo limitado de vegetales y animales
de forma tal que pudieron asentarse y conseguir alimentación para muchas más
personas. Hoy, “con todas nuestras tecnologías avanzadas, más de 90% de las
calorías que alimentan a la humanidad provienen de un puñado de plantas que
nuestros ancestros domesticaron entre los años 9500 y 3500 AC – trigo, arroz,
maíz, papas, mijo y cebada.” (p. 78) Para Harari, la revolución agrícola fue
terrible para los humanos individuales pero le permitió a la especie
multiplicarse exponencialmente. “Esta es la esencia de la Revolución Agrícola:
la capacidad de mantener vivas a más personas en peores condiciones”. (p. 83)
La tercera parte
del libro da cuenta de la unificación de la humanidad. “Entender la historia
humana en los milenios que siguen a la Revolución Agrícola se reduce a una
única pregunta: ¿cómo se organizaron a sí mismos los humanos en redes de
cooperación en masa, sin tener los instintos biológicos necesarios para
mantener esas redes? La respuesta corta es que los humanos crearon órdenes
imaginados y concibieron guiones. Estos dos inventos llenaron los huecos que
nuestra herencia biológica dejó abiertos.” (p. 133) Los tres órdenes básicos,
en este sentido, son el dinero, el imperio y la religión. Tardó mucho tiempo,
pero a partir de esos conceptos se unificó la humanidad. “Hoy casi todos los
humanos comparten el mismo sistema geopolítico (...); el mismo sistema
económico (...); el mismo sistema legal (...); y el mismo sistema científico.”
(p. 168) La unificación vino por la fuerza de la moneda, los imperios y las
religiones.
Esta unificación
permite y es terminada por la revolución científica, en un círculo (virtuoso o
vicioso) entre ciencia, imperio y capitalismo. “Podría argumentarse que el loop
de retroalimentación entre la ciencia, el imperio y el capital ha sido el
principal motor de la historia durante los últimos 500 años.” (p. 274) De
nuevo, las fuerzas que mueven esto son ideas: la idea fundamental de la
revolución científica es la admisión de ignorancia, que nos lleva a saber más;
la del capitalismo el crecimiento, hasta entonces inexistente; en el centro
está la idea novedosa del progreso. “Hasta la Revolución Científica la mayoría
de las culturas humanas no creían en el progreso.” (p. 264) La revolución
científica y la revolución industrial que devino de ella produjeron una gran
cantidad de transformaciones radicales en la vida humana, desde el concepto de
tiempo, la urbanización, la democratización y, las más importantes según
Harari, “el colapso de la familia y de la comunidad local y su reemplazo por el
estado y por el mercado”. (p. 355)
El progreso y el cambio son de tal envergadura que el homo
sapiens quedó al borde no solo de destruir el planeta que le da sustento, sino
de destruirse a sí mismo. La humanidad está trascendiendo los límites
biológicos. “Está comenzando ahora a quebrar las leyes de la selección natural,
reemplazándolas por las del diseño inteligente.” (p. 397) La biotecnología, la
ingeniería ciborg (los ciborgs son entes que combinan partes orgánicas y no
orgánicas) y hasta la ingeniería de vida inorgánica pueden terminar generando
el fin del homo sapiens. “Salvo que alguna catástrofe nuclear o ecológica nos
destruya primero, el ritmo del cambio tecnológico pronto llevará al reemplazo
del homo sapiens por seres completamente diferentes que posean no solo físicos
diferentes, sino también mundos cognitivos y emocionales muy diferentes.” (p.
412)
Obviamente, lo
negativo de contar la historia desde un un lente temporal tan abierto es
perderse prácticamente todo detalle, toda individualidad, toda subjetividad.
Pero sigue siendo interesante tener la historia a trazos gruesos y entender un
poco lo pequeños que resultan nuestros problemas cotidianos en ese contexto.
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