jueves, 29 de marzo de 2012
Sobre el chapón azul
miércoles, 28 de marzo de 2012
Inventamos el dulce de leche
"El tema del transporte automotor no es un sistema que está en crisis. En esto disiento. La Argentina tiene un sistema de transporte automotor de pasajeros que es de los mejores de Latinoamérica. (...) ¡Inventamos el colectivo! ¡Somos los inventores del dulce de leche y del colectivo, muchachos!"
martes, 27 de marzo de 2012
Aprender a mentir
Todos sabemos que la verdad se ha desteñido un poco, que los mentirosos tienen más libertad, que se acepta más la exageración, la hipérbole, la fantasía. Pero hay límites: no se puede decir cualquier cosa; hay límites que, al cruzarse, hacen que la mentira pierda credibilidad. La corrección política es un tipo especial de mentira y, como tal, también con ella se puede mentir un poco, esconder lo que se piensa, colorear la opinión, pero con un límite; por eso, si querés mentir tenés que aprender a hacerlo bien.
Hace unos días la NBA nos dio un gran ejemplo. Un tal Jason Smith le dio un golpe artero a Blake Griffin, una joven estrella ascendente. El golpe fue tremendo, innecesario, sucio, asqueroso. A Smith lo echaron, pero no mostró en la cancha ningún gesto de arrepentimiento ni hizo esfuerzo alguno por disculparse; más aún, se fue levantando los brazos mientras sus hinchas lo ovacionaban. Una vergüenza para los hinchas de los New Orleans Hornets.
Es obvio que el texto lo escribió José Prensa de los Hornets, por el estilo (¡"not only do I want..."!) pero sobre todo porque el flaquito justamente pedía ser ovacionado (y lo fue) por intentar golpear y lastimar a otro jugador. Por eso, muchachos, cuando mientan hay que hacerlo bien. Por ejemplo, podría haber dicho algo así como “estaba muy frustrado porque las cosas no me salían en la cancha y tomé una pésima decisión de la que me arrepiento y recién al llegar al vestuario y ducharme se me fue la calentura y me di cuenta de la enormidad de lo que había hecho. Por eso, quiero pedir disculpas a...” Explicámelo un poco, loco, dale: si vas a mentir hay que aprender a mentir, a hacer verosímil la mentira.
“Lamento profundamente el incidente que ocurrió en el 4° cuarto de nuestro partido contra los Clippers el jueves por la noche. No sólo quiero expresar mis sinceras disculpas a Blake Griffin y la organización Clippers, sino también a todos los hinchas de básquet que pueden tener la impresión, al ver la jugada, que está bien ir más allá de jugar agresivamente e intentar lesionar a alguien en el curso de un partido.”
lunes, 26 de marzo de 2012
Pasado acumulado
Ayer era todo alegría.
Me desperté a las siete y media
y me puse los cortos
le di la mamadera a la petisa
le preparé el desayuno a las grandes
leí algo del diario mientras
la bebé me miraba con sus ojos redondos
comer mis tostadas con manteca y azúcar.
El café estaba fuerte y el día fresco.
Cuando se hizo la hora
terminé de preparar el bolso
y le entregué la bebé a Elena
mientras Paula e Isabel
veían dibujitos.
Mi vecino me prestó su auto,
un caño el Corolla 2000,
se agarraba en las curvas
y yo aceleraba con las ventanas
bajas, sintiéndome joven
escuchando ruock, así con u.
Llegué y saludé a los amigos
incluyendo a Gustavo, el de
toda la vida
con el que me encanta jugar
porque jugamos juntos desde
que teníamos seis o siete
en el garage del derpa de
sus viejos, con una pelota de plástico
blanca, roja amarilla y verde,
y nos raspábamos todos
pegándonos con ganas, riendo,
y todavía todo era claro y lindo
y nadie jamás se ofendía:
a lo sumo una pelea pequeña
por un Playmobil.
Jugamos contra un equipo
buena onda, viejitos como nosotros
que no querían lastimarse.
Casi no hubo fules y fue
divertido y ganamos
y yo jugué muy bien
y di buenos pases
hice unos cuantos quites y cortes
y un par de veces me tiré al piso,
entero, completo.
Gustavo hizo los tres goles
del tres a uno
y yo le di dos de los tres pases gol.
Después nos tomamos
un Gueitorei con Gus y con Carlos
mientras otros amigos jugaban
el partido siguiente
del campeonato de seniors
que no sabemos si es
mayores de treinta o de treintaicinco
y no importa
porque es un campeonato buena onda.
De ahí me fui a lo de mis viejos,
de vuelta en el Corolla 2000
y al llegar estaba ya Elena con las chicas
el asado casi listo y yo con gran alegría
de haber vuelto a la cancha
a jugar, a correr, a divertirme y ganar
y todo con Gustavo como bonus track.
El domingo funcionó bien,
las chicas se portaron bien
se divirtieron y no se pusieron
demasiado pesadas a la noche
cuando ellas están sin energía
y nosotros sin paciencia.
