lunes, 5 de septiembre de 2022

Lo que viene, lo que viene

 


Leí “The Metaverse: And How it Will Revolutionize Everything”, de Matthew Ball, quizás el libro más completo (por ahora) de uno de los temas de moda en el mundo de la tecnología y los negocios. El libro es una excelente introducción a una cuestión que muy probablemente termine afectando mucho a mucho de lo que hacemos. 

¿Qué es el metaverso? O, más bien: ¿qué será el metaverso? La definición de Ball es la siguiente: “Una red interoperable a escala masiva de mundos virtuales representados en 3D que pueda ser experimentado de manera sincrónica y persistente por un número en los hechos ilimitado de usuarios con una sensación de presencia individual, y con continuidad de datos tales como identidad, historia, derechos, objetos, comunicaciones y pagos” (p. 29). Esta definición significa que es algo que será posible en el futuro pero que no existe hoy; hoy hay mundos virtuales en 3D, pero en general no son interoperables (o solo de manera limitada), cuesta mucho escalarlos en cantidad de usuarios y como norma no hay persistencia (o también solo de manera limitada).

¿Existirá alguna vez y será tan influyente como algunos creen? El primer gran mensaje de Ball es que sí y sí: que tomará tiempo, pero llegará, y que, como dice el título, revolucionará todo. De hecho, la primera oración del libro dice: “Frecuentemente la tecnología produce sorpresas que nadie predice. Pero los desarrollos más grandes y fantásticos son a menudo anticipados décadas antes.” (p. viii) Internet, de hecho, fue anticipada en la década de 1930 y hasta relativamente poco (crash de las punto com, por ejemplo) había quienes creían que no tendría efectos demasiado importantes en la sociedad y la economía. “La internet móvil existe desde 1991 y fue predicha mucho antes. Pero fue solo a finales de la década de 2000 que el mix requerido de velocidades inalámbricas, dispositivos inalámbricos y aplicaciones inalámbricas habían avanzado al punto en que todo adulto del mundo desarrollado -y dentro de una década, la mayoría de las personas en la tierra- querrían tener y podrían comprar un smartphone y un plan de banda ancha. Esto a su vez llevó a una transformación en los servicios de información digital y en la cultura humana en general.” (p. 12)

Para Ball, el metaverso llegará y será el sucesor de internet. Un sucesor más inmersivo y más 3D (es decir, más parecido a la vida real y menos parecido a estar mirando una pantalla). Tras una primera sección en la que Ball define el metaverso, en la segunda parte analiza qué debe pasar para que se pueda construir el metaverso. En primer lugar, tiene que haber grandes avances en las tecnologías básicas que lo hacen posible, incluyendo: la conectividad y el poder de computación que permitan el intercambio masivo de datos que implican mundos 3D sincrónicos para usuarios ilimitados; los motores de mundos virtuales; y el hardware. Pero también en cosas que están entre tecnologías y reglas y consensos: la interoperabilidad, con convenciones y estándares para que los datos puedan viajar entre dispositivos y plataformas diversas; y las vías de pago, donde ya se juega una de las batallas más importantes del metaverso. 

“Poco sorprendentemente, ya hay una pelea para convertirse en la vía de pago dominante en el metaverso. Más aún, puede argumentarse que esta pelea es el campo de batalla central del metaverso, y potencialmente también su mayor impedimento.” (p. 167) En este campo, una de las discusiones centrales sobre la internet de hoy (el poder de las grandes plataformas móviles, Google y Apple) se desliza hacia el metaverso. Se trata, fundamentalmente, de las conductas abusivas frente a desarrolladores y usuarios (que se quedan con 30% de los ingresos, que las aplicaciones no pueden pasarse a otros dispositivos, etc.), conductas que, para Ball, frenan la inversión en el metaverso, reducen los ingresos de las compañías más innovadoras e impide el desarrollo de tecnologías que tienden a la interoperabilidad, clave para el metaverso, como el uso de blockchain. El jardín cerrado, utopía de Apple, es la muerte del metaverso. En palabras de Ball: “Las políticas de Apple y Google limitan no solo el potencial de crecimiento de las plataformas de mundos virtuales, sino también de internet en términos generales” (p. 193).

Ball está convencido de que, a la larga, el metaverso llegará; que las políticas se irán ajustando en beneficio de dos grupos básicos, los desarrolladores y los usuarios; y que llegará por el impresionante nivel de inversiones, que permitirá el desarrollo de las tecnologías, y porque las nuevas generaciones las adoptarán cada vez más naturalmente. En la tercera sección, Ball piensa en las áreas de aplicación (aceptando que es imprevisible el desarrollo que puede venir), y destaca el campo de la educación (uno de los campos importantes donde menos crecimiento de productividad se ha visto en las últimas décadas); los negocios de “estilo de vida” (ejercicio, terapias varias, citas); entretenimiento, con la posibilidad de generar experiencias que agreguen interactividad al cine o a los deportes, por ejemplo; sexo y trabajo sexual; moda y publicidad; en la industria y en ingeniería, arquitectura y construcción, y en medicina y salud. En términos más generales, sostiene que el “arco del metaverso” será similar al de internet: “En términos generales, ayudará al crecimiento de la economía global, aún cuando achique algunas de sus partes (bienes raíces comerciales, quizás). Al hacerlo, aumentará la proporción digital de la economía global, como así también la proporción del metaverso dentro de la parte digital”. (p. 272)

