Leí What Hath
God Wrought: The transformation of America, de Daniel Walker Howe. Es el volumen de la Oxford
History of the U.S.A. correspondiente al período 1815-1848; como el período
anterior, es un sánguche de muchas cosas con tapas de dos guerras: en el
período anterior las tapas son las guerras de independencia y la guerra de 1812
(ambas contra Gran Bretaña), y en el actual la de 1812 y la guerra con México
que termina en 1848. Con esta lectura concluyo así el período 1763-1896, o sea,
básicamente el primer siglo de vida de este curioso experimento. (Los anteriores fueron The Glorious
Cause, 1763-1789, Empire of
Liberty, 1789-1815, Battle
Cry of Freedom, 1848-1865 y The
Republic for which it stands, 1865-1896.)
¿Qué pasó entre
1815 y 1848 en la historia de EE.UU.? Lo primero que salta a la vista mirando
un mapa es la impresionante extensión territorial hacia el sudoeste (en
detrimento de los nativos), anexando Florida (en detrimento de los españoles),
Texas, Nuevo México y California (en detrimento de México) y lo que son hoy los
estados de Washington y Oregon en el noroeste (en acuerdo con Gran Bretaña). Acá
te lo cuentan con mapas. Desde ya, no fue casualidad ni (únicamente) el
resultado de inocentes migrantes en busca de tierra: “como todos los imperios,
el americano requirió para llegar a existir de deliberación consciente y de
acción gubernamental enérgica para lidiar contra reivindicaciones de propiedad
rivales. La política de poder, la diplomacia y la guerra fueron tan parte del
‘destino manifiesto’ de los EE.UU. como las carretas cubiertas.” (p. 707)
El segundo tema
importante del período está muy relacionado con la extensión territorial: este
es el período en el que se cimentó el racismo en EE.UU. Hasta esta época, la
esclavitud era considerada una “institución peculiar” destinada a desaparecer
más o menos naturalmente. Con la llegada del algodón como parte de la gran
revolución industrial que comenzaría a tomar fuerza surgió la necesidad de
ampliar la esclavitud en el sur y hacia el oeste; y, por lo tanto, apareció una
defensa ideológica de la institución basada en el racismo. Esto se relaciona
con la extensión territorial al menos de tres maneras. Por un lado, el racismo
justifica el exilio forzado / genocidio de los nativos que ocupaban tierras que
podían ser ocupadas por el algodón. En segundo lugar, una ideología racista (y
un partido político nacido en esta época) justifica la idea de la extensión
territorial y el “destino manifiesto”: “La supremacía blanca se mantuvo como
central a la Democracia Jacksoniana durante todo el segundo sistema de partidos
(...) Prácticamente todos los aspectos de la visión política Demócrata apoyaban la supremacía blanca y la esclavitud de una u otra manera” (p. 510).
Finalmente, la extensión territorial hacia el Oeste suma tensión a la división entre Norte y
Sur, entre la sección esclavista y la no esclavista: ¿se permitirá o no la esclavitud en los
nuevos territorios ocupados? En esta cuestión está uno de los
gérmenes de la Guerra Civil.
En tercer lugar,
“la religión cristiana continuó siendo un elemento de magnitud imponderable en
la vida y pensamiento americanos, simultáneamente progresista y conservador.”
(p. 836) Lo que se se llama el “segundo gran despertar” religioso produjo,
además de un gran resurgimiento religioso, “un libre mercado en materia
religiosa” (p. 172). La religión está presente en todo: en la idea de la
supremacía blanca pero también en el abolicionismo y en otras campañas morales
(contra el alcohol, por los derechos de la mujer, etc.); en la idea de progreso
económico y social y en un concepto central al período que es el de mejora.
Contra la visión demócrata de la extensión territorial se oponía una visión
Whig de mejora cualitativa de los territorios bajo control a través de obras de
infraestructura patrocinadas por el Estado federal. Los demócratas no sólo se
oponían porque preferían extender el territorio sino porque querían mantener
débil al Estado federal frente a los estados, en gran medida en defensa de la
esclavitud, y por eso el Sistema Americano que proponía Henry Clay (un gran
proyecto de infraestructura e institucional) sólo fue implementado en pequeñas
partes. Y el concepto de mejora, que también llegaba a lo personal, tenía una
connotación religiosa y moral. “Ya fuera individual o colectiva, la palabra
‘mejora’ tenía un sigificado moral además de físico; constituía una obligación,
un imperativo. Muchos americanos, rurales y urbanos, pobres o de clase media,
abrazaron la ética de la mejora material e intelectual.” (p. 244)
Finalmente, todo esto se da en el marco de una economía en expansión sobre todo
porque agregaba factores de producción (tierra y trabajo). Pero también porque
comenzaba a tomar impulso la revolución industrial; y porque durante el período
comienza la doble revolución del transporte y las comunicaciones: “mejor
transporte y comunicaciones facilitaban no sólo el movimiento de bienes e ideas
sino también la libertad personal individual.” (p. 242) Para nosotros, que vivimos en un mundo sin distancia, es muy difícil entender en su debida magnitud el tremendo efecto del ferrocarril y del telégrafo en la guerra contra la "tiranía de la distancia". Es un período de
crecimiento económico pero sin una mejora tan clara de la calidad de vida
(bajan tanto la expectativa de vida como la altura promedio de la gente) y con
crisis fuertes en 1819 y con una depresión entre 1837 y 1843. Pero la triple
revolución (industrial, de transportes y de comunicaciones) iba a llevar a
cierta centralización, a la creación de un mercado nacional y, en última
instancia, a una definición sobre el gran tema pendiente, el de la
eslavitud, que se daría en el período siguiente con mucho sufrimiento:
“La identidad
nacional americana había resistido crisis, su economía se había recuperado de
diversos pánicos y su sistema político había manejado exitosamente repetidas
transferencias de poder en paz. El surgimiento de partidos políticos de masas y
la votación popular de electores presidenciales probó ser compatible con la
estabilidad e hizo a la república de varones blancos incrementalmente más
democrática. Pero la supremacía de los varones blancos aún prevalecía en todos
lados.” (p. 836) Como muestra la historia americana desde entonces, la resolución de la
cuestión de la esclavitud en el período subsiguiente no acabaría, ni mucho
menos, con el procesamiento del racismo que se consolidó en este período para justificarla.
Originales de las citas usadas
“like all
empires, the American one required conscious deliberation and energetic
government action to bring it into being, to deal with previous occupants and
competing claims to ownership. Power politics, diplomacy, and war proved
as much a part of America’s “manifest destiny” as covered wagons”. (p.
707)
“White
supremacy remained central to Jacksonian Democracy throughout the second party
system (…) Virtually every aspect of the Democratic political outlook supported
white supremacy and slavery in particular one way or another”. (p. 510)
“the Christian religion remained an enduring
element of imponderable magnitude in American life and thought, simultaneously
progressive and conservative”. (p. 836)
“America
enjoyed a free marketplace in religion”. (p. 172)
“Whether
individual or collective, the word “improvement” had a moral as well as a
physical meaning; it constituted an obligation, an imperative. Many an
American, rural as well as urban, poor as well as middle-class, embraced the
ethos of material and intellectual improvement.” (p. 244)
“improved transportation and communications facilitated not only the movement of goods and ideas but personal, individual freedom as well.” (p. 242)
“America’s national identity had weathered crises, its
economy had recovered from panics, and its political system had successfully
managed repeated peaceful transfers of power. The rise of mass political
parties and popular voting for presidential electors had proved compatible with
stability and made the white male republic incrementally more democratic. But
white male supremacy still prevailed everywhere.” (p. 836)
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