Me fui a dormir después de
ver un poco de fútbol en la tele
y el día fue todo alegría.
Hoy me desperté y al bajar
de la cama
sentí
que un camión se paraba
arriba de las plantas de mis pies.
Me tomé dos minutos ahí
parado en el piso de madera
en calzones y remera
para sentirme.
Hice un escaneo del cuerpo
y detecté:
las plantas de los pies ásperas y doloridas;
las pantorrillas duras, pesadas, ajadas;
la pierna izquierda quemada,
de la vez que me tiré en posición de tres;
en la espalda dos ríos de dolor;
en los hombros un peso que no debería estar ahí;
y en el cuello un pájaro carpintero
que no paraba de picotear.
Ahí me di cuenta,
un lunes a la mañana,
antes de despertar a las más grandes
para llevarlas al colegio,
que crecer no es tener hijos
que madurar no es trabajar mucho;
que envejecer es el día después,
con la cabeza que estalla por ese whisky de más
con la panza revuelta por aquella molleja
o el cuerpo roto porque creías que te quedaba un pique.
Envejecer, crecer, madurar
es que el presente pase a ser
pasado acumulado.
jueves, 22 de marzo de 2012
Realidad y ficción
El sábado pasado un amigo y habitual lector y comentarista en este blog me criticó el giro literario que ha tenido últimamente. En mi defensa, voy a decir tres cosas.
(1) Según una nota reciente en el New York Times, la neurociencia está investigando qué le pasa al cerebro cuando leemos ficción y la conclusión es lo que muchos imaginamos desde siempre, que enseña un poco a vivir: “Leer gran literatura, se ha asegurado desde hace tiempo, nos engrandece y mejora como seres humanos. La neurociencia muestra que esta afirmación es más cierta de lo que imáginábamos.”
(2) En alguna oportunidad hablé acá de Vivir afuera, de Fogwill. En esa novela, un personaje tenía una gran plantación de marihuana en un descampado en el sur del conurbano bonaerense. Como se ve acá, la novela anticipó a la realidad, ya que La Nación da cuenta de que se descubrió un gran bosque de marihuana en Florencio Varela.
(3) Finalmente, a veces hay que permitirse escaparse un poco. Cosas como la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central y la forma en la que se debate actualmente el traspaso de subtes y colectivos (centrándose siempre en la política y casi nunca en cómo viajamos y qué habría que hacer para que realmente viajemos mejor) a veces deprimen un poco. Hablar acá de literatura es también una manera de decir algo sobre la política argentina actual.
miércoles, 21 de marzo de 2012
Tócala de nuevo
lunes, 19 de marzo de 2012
Programón
viernes, 16 de marzo de 2012
Vejez y vigencia
miércoles, 14 de marzo de 2012
Que quince años no es nada
El libro es sobre la intersección y el encuentro de dos personas que difieren en un montón de cosas y que tienen en común la sensación (más o menos “real”) de haber perdido quince años de sus respectivas vidas. El otro día yo pensaba en un amigo que está pasando por una separación tras, también, más o menos quince años de su vida. Y pensaba también en otra persona que tiene la sensación de que su carrera profesional es, hasta ahora, también más o menos una pérdida de quince años de tiempo. Un amigo en común decía que quince años todavía son remontables: nos quedan, sin ir muy lejos, entre dos y tres períodos más de quince años para revertir, para construir algo más.
En todo caso, preguntarse qué hacemos mientras estamos acá nunca está de más. Hornby nos hace pensar en eso pero siempre a través del humor, con una historia de la que no querés perderte nada, con personajes (incluso los más molestos) que despiertan en el lector comprensión y ternura. No parece mal dedicar parte del tiempo a pensar, entonces, cómo usamos nuestro tiempo.
Siempre, además, hay cosas divertidas, como ésta: al día siguiente “la ciudad no se veía mucho mejor: sin el neón barato de la noche se veía sólo cansada, como una puta cuarentona sin maquillaje.” (Traducción propia; original: “the town didn’t look a whole lot better: without the cheap nighttime neon it just look tired, like a middle-aged hooker wearing no makeup.”)
Y acá van dos citas específicamente sobre el tiempo:
“We are here for such a short amount of time. Why do we spend any of it building sand castles?” (“Estamos acá por tan poco tiempo. ¿Por qué usamos algo de él construyendo castillos de arena?”)
“Time wasn’t money. Or rather, the time she was talking about couldn’t be converted into cash, like the services of a lawyer, or a prostitute.” (“El tiempo no era dinero. Más bien, el tiempo sobre el que ella estaba hablando no podía ser convertido en efectivo, como los servicios de un abogado o de una prostituta”.)
domingo, 11 de marzo de 2012
Alegría
miércoles, 7 de marzo de 2012
Peligro
En pocas palabras y dicho lo más simple posible, abajo resumo los puntos principales del proyecto y por qué creo que están mal. Pero el argumento principal es éste: ¿vos le darías más misiones y más discrecionalidad a alguien que ha comprobado ser incapaz de cumplir con su misión? El BCRA tiene, hoy, una única misión: preservar el valor de la moneda; es decir, combatir la inflación. Estos muchachos, en vez de combatir la inflación, nos han dado una de las inflaciones más altas del mundo, que tapan con las mentiras del Indec y la persecución a quienes osan medirla correctamente. ¿A esta gente le vamos a agregar misiones? ¿A esta gente que nos miente y que ya destruyó cada mercado en que se metieron le vamos a permitir intervenir más en el mercado financiero? ¿A esta gente le vamos a dar más poder discrecional y menos control?
