El martes 29 falleció el politólogo argentino Guillermo O’Donnell, probablemente el más influyente internacionalmente en su campo académico. Desde el martes releí unos cuantos capítulos suyos. Ayer, específicamente, releí “¿Democracia delegativa?” (en Contrapuntos. Ensayos escogidos sobre autoritarismo y democratización, Paidós, Buenos Aires, 1997) y me impresionó mucho su actualidad.
Leo. “Las democracias delegativas se basan en la premisa de que la persona que gana la elección presidencial está autorizada a gobernar como él o ella crea conveniente, sólo restringida por la cruda realidad de las relaciones de poder existentes y por la limitación constitucional del término de su mandato. (…) La democracia delegativa no es ajena a la tradición democrática. En realidad es más democrática, pero menos liberal, que la democracia representativa. La democracia delegativa es fuertemente mayoritaria.” Y me acuerdo de quienes justifican determinadas medidas por el 54% obtenido en octubre.
Los gobiernos y regímenes delegativos se dan sobre telones de crisis. Leo. “Esta crisis genera un fuerte sentido de urgencia y ofrece un fértil terreno para el cultivo de las propensiones delegativas que pueden existir. (…) El suyo es el gobierno de salvadores de la patria.” Por ello, la “delegación incluye el derecho (y el deber) del presidente de administrar los amargos remedios que recompondrán la salud de la nación. Desde este punto de vista parece obvio que sólo la cabeza sabe realmente lo que se debe hacer: el presidente y sus colaboradores cercanos son el alfa y el omega de la política.” Y pienso en cuántas páginas de diarios y columnas de opinión escudriñaron este mes la política para ver cómo será el gabinete. Y me acuerdo de Menem usando las híper como justificativo de todo, y a los K con el 2001.
Pero la “democracia delegativa tiene la aparente ventaja de facilitar un proceso decisorio rápido, aunque al costo de aumentar las probabilidades de que se comentan errores groseros, multiplicar las incertidumbres que rodean la implementación de las decisiones y concentrar en el presidente la responsabilidad por los resultados.” Pienso, por ejemplo, en los controles en el mercado de cambios o en la 125.
El ensayo es de 1997 y las características van más allá de este gobierno o de otros y dependen también del compromiso y de la forma de intervención de la sociedad (ciudadanos, organizaciones, partidos, etc.) Para O’Donnell, salir de esta situación requería “que una parte decisiva de la clase política llegue a reconocer la calidad autodestructiva de los ciclos y procesos y resuelva cambiar los términos en que compite y gobierna.” Yo participo en la manera que elegí porque todavía creo que se pueden cambiar esos términos para mejorar nuestra calidad democrática. Ese sería el mejor homenaje para todos los que, como Guillermo O’Donnell, trabajaron desde sus lugares y desde sus ideas, por la democracia.
Es una pena que varios de sus herederos, hoy en el gobierno,se hayan dado vuelta como un panqueque. En los ultimos años recuerdo a uno de sus mas reconocidos herederos decir que GOD vivio mucho tiempo afuera, dando la idea de que no tenía que opinar. Cuando falleció esta persona escribio su mas sentido homenaje...caraduras hay en todos lados. MK
ResponderEliminarJusto la semana pasada publiqué algo sobre nuestra "democracia", mirá: http://sincapuchon.blogspot.com/2011/09/del-por-que-nuestra-democracia-es.html
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