Después de haber leído bastante Ian McEwan (On Chesil Beach, Atonement, Saturday (genial), Amsterdam y Enduring Love) llegué, casi de casualidad, a su primer libro: First Love, Last Rites. El libro, una colección de cuentos publicada en 1975, es buenísimo, pero incómodo; son cuentos escritos con belleza y humor, pero siempre cerca del horror, la perversidad y la inmoralidad.
En “Solid Geometry”, un esposo
piensa encarar el divorcio tras terminar su edición de los diarios que escribió
su tatarabuelo durante 45 años. Su mujer, Maisie, no lo apoya en su tarea y lo
agrede: “¿Y vos qué? (...) Lo único que tenés son libros. Arrastrándote sobre
el pasado como una mosca sobre un sorete” (p. 9). Sin embargo, es allí en los
libros donde encuentra una salida geométrica (fantástica e inmoral) a su
problema matrimonial.
En “Homemade” un chico descubre
la sexualidad de una forma demasiado doméstica, empezando por la masturbación
que le enseña un amigo: “Estaba empezando a felicitar a Raymond por haber
descubierto una forma tan simple, barata y sin embargo placentera de pasar el
tiempo, y al mismo tiempo preguntarme si no podría dedicar toda mi vida a esta
gloriosa sensación” (p. 26).
En “Last Day of Summer” un chico
de 12 experimenta demasiado precozmente el abandono, la negligencia y sus
consecuencias trágicas.
En “Cocker at the Theatre” unos
actores se toman muy en serio una propuesta teatral con alto contenido sexual.
En “Butterflies” nuestra
percepción del narrador cambia dramáticamente, y vemos una muerte joven y la perversión
bien de cerca.
El personaje principal de
“Conversation With a Cupboard Man” es otro hijo de la locura y del abandono, un
animalito amoral, but who can blame him?
En “First Love, Last Rites” es
quizás donde vemos algo más cercano a una relación positiva, la de dos chicos
adolescentes que pasan juntos un verano. Pero hay algo doloroso (la familia de
ella) y algo asqueroso (una rata enorme) por detrás.
Finalmente, en “Disguises”
vuelve la perversión, la perversión de un adulto sobre un niño (como en al
menos dos cuentos más de la colección). En este caso, el objeto es nuevamente
un huérfano y la perversión viene de la tía que lo adopta; pero la familia con
que se encuentra el chico fuera de la casa tampoco parece tan normal. Y ahí
está el punto, quizás; la normalidad que surge de esta colección es la
inmoralidad, la maldad, la perversión y la destrucción de la inocencia,
brillantemente narrado.
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