Un amigo me comenta cómo vivió esta elección porteña, en un mail que me envió antes de la segunda vuelta electoral. (Va con mínima edición: algún acento y una coma por ahí).
“Y te cuento algo. Yo, con estas elecciones porteñas sumé 22 sellos violáceos. O lo que es igual, sufragué con orgullo esa cantidad de oportunidades. Es una actividad que siempre disfruto. Voy temprano a votar y lo engancho con la compra para un desayuno en casa. No soy de discutir por política, doy mi opinión, argumento mi posición y respeto la ajena. Me interesa la política por interesarme el futuro de nuestro país, que no es otro que nuestro futuro y el de nuestros hijos, pero no entro en entreveros con gente que piensa diferente.Pero en estas elecciones porteñas me sucedió algo que nunca había vivido. Yo voté a Macri. Ante la pregunta de amigos, expresé esta intención el viernes anterior a los comicios. Expuse mis razones (tan justificadas que debieron darme la razón en cada punto) y hasta incluso dije las cosas con las que no estaba de acuerdo del actual gobierno de la Ciudad o los temas sobre los que no podía opinar porque no tenía información suficiente.Hasta acá es una historia más, muy parecida a cada elección; pero la gran diferencia es que luego del resultado en Facebook gente de mi entorno tildó o los votantes de Macri de "enanos fascistas" o "gorilas". Sabía que el comentario no iba dirigido directamente a mí pero era la primera vez en tantos años que era insultado por votar a un candidato. Esta ha sido una alarma para mí. No voy a descubrir ahora el alto nivel de intolerancia reinante pero comprobarlo en tu propio ámbito es fuerte. Porque, en definitiva, el hecho que mis amigos agravien con cierta liviandad me preocupa mucho más que el "asco" que le puedo dar a Fito Páez.”
Desde el kirchnerismo muchas veces se habla de un supuesto “retorno de la política”, de la repolitización, del trasvasamiento generacional, del ingreso de jóvenes a la política y esas cosas. Gente que sabe me dice que no hay pruebas de ello. Un indicio se obtiene de la encuesta Latinobarómetro. Los niveles de confianza en los partidos políticos de los jóvenes de 18 a 25 años están actualmente en niveles similares a los de la segunda mitad de la década de 1990, esa primavera política que fue el menemismo (esto es ironía, muchachos; aclaro, por las dudas.) Lo que queda, entonces, no es mayor participación: es, como dice mi amigo, más intolerancia, la descalificación del que piensa distinto y, en el límite, el riesgo de volver a la violencia política. Atención: tolerancia y respeto, por favor.
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