lunes, 1 de septiembre de 2025

Un color que no existía

 


Leí Ya está. Variaciones sobre Messi, de José Santamarina, de quien leímos Hasta que no haya nada y muchas cosas en redes, especialmente sobre fútbol. José, además de ser buen escritor y buen jugador de fútbol, es un excelente escritor sobre fútbol, y en Ya está hace gala de ello, haciendo algo parecido a una biografía futbolística del mejor jugador de fútbol de la historia.

Voy atrás en el tiempo. Es 2018, estoy viendo entrar en calor a los San Antonio Spurs en Texas con otros argentinos. Estamos en segunda fila al centro de la cancha, pero sólo en la entrada en calor, dentro de un rato tendré que ir a la tercera bandeja. En un momento se acerca R. C. Buford, el gerente general del equipo, y le habla a una persona que está en la fila delante de la mía: le pregunta si necesita algo y lo trata de “coach”. No sé quién es, pero debe ser groso, me digo. Al rato el coach se da vuelta y nos habla: “¿vosotros sois argentinos?”, pregunta, y cuando decimos que sí sigue con “¿quién creen los argentinos que es mejor, Messi o Maradona?” Quien me hizo el equivalente futbolístico a la pregunta de si querés más a tu mamá o a tu papá era Sergio Scariolo, actual técnico de Real Madrid, técnico campéon del mundo en 2019 con la selección española y más. Mi respuesta: yo creo que Messi es mucho más jugador de lo que fue Maradona, pero también creo que hasta que no gane un Mundial muchos argentinos no lo van a reconocer.

José, creo, no se hace esa pregunta explícitamente; pero creo que la responde, o que al menos presenta la punta para responderla, al responder la otra pregunta: ¿cómo puede ser que Messi sea Messi? Su respuesta es que Messi es el hombre unidimensional; su “ventaja comparativa”, dice José, es “haber venido al mundo con una sola inquietud, alineada a la perfección con una sola destreza: la de jugar al fútbol” (p. 9). Esa unidimensionalidad hace de Messi el mejor jugador de la historia, “Messi es Messi porque se queda en sí mismo” (p. 50). Es eso lo que le permite hacer cosas que nos cuesta entender: “El asombro de los testigos nunca queda flotando en cómo lo hizo, sino en un estado previo: qué acaba de hacer” (p. 45).

Messi fue el número uno del mundo mucho antes de Catar, y José lo dice de una manera distinta, con referencias culturales y poesía: “El Álbum blanco de Messi se edita entre 2008 y 2012, las cuatro temporadas dirigidas por Pep Guardiola. Lo que pasó con ese equipo, lo que hizo Messi en ese tramo de su carrera, no es una lista de hitos, sino un color que no existía, una música en el aire del mundo” (p. 29). Sin embargo, como hombre unidimensional, Messi no puede explicar cómo lo hace: “Messi atravesó su propia excepcionalidad sintiendo a cada rato que tenía que explicarse a sí mismo, frustrándose enseguida por no poder, y entretanto siguió pudiendo todo con la pelota, porque una cosa es el despliegue del cuerpo y otra muy distinta la contracción de la palabra. Vivió medio mareado sobre esa diferencia” (p. 78).

Pero claro, quedaba el Mundial, quedaba Maradona. El libro arranca después, ya en Miami, vestido de rosa, donde “tensado por la culpa residual de no haber conseguido el Mundial o por el shock del alivio que lo toma cuando se lava los dientes y se acuerda de que sí lo ganó, de que ya está; atravesado por esos derechos y obligaciones, lo que está haciendo, otra vez, es correr atrás de la pelota, con la pelota, haciendo que la pelota haga lo que él quiera” (p. 10). En el camino quedaron Alemania 2006, casi siempre desde el banco; Sudáfrica 2010 con Maradona en el banco; Brasil 2014 y esa final fatídica; Rusia 2018 con Sampaoli haciendo cosas raras.

Recién cuando muere Maradona, Messi puede ganar con la selección. Tenía que morir el padre para que el hijo triunfara, da a entender José. “Con treinta y cuatro años, llegando a la vejez prematura del atleta, Lionel Messi se va a encontrar con una Copa América sin Maradona adentro de la cancha ni en el banco de suplentes ni en las tribunas ni en ningún lado. Esa es otra puerta que se abre. Ahora la tierra es de los que quedan vivos” (p. 70). Ya no está Diego y Messi puede ganar en el Maracaná y en Catar y decir ya está.

¿Ahora sí los argentinos lo van a querer más que a Maradona? No se lo pregunta José. Sin duda lo quieren más ahora que antes, digo yo, le respondo a Scariolo, pero creo que ni así logra Messi que lo quieran más que a Diego. Porque es unidimensional, porque no habla de tortugas escapadas ni pelotas manchadas; porque no habla, porque sólo juega con la pelota y hace que la pelota haga lo que él quiere. José lo cuenta maravillosamente, en pocas páginas, con gran belleza, haciendo justicia a todo lo que Messi nos dio.

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