De chiquitos, a
veces, en el campo, los papás nos dejaban ir de noche a algún lado a acampar;
nos íbamos a unos metros de la casa, prendíamos un fuego, calentábamos
salchichas pinchadas en un palito y nos contábamos historias. Después el fuego
se apagaba, se ponía fresco y nos íbamos para la casa tratando de que los
padres no se dieran cuenta de que habíamos claudicado... En un departamento en
el centro, una amiga se quedaba a dormir en casa de otra. La mamá ponía sábanas
y frazadas sobre un colchón tirado en el piso, apagaba las luces y ahí
empezaban los cuentos.
Algunos no podemos
dejar esa costumbre. Es más: llevamos esa inclinación a un nivel superior;
pasamos esa oralidad a un papel y después recreamos esa oralidad leyendo frente
a otros. Todas las noches, cientos de grupos de personas se reúnen a leerse y a
escucharse; en Buenos Aires y en todo el mundo. En cada una de esas personas
hay un fuego interno. Y en medio de cada uno de esos grupos hay un fuego –
real, imaginado o tácito – que los une.
Ahí, en cada
grupo, hay comunión, y hay una ofrenda que cada uno da a los demás. El que lee
ofrece una ventana a su identidad, a sus miserias, logros, miedos, amores,
deseos, sufrimientos. Los que escuchan ofrecen algo a cambio. A veces es un
comentario sobre una palabra o un tiempo verbal. Pero más importante, y
siempre, cada uno está ofreciendo su escucha, su cercanía. Le dice al que lee,
sin palabras: no estás tan sola en tu soledad.
El grupo de las 14
piras, es el grupo de los lunes a la noche de los talleres literarios de
Santiago Llach. Somos un grupo de fronteras indefinidas: algunas personas
pasaron por este grupo de taller pero no quedaron como miembros del grupo;
otros dejaron de ir a taller los lunes pero siguen siendo parte. Algunos de
nosotros nunca hicimos taller juntos. Somos un grupo diverso por género,
orientación sexual, ideas políticas, religión, situación económica, lo que se
les ocurra. Intuyo que mirarnos de afuera y vernos juntos debe generar cierta
perplejidad. ¿Qué hace ese señor tradicional de Recoleta con esa chica de Puán?
¿Qué hace ese economista millenial con esa lectora voraz de Don Torcuato?
Lo que nos une es
poco visible. Lo que nos une es la literatura. Lo que nos une es que seguimos,
un poco como a los 12, queriendo contar y escuchar cuentos. Que nos gusta leer
y que sentimos la necesidad de escribir (a veces con gusto, a veces con dolor,
siempre con algo de molestia).
Sobre todo, nos
une una cierta intensidad que nos obliga a escribir lo que sentimos, a expresarlo
y a querer mostrarlo, aunque con ambivalencia, porque mostrar nos resulta
también incómodo. Nos da vergüenza, nos asusta, nos oprime; nos hace sentir aún
más vulnerables. Por esa intensidad quizás un poco neurótica, un día obtuvimos
como grupo el nombre de Caracteres Ardientes. Ese nombre derivó a su vez en una
identidad visual: una fogatita que dibujó Esteban Serrano y que pasó a ser
nuestro sello.
Un día, ese deseo
intenso y retorcido por mostrar lo que hacemos encontró un canal. Ocurrió,
nuevamente, por una idea de Esteban. La idea era simple. Si agarramos una hoja
A4 y la doblamos tres veces nos quedan 16 caras de papel. En ese papel podemos
plantar un poema de 14 caras, más una tapa y una contratapa. Un mini libro de un poema, en una hoja de
papel. Cada uno de esos poemas, con una ilustración y un título, y con cierta
unidad visual que brinda nuestro sello, pasa a ser una pira; una ofrenda de su autor
al resto del grupo y al mundo.
Hicimos 14 piras
de 14 páginas y las ofrecemos al mundo. Es una manera de hacer circular lo que
hacemos. Compartimos por todas las redes sociales archivos de estos libros de
un poema de una página. El que quiera puede bajar gratis una, algunas o todas
las piras; puede imprimir o fotocopiar; puede quedarse con lo que imprimió o
regalar.
Más allá del valor
de cada pira, el proyecto tiene un valor claro: poner la literatura al alcance
de todos; demostrar que se puede materializar y distribuir algo que surgió de
un grupo reunido a contar cuentos. Sabemos que es difícil; sabemos que el
mercado editorial argentino es muy limitado. Sabemos que hay cientos y miles de
escritores argentinos que no logran publicar y visibilizar sus producciones.
Pero este proyecto de alguna manera demuestra que con buenas ideas no es
imposible. Con una idea y con los recursos que surgen cuando un grupo de gente
busca hacer algo en conjunto.
Fue posible por la
idea de Esteban; por el aporte de Noelia Torres como editora; por lo que sumó
cada uno de nosotros compartiendo lo suyo. Y, sobre todo, fue posible por la
indispensable compañía que encontramos del otro lado. Por gente que leyó y bajó
y compartió: una maestra de escuela, librerías, editoriales, talleristas que
ayudaron a circular las piras. Todos ellos responden a nuestra ofrenda de
palabras con la ofrenda de escuchar.
En El idioma de
los argentinos, Borges dice que “la intensidad es una forma de eternidad”. Las
piras, probablemente, no estén llamadas a perdurar eternamente, pero
representan algo que sí es eterno. Representan ese deseo eterno de los intensos
por contar y escuchar. Por poder seguir, como cuando éramos chicos, como en el
pasado más remoto de la humanidad, compartiendo cuentos alrededor de una
fogata.
Twitter: @catorcepiras
Instagram: @catorcepiras
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