El segundo gran mensaje de Ball es que los efectos de la llegada del metaverso no serán necesariamente buenos o malos; que los mejores o peores efectos de la tecnología -desde la utopía de un mundo armónico perfectamente conectado a la distopía de un mundo controlado por una o dos grandes empresas que sabrán todo de todos nosotros- dependerán en gran medida de cómo se implemente esto; y que todos tenemos algo que decir al respecto como ciudadanos, consumidores y por nuestros distintos papeles en la sociedad. Una cita larga con esta idea:

“Es aquí donde los temores de un metaverso distópico parecen sensatos más que alarmistas. La mera idea del metaverso significa que una parte cada vez mayor de nuestra vida, trabajo, tiempo libre, tiempo, patrimonio, felicidad y relaciones sucederán dentro de mundos virtuales, y no tan solo extendidos o apoyados por dispositivos y software digitales. Será un plano de existencia paralelo para millones, y hasta miles de millones, de personas, que se sentará sobre nuestras economías digitales y físicas, uniéndolas. Como resultado, las compañías que controlen estos mundos virtuales y sus átomos virtuales probablemente serán más dominantes que aquellas que hoy lideran la economía digital. El metaverso también hará más agudos a muchos de los difíciles problemas de la existencia digital actual, tales como derechos de datos, seguridad de datos, desinformación y radicalización, el poder de las plataformas sobre la regulación, el abuso y la infelicidad de los usuarios. (...) Mientras las mayores corporaciones del mundo y las start-ups más ambiciosas persiguen el metaverso, es esencial que nosotros -usuarios, desarrolladores, consumidores y votantes- entendamos que tenemos agencia sobre nuestro futuro y la habilidad para resetear el statu quo. Sí, el metaverso puede parecer abrumador y atemorizante, pero también ofrece la posibilidad de acercar a la gente, transformar industrias que durante demasiado tiempo han resistido a la disrupción y que deben evolucionar, y de construir una economía global más equitativa.” (p. 16-17)


Originales de las citas usadas

“A massively scaled and interoperable network of real-time rendered 3D virtual worlds that can be experienced synchronously and persistently by an effectively unlimited number of users with an individual sense of presence, and with continuity of data, such as identity, history, entitlements, objects, communications, and payments.” (p. 29)

“TECHNOLOGY FREQUENTLY PRODUCES SURPRISES that no one predicts. But the biggest and most fantastical developments are often anticipated decades in advance.” (p. viii)

“This is the arc of all technological transformations. The mobile internet has existed since 1991, and was predicted long before. But it was only in the late 2000s that the requisite mix of wireless speeds, wireless devices, and wireless applications had advanced to the point where every adult in the developed world—and within a decade, most people on earth—would want and be able to afford a smartphone and broadband plan. This in turn led to a transformation of digital information services and human culture at large.” (p. 12)

“Unsurprisingly, there is already a fight to become the dominant “payment rail” in the Metaverse. What’s more, this fight is arguably the central battleground for the Metaverse, and potentially its greatest impediment, too.” (p. 167)

“The policies of Apple and Google limit the growth potential not only of virtual world platforms, but also the internet at large.” (p. 193)

“The arc of the Metaverse will be broadly similar. Overall, it will help grow the global economy, even as it shrinks parts of it (commercial real estate, perhaps). In doing so, digital’s share of the global economy will increase, as will the Metaverse’s share of digital’s share.” (p. 272)

“It is here that fears of a Metaverse dystopia seem fair, rather than alarmist. The very idea of the Metaverse means an ever-growing share of our lives, labor, leisure, time, wealth, happiness, and relationships will be spent inside virtual worlds, rather than just extended or aided through digital devices and software. It will be a parallel plane of existence for millions, if not billions, of people, that sits atop our digital and physical economies, and unites both. As a result, the companies that control these virtual worlds and their virtual atoms will likely be more dominant than those who lead in today’s digital economy. The Metaverse will also render more acute many of the hard problems of digital existence today, such as data rights, data security, misinformation and radicalization, platform power and regulation, abuse, and user happiness. (...) As the world’s largest corporations and most ambitious start-ups pursue the Metaverse, it’s essential that we —users, developers, consumers, and voters— understand that we have agency over our future and the ability to reset the status quo. Yes, the Metaverse can seem daunting and scary, but it also offers a chance to bring people closer together, to transform industries that have long resisted disruption and that must evolve, and to build a more equal global economy.” (p. 16-17)


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