En la facultad, una amiga muy gorila me contó una vez que cuando se le diagnosticó cáncer a Eva Perón aparecieron grafittis en Buenos Aires con la leyenda “Viva el cáncer”. Como yo también era muy gorila (y muy chico), recuerdo que me causó un poco de gracia. Qué ocurrentes los muchachos, pensaba.
Ahora soy bastante menos chico y bastante menos gorila y lo primero que pienso es que esa señora es una señora, con mamá, con hijos, con amigos supongo, aunque su actividad no es muy buena para eso. Entonces, mi sincero deseo como ser humano es que la operación sea exitosa, que la recuperación sea buena y que venza a la enfermedad.
Como politólogo (pongamos por un segundo que eso es lo que soy) me veo inclinado también a la reflexión, sobre todo cuando veo a muchos estúpidos quizás no diciendo pero sí pensando “Viva el cáncer”. Y la reflexión es que no está bueno que tus adversarios te deseen la muerte; y que lo hagan o no depende no sólo de ellos sino también, al menos en parte, en lo que vos hagas. Estas últimas semanas fueron, en este sentido, particularmente negativas: las leyes sobre Papel Prensa, Antiterrorista y hasta la Ley de Tierras son iniciativas que nos preocupan a muchos. Entonces, mi segundo deseo, como ciudadano, es que también venza esa tendencia política a gobernar como si sus adversarios fueran enemigos, sin respetar a las instituciones, como ejemplo paradigmático de la democracia delegativa.
En pocas palabras: que muera el cáncer y que viva la república.
Qué muera el cáncer... I agreed.
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