Leí Los nuevos, de Pedro Mairal, y tuve esa sensación hermosa que le pasa, cada tanto, a un lector, de no querer dejar un libro y al mismo tiempo sufrir porque sabe que si sigue con ese ritmo el libro va a durar muy poco. Me duró muy poco. De Mairal leí casi todo, y Los Nuevos está ahí bien arriba en el ranking. Diría que tercero, después de El año del desierto y Salvatierra. Quizás antes de Salvatierra. Después vendrían: El gran surubí, Pornosonetos, El equilibrio, La uruguaya, Una noche con Sabrina Love, Maniobras de evasión, Breves amores eternos y Esta historia ya no está disponible, en ese orden.
Los
nuevos es una
novela sobre la adolescencia, construida con las historias de tres amigos del
secundario que, expulsados un poco por el mundo adulto, encuentran su camino uniendo
fuerzas. Los tres comparten problemas con las madres: Bruno no se habla con la
suya, Pilar es prácticamente abandonada por la propia y Thiago sufre la muerte
de la única de las tres que parecía tener un vínculo más o menos bueno con el
hijo. Los padres no andan mucho mejor: muerto el de Pilar, ocupado con su
nueva novia el de Thiago y temeroso de enfrentar a la madre el de Bruno.
Mairal
construye esta historia, esta relación, este triángulo sobre el que construyen
su salida estos chicos, con el fuego de Thiago, la nieve de Bruno y la tierra
de Pilar, quien cruza un par de veces de Recoleta a José C. Paz en busca de
alguien que la proteja. La construye pasando de primeras personas a terceras
primeras y hasta con secciones donde juega con los puntos de vista y las
personas, riéndose un poco del dispositivo. Sufrimos todo el tiempo con estos
chicos desamparados, como todos los adolescentes, aunque quizás más en este
caso. Imposible no pensarme a mí como padre de adolescentes –me reí mucho
cuando Thiago relata el rant de su padre en un auto, y lo imagina como
un rap, me reí y la sufrí un poco, claro–, pero también recordando al
adolescente que fui y esas pequeñas situaciones donde, como dice Bruno por ahí,
“Se puede de repente ir todo carajo, ¿no, papá?” (p. 165).
Y la
construye con humor; con música, con gustos, con sabores y con humor. Los
chicos sufren, toman distintas drogas, tienen sexo y miran el sexo hipócrita de
los adultos, sueñan, sufren. Y nos da ganas de abrazarlos, como se da cuenta
Pilar al final (¿se da demasiado cuenta? ¿Explica demasiado esa escena final?
Me imagino al Mairal tallerista diciendo que quizás en este caso menos es más, aunque
sea hermosa esa escena final), pero nosotros nos divertimos.
Los nuevos es una novela hermosa y divertida sobre un momento muchas veces duro y feo de la vida, ese momento en lo que todo parece frágil y efímero, y un llamado a cuidar a los nuevos, a esos que siguen llegando y viviendo una y otra vez lo mismo, aunque sea de maneras únicas en cada generación y en cada caso.
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