Leí El oro de los tigres, uno de los libros
de Borges que menos había fatigado. Algunos textos me resonaron, pero no sé si
es porque los había leído antes o porque ya todo Borges se parece a sí mismo,
los temas vuelven, las frases se modifican levemente.
Los temas son los
de siempre, sumándose los de la vejez: sigue la contraposición de letras y
armas, aparece la ceguera, siguen los espejos y los tigres, la muerte ocupa
otro lugar, siguen los cuchilleros, pero ahora recordando lo que fueron, sigue
la literatura en primer lugar, pero ahora los libros se recuerdan y ya no se
ven. Algunos mínimos apuntes de cosas que me gustaron más.
“Espadas” (p.
493), una vez más letras y armas, concluye con “Déjame, espada, usar contigo el
arte; / yo, que no he merecido manejarte.”
“El ciego”: “De
los libros le queda lo que deja / la memoria, esa forma del olvido / que
retiene el formato, no el sentido, / y que los meros títulos refleja.” (p. 506)
Me encantó “El
gaucho”, un poema que es una elegía del gaucho, ese “Hijo de algún confín de la
llanura”, que lidió con el ganado, se batió “con el indio y con el godo”, “dio
su vida a la patria, que ignoraba”, profesaba “la antigua fe del hierro y del
coraje”, “Por esa fe murieron y mataron”, pero que “Nunca dijo: Soy gaucho”. (p.
519/520)
En “La tentación”
vuelve una vez más a Facundo Quiroga, que va temerario a su muerte ordenada por
“la recóndita araña de Palermo” que es Rosas, un “buen cobarde”.
“1929” es un
hermoso relato en forma de poema de un hombre que recuerda, muchos años
después, ya viejo e inútil, el día en que mató a otro hombre; “Tantos años y al
fin ha rescatado / la dicha de ser hombre y ser valiente / o, por lo menos, la
de haberlo sido / alguna vez, en un ayer del tiempo.” (p. 534/535)
En “Los cuatro
ciclos” Borges dice que solo hay cuatro historias: “Una, la más antigua, es la
de una fuerte ciudad que cercan y defienden hombres valientes. (...) Otra, que
se vincula a la primera, es la de un regreso. (...) La tercera historia es la
de una busca. (...) La última historia es la del sacrificio de un dios.” (p.
538/539)
“Un mañana” parece
una antología de temas borgeanos: la ceguera, un espejo, la vejez, “los libros,
que son simulacros de la memoria”, el destierro como “la forma fundamental del
destino argentino”, la contraposición de hombres de letras y armas. (p. 549)
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