Leí Varia imaginación, de Sylvia Molloy.
Leí Varia imaginación, de Sylvia Molloy, y
al terminar fui a Twitter, puse una foto del libro y un texto con un análisis
muy erudito: puse “guau”.
La primera oración
del libro: “En vísperas de partir a Buenos Aires, me llega la noticia de que la
casa de mis padres ya no está” (p. 9). La última oración del libro: “Estoy en
Buenos Aires, me digo, estoy en casa de mis padres. No, no me he ido. Está refrescando,
mejor que entre” (p. 73).
En el medio: una
conciencia que va y viene, yendo del presente al pasado y por geografías
varias; una memoria en ejercicio permanente, hurgando recuerdos, una
imaginación que los trabaja. Algunos temas que se repiten: abusos;
homosexualidad; nazis, en Europa y en Argentina; judíos y antisemitismo, en
Europa y en Argentina; estar y no estar en una geografía, en un pasado
emocional, en una familia, en Buenos Aires; estar y ser en distintos idiomas.
Pero, sobre todo, se repite el verbo “recordar”, a veces conjugado con un “no”
delante, pero siempre poniendo en juego la memoria.
Son los temas de
Molloy, como lo que leí en Desarticulaciones,
en en breve cárcel, en El común olvido. Molloy es siempre
Molloy, no cambia nada; está siempre escrito maravillosamente. Pero leí este
libro en un momento muy especial, lo que me llevó a pensar que los libros se
pueden leer de manera muy distinta según el momento del lector. Molloy puede
ser siempre ella, pero nunca leemos el mismo libro dos veces, porque nuevas
aguas corren sobre nosotros, como diría Heráclito.
Leí Varia imaginación poco después de la
muerte de Molloy. Cerré el libro, con ese estar en Buenos Aires, en casa de sus
padres, y pensé es el libro de su muerte, de volver menos a casa de los padres
que a la casa del padre. Pero el libro se publicó en 2003, casi veinte años
antes de la muerte de Molloy.
Leí Varia imaginación poco tiempo después de
volver a Buenos Aires tras un año y medio afuera y pienso que es un libro sobre
el exilio, sobre irse, sobre no poder irse. Sobre el pánico del emigrado de
sentir que puede desaparecer el pasado anclado en una geografía y en una
memoria, que la memoria se puede esfumar como la foto de Marty McFly en Volver al futuro. Quizás es el libro de
mi regreso, pienso, como si el libro de Molloy hubiera sido escrito para mí; el
libro me habla a mí. Qué maravilla sentir eso, esa comunión con un libro.
Así que sí, como
decía en Twitter: guau. Que en paz descanses, Sylvia Molloy. Gracias por todo
lo que nos diste. Tu memoria vivirá en quienes te sigamos leyendo.
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