lunes, 14 de octubre de 2013

Culpa de ellas




Acabo de leer un clásico de la novela negra, la novela Double Indemnity, de James M. Cain. Novela de crimen más que policial, tiene muchos ticks de la novela negra que tanto me gusta en Chandler o Hammett. La novela negra está siempre situada en una ciudad, la ciudad es siempre fuente de peligro, crimen y pecado; no hay personajes claramente morales, pero al final el mal no triunfa: el detective se ocupa, generalmente, de volver a poner orden en el mundo, aunque el orden será roto poco tiempo después, aunque sabemos que nunca habrá un equilibrio estable. En la novela negra la mujer es muchas veces la fuente del problema. Por maldad o por estupidez, o por estupidez fingida que en realidad es maldad, muchas veces las mujeres son el origen del mal. En Double Indemnity es casi doblemente así.
El personaje principal es un vendedor de seguros llamado Walter Huff. (La industria del seguro “Es la ruleta más grande del mundo. No parece, pero lo es, desde la manera en que calculan el porcentaje del 00 a la mirada en sus caras cuando te pagan tus fichas. Vos apostás que tu casa se va a prender fuego, ellos apuestan a que no, eso es todo." (p. 23) Como en la escena de la película Casino en la que el personaje de De Niro increpa a un asistente porque una maquinita da dos jackpots seguidos, un hombre de seguros le dice a otro: "Escuche, Sr. Norton. Cuando un hombre toma una póliza de seguros, una póliza de seguros que vale $50.000 si muere en un accidente de tren, y después tres meses más tarde de hecho muere en un accidente de tren eso no es posta. No puede ser." (p. 60)
Walter entra en el mal camino cuando enloquece por una mujer. La primera vez que la ve nos dice claramente por qué: “Debajo de esos pijamas azules había una figura para volver loco a un hombre." (p. 6) Walter enloquece por Phillys, termina haciendo lo que ella quiere y al hacerlo está perdido. “Entonces empecé a pensar. Trataba de no hacerlo, pero me arrastraba a ello. Supe entonces qué había hecho. (...) Me había puesto en su poder, así que había una persona en el mundo que podía apuntarme con el dedo, y yo tendría que morir. Había hecho todo eso para ella, y no quería verla nunca más mientras viviera.” (p. 54) Después de eso: "La amaba como un conejo ama a una serpiente de cascabel. Esa noche hice algo que no había hecho en años. Recé." (p.70)
Una mujer, Phyllis, lleva a Walter por el mal camino, y una segunda mujer, Lola, lo lleva a la ruina. Es por amor a ella que Walter termina volviendo a poner orden en el mundo. "Quizás no lo expliqué bien, lo que sentía por esta chica Lola. No era nada parecido a lo que había sentido por Phyllis. Aquello era un tipo de excitación malsana que me dominaba apenas la veía. Esto no era nada como aquello. Era sólo una dulce paz que me dominaba apenas estaba con ella." (p. 86)
Por culpa de la primera Walter peca, y por culpa de la segunda paga. Walter nos dice que es porque “Una mujer es un animal gracioso” (p. 44), o por lo que es "la naturaleza de una mujer". (p. 81) No da vuelta la mirada para preguntarse por qué el varón entra en el juego, prefiriendo decir que es culpa de ellas.

Citas usadas
“It’s the biggest gambling wheel in the world. It don’t look like it, but it is, from the way they figure the percentage on the 00 to the look on their face when they cash your chips. You bet that your house will burn down, they bet it won’t, that’s all.” (p. 23)
“’Listen, Mr. Norton. When a man takes out an insurance poliy, an insurance policy that’s worth $50,000 if he’s killed in a railroad accident, and then three months later he is killed in a railroad accident it’s not on the up-and-up. It can’t be.”(p. 60)
“Under those blue pajamas was a shape to set a man nuts”. (p. 6)
“Then I started to think. I tried not to, but it would creep on me. I knew then what I had done. I had killed a man. I had killed a man to get a woman. I had put myself in her power, so there was one person in the world that could point a finger at me, and I would have to die. I had done all that for her, and I never wanted to see her again as long as I lived.” (p. 54)
“I hung up. I loved her like a rabbit loves a rattlesnake. That night I did something I hadn’t done in years. I prayed.” (p. 70)
“Maybe I haven’t explained it right, how I felt about this girl Lola. It wasn’t anything like what I had felt for Phyllis. That was some kind of unhealthy excitement that came over me just at the sight of her. This wasn’t anything like that. It was just a sweet peace that came over me as soon as I was with her”. (p. 86)
“A woman is a funny animal.” (p. 44)
“It was a funny sidelight on human nature, and especially on a woman’s nature”. (p. 81)

domingo, 6 de octubre de 2013

El equilibrista


Hace un tiempo hice un dos por uno en libros de Garrincha Club, una editorial que más que eso es un grupo de gente que quiere hacer cosas bellas. Compré el libro doble de poesía de Cucurto y Noble y El Equilibrio, una recopilación de algunas de las columnas que Pedro Mairal escribió en el diario Perfil durante unos cuantos años.
Las columnas son dispares, obviamente. Creo que todas son interesantes, pero algunas son espectaculares. Mis favoritas son "Otro otoño del patriarca", una oración de una carilla y media sobre el triste destino de la revolución cubana; "Sin hermano", que cuenta como la falta de alguien con quien jugar a la pelota acerca a muchos a la literatura. Y "La arena del siglo XX", una nota sobre el cambio inexorable de las ciudades y las cosas y la fugacidad de todo.
El libro es maravilloso para agarrar, leer tres columnas, dejarlo, volver a agarrarlo donde lo dejaste, o en otro lugar. Porque siempre vas a ver una mirada muy especial sobre cosas de todos los días: dos empleados en Temaikén vestidos como en Disney pero uno le manda una caja a otro y le dice "agarrá, boludo" (p. 40); observaciones sobre las pretensiones sociales de los escritores argentinos ("el escritor argentino tiene siempre a mano el disfraz de lumpen o de proletario", p. 53); dos chicos apretando en un subte se convierten en un "monstruo rollinga" (p. 60); o "Qué detestable esa actitud de tercerizar el tema mascota. Los dueños que no se hacen cargo de sus perros deberían ser atados todos juntos a un poste." (p. 186)
Entre imágenes, situaciones y sentimientos, Mairal se convierte en un equilibrista de la palabra. Y por eso es un libro hermoso para tener, leer y releer y dejarlo por ahí hasta que nos encuentre de nuevo.