El objetivo de los bancos centrales es justamente el opuesto: es general reglas y previsibilidad para el crecimiento de largo plazo. Este proyecto es la morenización del BCRA y del sistema financiero. Este proyecto es un peligro para los ahorros y los salarios de los argentinos.
Los ejes de reforma propuestos
(1) Liberar el uso de reservas para cubrir el cada vez mayor bache fiscal del gobierno. El problema de esto es que implica mayor emisión monetaria, lo que significa una presión inflacionaria.
(2) Aumentar la capacidad del BCRA de prestar a los bancos (redescuentos) para que a su vez presten a sus clientes. Esto no sólo implica, como el punto anterior, más emisión y por tanto inflación, sino que también abre la puerta para dirigir el crédito a banqueros o empresarios amigos, con las consecuencias que el país ya vivió en casos famosos de corrupción en los 70 y 80.
(3) Extender notablemente la capacidad del banco para intervenir en el sistema financiero, hasta fijar tasas, plazos, comisiones y cargos. Esto es lo mismo que permitir a la Secretaría de Industria fijar los precios de los autos y el efecto será seguramente el contrario al buscado: se reducirá la cantidad de crédito disponible. Para buscar un ejemplo no hay que ir muy lejos: este gobierno intentó, con controles de precios, prohibiciones de exportar y similares medidas, controlar el mercado de la carne; el resultado, a la larga, fue menor producción, menor inversión y mayores precios.
(4) Aumentar la discrecionalidad del presidente del BCRA vis a vis el Congreso y el staff del organismo. Esto es pésimo porque el Central está, justamente, para reducir la volatilidad y la discrecionalidad en la política económica, poniendo el foco en el crecimiento de largo plazo y no en las necesidades de un gobierno puntual.
martes, 6 de marzo de 2012
El tren del progreso
En algún lugar leí hace poco que alguien relacionaba la tragedia de Once con Tecnópolis. Ayer, en Retiro, me encontré con esto. Un tren de TBA con una gráfica que anuncia “Vamos a Tecnópolis”. Arriba de la T se ve parte del techo doblado, la chapa salida. Vamos a Tecnópolis en vagones decadentes; en vagones que luego no logramos hacer frenar; en un transporte de tecnología del siglo XIX pero que parece que no logramos dominar aún.
lunes, 5 de marzo de 2012
Lectura perturbadora
Terminé de leer El núcleo del disturbio, una colección de cuentos de la muy recomendada Samanta Schweblin. Aunque tiene cosas muy buenas, no me gustó mucho. La mayoría de los cuentos son extraños: suceden en mundos raros, o los personajes (y el lector) se encuentran perdidos, puestos en lugares distintos con reglas diferentes, desubicados en tiempo y espacio. Por otro lado, los personajes masculinos matan perros, abandonan o matan a sus esposas, violan. No hay lugar para la vida burguesa, salvo en un cuento, en donde el lugar es el sarcasmo: comienza describiendo una familia de aparente perfecta armonía, en un vecindario de paz, en una ciudad de orden y felicidad, hasta que termina en una batahola infernal.
Lo que sí me gusto es que logra, por momentos, transmitir imágenes muy vívidas. Al segundo o tercer cuento noté que algo se repetía: un excelente uso de la luz. Schweblin construía imágenes usando luces que se movían para iluminar algo y oscurecer otra cosa. Me llamó mucho la atención y sentí que entendía todo cuando leí en la contratapa que la autora es egresada de la carrera de Imagen y Sonido. Algunos ejemplos de los cinco primeros cuentos:
- “La noche cubre el cielo y a lo lejos, sobre la línea negra en la que se pierden los rieles de la estación, una luz amarilla anuncia próximo el último tren de la tarde.” (“Hacia la alegre civilización de la Capital”)
- “Nené mueve el volante sin control y por un momento los faros del coche iluminan el campo. Pero lo que se ve entonces no es justamente el campo: la luz del auto se pierde en la inmensidad de la noche pero alcanza para diferenciar en la oscuridad la masa descomunal de centenares y centenares de mujeres...” (“Matar un perro”)
- “...e intuirán las figuras que, al paso de Escudero, dibujarán los candelabros con sus sombras en los pasillos transitados.” (“Mujeres desesperadas”)
- “Las luces destellan un par de veces, señal de que todo va a terminar.” (Adaliana”)
- “La inmovilidad resaltaba los mínimos cambios: una luz que se apaga, una rata que cruza la calle de lado a lado, peces en el agua.” (“La pegajosa baba de un sueño de la revolución”)