lunes, 26 de marzo de 2012

Pasado acumulado

Ayer era todo alegría.

Me desperté a las siete y media

y me puse los cortos

le di la mamadera a la petisa

le preparé el desayuno a las grandes

leí algo del diario mientras

la bebé me miraba con sus ojos redondos

comer mis tostadas con manteca y azúcar.

El café estaba fuerte y el día fresco.

Cuando se hizo la hora

terminé de preparar el bolso

y le entregué la bebé a Elena

mientras Paula e Isabel

veían dibujitos.

Mi vecino me prestó su auto,

un caño el Corolla 2000,

se agarraba en las curvas

y yo aceleraba con las ventanas

bajas, sintiéndome joven

escuchando ruock, así con u.

Llegué y saludé a los amigos

incluyendo a Gustavo, el de

toda la vida

con el que me encanta jugar

porque jugamos juntos desde

que teníamos seis o siete

en el garage del derpa de

sus viejos, con una pelota de plástico

blanca, roja amarilla y verde,

y nos raspábamos todos

pegándonos con ganas, riendo,

y todavía todo era claro y lindo

y nadie jamás se ofendía:

a lo sumo una pelea pequeña

por un Playmobil.

Jugamos contra un equipo

buena onda, viejitos como nosotros

que no querían lastimarse.

Casi no hubo fules y fue

divertido y ganamos

y yo jugué muy bien

y di buenos pases

hice unos cuantos quites y cortes

y un par de veces me tiré al piso,

entero, completo.

Gustavo hizo los tres goles

del tres a uno

y yo le di dos de los tres pases gol.

Después nos tomamos

un Gueitorei con Gus y con Carlos

mientras otros amigos jugaban

el partido siguiente

del campeonato de seniors

que no sabemos si es

mayores de treinta o de treintaicinco

y no importa

porque es un campeonato buena onda.

De ahí me fui a lo de mis viejos,

de vuelta en el Corolla 2000

y al llegar estaba ya Elena con las chicas

el asado casi listo y yo con gran alegría

de haber vuelto a la cancha

a jugar, a correr, a divertirme y ganar

y todo con Gustavo como bonus track.

El domingo funcionó bien,

las chicas se portaron bien

se divirtieron y no se pusieron

demasiado pesadas a la noche

cuando ellas están sin energía

y nosotros sin paciencia.

Me fui a dormir después de

ver un poco de fútbol en la tele

y el día fue todo alegría.

Hoy me desperté y al bajar

de la cama

sentí

que un camión se paraba

arriba de las plantas de mis pies.

Me tomé dos minutos ahí

parado en el piso de madera

en calzones y remera

para sentirme.

Hice un escaneo del cuerpo

y detecté:

las plantas de los pies ásperas y doloridas;

las pantorrillas duras, pesadas, ajadas;

la pierna izquierda quemada,

de la vez que me tiré en posición de tres;

en la espalda dos ríos de dolor;

en los hombros un peso que no debería estar ahí;

y en el cuello un pájaro carpintero

que no paraba de picotear.

Ahí me di cuenta,

un lunes a la mañana,

antes de despertar a las más grandes

para llevarlas al colegio,

que crecer no es tener hijos

que madurar no es trabajar mucho;

que envejecer es el día después,

con la cabeza que estalla por ese whisky de más

con la panza revuelta por aquella molleja

o el cuerpo roto porque creías que te quedaba un pique.

Envejecer, crecer, madurar

es que el presente pase a ser

pasado acumulado.

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