No sé muy bien cómo encarar esto
porque leí una traducción del inglés, cosa que hago poco, y de poesía, que leo
poco, y no sé hablar de poesía porque yo
prosa.
Pero leí El libro de la locura de
Anne Sexton traducido por Noe Torres
porque está traducido por Noe Torres
amiga y
genia.
En general no leo traducciones del
inglés porque prefiero leer en el original. Las veces que por alguna razón
intento hacerlo me pasa mucho esto: que traduzco de vuelta al inglés, que me
pregunto frente a algunas palabras cuál habrá sido la palabra en inglés. Por
eso, creo que lo mejor que se puede decir de una traducción es que no parece
una traducción; el mejor elogio que se le puede hacer a un traductor es “no te
vi ahí”. Y eso le dije a Noe,
amiga y genia,
que por largos momentos de lectura me
sumergí en palabras y me olvidé de que eran palabras traducidas y que eran un
poco las suyas. El traductor, como el escritor fantasma, arroja las palabras y
esconde la mano.
El libro reúne dos partes que yo
encuentro muy dispares pero, de vuelta, ¿qué se yo de poesía? La primera parte,
“Treinta poemas”, me pareció muy superior a la segunda, “Los papeles de Jesús”,
que me pareció laxa, efectista.
Los primeros poemas, en cambio, me
convocaron, con sus temas de maternidad, madres, hijas, padres, mujeres, niñas
que crecen y ganan y pierden, y locura, muerte, enfermedad.
¿Qué se puede decir de la poesía si no
eso?
que te convoque a seguir
que te conmueva
que te asombre
y que agrande tu mirada del mundo
sin saber muy bien cómo
precisamente
logró hacerlo.
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