Leí Dios en el siglo XXI, de mi amigo Iván Petrella, que cumple con
todos sus propósitos: argumenta convincentemente sobre la necesidad de saber
más sobre religión; te cuenta un poco sobre las religiones más importantes del
mundo; y te despierta el interés por leer más sobre muchas de ellas -
cumpliendo con una idea que le escuché decir en alguna conferencia de que la
educación no es llenar un vaso sino prender un fuego.
El argumento principal,
contenido principalmente en la introducción y conclusión del libro, es que hay
que saber más sobre religión, que no debería ser un tema sobre el que uno pueda
decir tan alegremente que no sabe nada. Hay que estudiar religión “con la misma
mirada crítica con la que se estudia y se analiza cualquier otro material que
sea una disciplina académica” (p. 19) porque las religiones afectan la manera
de pensar y de actuar de millones de personas, con muchas de las que nos
topamos todos los días, y porque son clave para entender muchos conflictos
políticos pasados, actuales y futuros: “No es que Dios - o los dioses - esté de
regreso. Nunca se fue. Solo que ahora, en el mundo globalizado y de las grandes
ciudades, los dioses están más juntos que nunca, como amontonados en un
conventillo. Y por eso debemos hacer un esfuerzo por entender a sus seguidores.
Quienes no saben nada acerca de las religiones se asustan, levantan barreras y
aumentan prejuicios. Aprender de las religiones no solo nos aleja de una
ignorancia inexcusable, sino que además nos acerca al ser humano; nos pone en
contacto con versiones alternativas de nuestra humanidad.” (p. 32) Por eso,
dice Petrella, “hace falta una reforma educativa que repiense la idea de la
educación laica para que todos tengamos un conocimiento básico de las
religiones del mundo”. (p. 279)
Eso es particularmente
importante para entender muchos conflictos geopolíticos, presentes y pasados:
“no es un choque de civilizaciones, sino de teologías. (...) Muchos conflictos
que golpean al mundo en la actualidad están impulsados por la competencia entre
diferentes marcos teológicos dentro de las religiones que se da a nivel
regional (en Medio Oriente, por ejemplo)”. (p. 182) “Debería ser obvio que en
un mundo donde muchos conflictos tienen raíz religiosa - [Madeleine] Albright
comenta risueñamente que, si el problema entre Israel y Palestina fuera
inmobiliario, ya se habría solucionado - hace falta que las clases dirigentes
sepan de religión.” (p. 279)
Los capítulos centrales son algo
así como un esbozo de un manual sobre las principales religiones del mundo.
Primero aparecen en orden cronológico las tres religiones de raíz abrahámica
(judaísmo, cristianismo e islam) y luego las dos grandes religiones orientales
(hinduismo y budismo). Aunque necesariamente simplificados y resumidos, estos
capítulos alcanzan para dar una idea general del origen de estas religiones,
sus principales creencias y cómo iluminan algunos conflictos actuales (Medio
Oriente, política interna en EE.UU.) o pasados (guerras religiosas en Europa) y
algunos aspectos de la humanidad. Particularmente importante para el argumento
general del libro, en estos capítulos se muestran algunas tensiones internas,
típicamente, entre “el fundamentalismo y el liberalismo” dentro de cada
religión.
Al ver a las religiones como
algo que siempre está cambiando, como una actividad humana en movimiento, una
pregunta vuelve a surgir en distintos lugares del libro: “¿Cuánto puede cambiar
una religión sin perder su esencia? Las religiones no son estáticas: siempre
están mutando.” (p. 223) Esa dinámica, de hecho, puede reducir en parte la
posibilidad de operar sobre el choque de teologías. Petrella sostiene que una educación
religiosa laica nos permitiría reducir el fanatismo, y que “Estar formados en
temas religiosos nos permitiría, por decirlo de algún modo, dar la batalla de
las teologías (...) Ayudar a que no se fortalezcan las posiciones extremistas.”
(p. 282) Al mismo tiempo, sin embargo, las posiciones fanáticas muchas veces
son reacciones a mutaciones vistas como demasiado liberales. Así, operar para
moderar los fanatismos podría derivar en más fanatismos. Me imagino la
respuesta de Iván a esta objeción: “¿qué alternativa tenés?” La política es una
actividad interminable en busca de acuerdos para poder vivir en paz; esa tarea
no termina nunca; el argumento de este libro es que esa tarea debe estar
informada también por un conocimiento crítico de las religiones.
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