Volví a leer, después de mucho tiempo, a Philip Roth (genio; en este blog escribimos algo cuando murió, y después de ello algo sobre I Married a Communist). Para The Plot Against America, Roth imagina un mundo en el que, en 1940, en vez de elegir a Roosevelt por tercera vez, Estados Unidos elige a un candidato favorable al fascismo y con políticas crecientemente antisemitas. No era una opción tirada de los pelos; en Estados Unidos, como en Inglaterra y en prácticamente toda Europa Occidental, y en Argentina, claro, en los años treinta y cuarenta hubo partidos o movimientos fascistas relativamente fuertes.
Leída en
2024-2025, esta novela puesta sobre ese mundo paralelo parece de una tremenda
actualidad. La elección de un outsider –Roth usa como presidente a
Charles Lindbergh, el famoso aviador– se ve en la novela de forma muy parecida
a la elección de Donald Trump. Algo que parece imposible por quién es el
personaje y porque encarna en tantos sentidos algo contrario a los valores
republicanos y liberales sobre los que se creó Estados Unidos. “Aunque la
mañana después de la elección prevalecía la incredulidad, sobre todo entre los
encuestadores, un día más tarde todo el mundo parecía entender todo, y los
comentaristas radiales y los columnistas hacían que pareciera que la derrota de
Roosevelt había estado predestinada” (p. 53).
Al mismo
tiempo, leído en un mundo post 7 de octubre de 2023, The Plot Against
America es tremendamente actual en lo que hace a la situación de los judíos
en el mundo. Como decía, sobre ese mundo distópico, Roth despliega una novela,
que es una típica novela suya, la historia de una familia judía de clase
trabajadora de Newark, pero en este caso en un Estados Unidos cada vez más
hostil para los judíos. El tema principal del libro es ese: más allá de que es
la vida de una familia, y de que el joven Philip Roth que narra descubre cosas
sobre su padre, su madre, su hermano y sobre él mismo, el punto principal es
que descubre que ser judío es algo distinto, que hay una identidad judía
diferente de su identidad americana y de su identidad de clase. Al comienzo del
libro entiende que “Era el trabajo lo que identificaba y distinguía a nuestros
vecinos, mucho más que la religión” (p. 3). Hacia el final, en cambio, “Que
fueran judíos tampoco era un contratiempo o una desgracia o un logro del que
estar ‘orgulloso’. Lo que eran era aquello de lo que no podían desembarazarse
–de lo que no podían siquiera comenzar a querer desembarazarse–. Su ser judíos
salía de su ser ellos mismos, igual que su ser americanos. Era como era, en la
naturaleza de las cosas, tan fundamental como tener arterias y venas, y nunca
manifestaban ni el menor deseo de cambiar o de negarlo, más allá de las
consecuencias” (p. 220). Y más cerca del final la madre le dice al joven Philio: “’Bueno, te
guste o no, Lindbergh nos está enseñando qué es ser judíos’. Luego agregó,
‘Nosotros sólo pensamos que somos americanos’” (p. 255).
Me
recuerda, por supuesto, a un senador a quien tuve que votar como candidato a
vicepresidente distinguiendo en el Senado de la Nación a“argentinos-argentinos” de “argentinos-judíos”. Pero sobre todo me hace pensar
en todos mis amigos judíos que pasaron a sentirse tanto menos seguros en los
días y meses después del 7 de octubre. La república y la libertad de vivir la
vida como a uno le plazca, con su religión o preferencias, pende siempre de un
hilo. Y el gran valor de esta novela, más allá de grandes momentos estéticos,
es que nos lo recuerda.
Originales de las citas usadas
"Though on the morning after the election disbelief prevailed, especially among the pollsters, by the day after that everybody seemed to understand everything, and the radio commentators and the news columnists made it sound as if Roosevelt’s defeat had been preordained" (p. 53).
"It was work that identified and distinguished our neighbors for me far more than religion" (p. 3).
Neither was their being Jews a mishap or a misfortune or an achievement to be “proud” of. What they were was what they couldn’t get rid of—what they couldn’t even begin to want to get rid of. Their being Jews issued from their being themselves, as did their being American. It was as it was, in the nature of things, as fundamental as having arteries and veins, and they never manifested the slightest desire to change it or deny it, regardless of the consequences" (p. 220).
“Well, like it or not, Lindbergh is teaching us what it is to be Jews.” Then she added, “We only think we’re Americans” (p. 255).
No hay comentarios:
Publicar un comentario