lunes, 29 de junio de 2020

Educar para la paz


Leí Dios en el siglo XXI, de mi amigo Iván Petrella, que cumple con todos sus propósitos: argumenta convincentemente sobre la necesidad de saber más sobre religión; te cuenta un poco sobre las religiones más importantes del mundo; y te despierta el interés por leer más sobre muchas de ellas - cumpliendo con una idea que le escuché decir en alguna conferencia de que la educación no es llenar un vaso sino prender un fuego.

El argumento principal, contenido principalmente en la introducción y conclusión del libro, es que hay que saber más sobre religión, que no debería ser un tema sobre el que uno pueda decir tan alegremente que no sabe nada. Hay que estudiar religión “con la misma mirada crítica con la que se estudia y se analiza cualquier otro material que sea una disciplina académica” (p. 19) porque las religiones afectan la manera de pensar y de actuar de millones de personas, con muchas de las que nos topamos todos los días, y porque son clave para entender muchos conflictos políticos pasados, actuales y futuros: “No es que Dios - o los dioses - esté de regreso. Nunca se fue. Solo que ahora, en el mundo globalizado y de las grandes ciudades, los dioses están más juntos que nunca, como amontonados en un conventillo. Y por eso debemos hacer un esfuerzo por entender a sus seguidores. Quienes no saben nada acerca de las religiones se asustan, levantan barreras y aumentan prejuicios. Aprender de las religiones no solo nos aleja de una ignorancia inexcusable, sino que además nos acerca al ser humano; nos pone en contacto con versiones alternativas de nuestra humanidad.” (p. 32) Por eso, dice Petrella, “hace falta una reforma educativa que repiense la idea de la educación laica para que todos tengamos un conocimiento básico de las religiones del mundo”. (p. 279)

Eso es particularmente importante para entender muchos conflictos geopolíticos, presentes y pasados: “no es un choque de civilizaciones, sino de teologías. (...) Muchos conflictos que golpean al mundo en la actualidad están impulsados por la competencia entre diferentes marcos teológicos dentro de las religiones que se da a nivel regional (en Medio Oriente, por ejemplo)”. (p. 182) “Debería ser obvio que en un mundo donde muchos conflictos tienen raíz religiosa - [Madeleine] Albright comenta risueñamente que, si el problema entre Israel y Palestina fuera inmobiliario, ya se habría solucionado - hace falta que las clases dirigentes sepan de religión.” (p. 279)

Los capítulos centrales son algo así como un esbozo de un manual sobre las principales religiones del mundo. Primero aparecen en orden cronológico las tres religiones de raíz abrahámica (judaísmo, cristianismo e islam) y luego las dos grandes religiones orientales (hinduismo y budismo). Aunque necesariamente simplificados y resumidos, estos capítulos alcanzan para dar una idea general del origen de estas religiones, sus principales creencias y cómo iluminan algunos conflictos actuales (Medio Oriente, política interna en EE.UU.) o pasados (guerras religiosas en Europa) y algunos aspectos de la humanidad. Particularmente importante para el argumento general del libro, en estos capítulos se muestran algunas tensiones internas, típicamente, entre “el fundamentalismo y el liberalismo” dentro de cada religión.

Al ver a las religiones como algo que siempre está cambiando, como una actividad humana en movimiento, una pregunta vuelve a surgir en distintos lugares del libro: “¿Cuánto puede cambiar una religión sin perder su esencia? Las religiones no son estáticas: siempre están mutando.” (p. 223) Esa dinámica, de hecho, puede reducir en parte la posibilidad de operar sobre el choque de teologías. Petrella sostiene que una educación religiosa laica nos permitiría reducir el fanatismo, y que “Estar formados en temas religiosos nos permitiría, por decirlo de algún modo, dar la batalla de las teologías (...) Ayudar a que no se fortalezcan las posiciones extremistas.” (p. 282) Al mismo tiempo, sin embargo, las posiciones fanáticas muchas veces son reacciones a mutaciones vistas como demasiado liberales. Así, operar para moderar los fanatismos podría derivar en más fanatismos. Me imagino la respuesta de Iván a esta objeción: “¿qué alternativa tenés?” La política es una actividad interminable en busca de acuerdos para poder vivir en paz; esa tarea no termina nunca; el argumento de este libro es que esa tarea debe estar informada también por un conocimiento crítico de las religiones.


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