lunes, 25 de abril de 2016

Decirlo todo



On Chesil Beach, de Ian McEwan, es una de las novelas más tristes que leí. Y es hermosa, creo que lo más lindo que leí de McEwan, de quien leí también Atonement, Saturday (genial), Amsterdam y Enduring Love.
La novela relata desde la noche de bodas para atrás la historia de una pareja, Edward y Florence. McEwan nos introduce al meollo del conflicto en la primera oración: "Eran jóvenes, educados y los dos vírgenes en esta, su noche de bodas, y vivían en tiempos en los que una conversación sobre dificultades sexuales era sencillamente imposible. Pero nunca es fácil." (p. 3)
On Chesil Beach está armada en una tercera persona que muchas veces se convierte en terceras primeras (cuando hablan desde una tercera persona pero tan cerca de un personaje que es casi primera, una tercera muy subjetiva, digamos), tomando los pensamientos de él y de ella. Así, McEwan se mete en las cabezas de sus personajes mientras se culpan a sí mismos, culpan al otro, se avergüenzan, tienen miedos y ansiedades, siempre sobre un campo de la actividad humana que debería despertar emociones tan distintas: alegría, placer, libertad, compañía. "Donde él meramente sufría de nervios convencionales de primera noche, ella experimentaba un pavor visceral, un desagrado incapacitante tan palpable como un mareo de mar." (p. 8)
A las quince páginas ya sentí una empatía notable con los dos personajes; quería ir ahí y abrazar a Florence, hablarle con una voz muy bajita y decirle que todo va a estar bien; y tomarme un whisky con Edward, decirle que lo entiendo muy bien, que algo en esa línea, aunque mucho menos intenso, nos pasó a muchos hombres de mi generación, y darle un par de ideas. Porque las cosas cambiaron mucho desde entonces, pero como dice esa primera oración: "nunca es fácil." Sobre Florence: "todo su ser se rebelaba contra la posibilidad del entrelazamiento y de la carne; su compostura y su felicidad esencial estaban a punto de ser violadas. Simplemente no quería ser 'entrada' ni 'penetrada'." (p. 10) Edward: "una cierta deshonra mal definida se cernía sobre sus esfuerzos [por seducirla], una sensación de fracaso, de desperdicio y, por supuesto, de soledad." (p. 25)
Yendo para atrás en la historia de la relación y de los personajes, McEwan encuentra algunas claves para entender el fracaso sexual de estos muchachos. Familias acartonadas, padres distantes y, sobre todo, el silencio, la imposibilidad de hablar sobre ciertas cosas y especialmente sobre el sexo.  "No podía haber una discusión. Ella no quería pensar en ello, y esperaba que él lo sintiera igual. ¿Pero de qué otra cosa podrían hablar". (p. 170) "Todavía no se había inventado ese lenguaje". (p. 170) Y ese no hablar determina mucho por delante: "Así es como puede alterarse el rumbo completo de una vida - por no hacer nada." O, más bien, por no decir nada.

Originales de las citas usadas
"They were young, educated, and both virgins on this, their wedding night, and they lived in a time when a conversation about sexual difficulties was plainly impossible. But it is never easy." (p. 3)
"Where he merely suffered conventional first-night nerves, she experienced a visceral dread, a helpless disgust as palpable as seasickness." (p. 8)
"Her problem, she thought, was greater, deeper, than straightforward physical disgust; her whole being was in revolt against a prospect of entanglement and flesh; her composure and essential happiness were about to be violated. She simply did not want to be “entered” or “penetrated.”" (p. 10)
"All the same, a certain ill-defined disgrace hung over his efforts, a sense of failure and waste and, of course, loneliness." (p. 25)
"There could be no discussion. She did not want to think about it, and she hoped he felt the same. But what else were they to talk about? Why else were they out here?" (p. 170)
"Such a language had yet to be invented." (p. 171)
"This is how the entire course of a life can be changed—by doing nothing."  (p. 203) 

martes, 19 de abril de 2016

De donde viene la poesía


¿De dónde viene la poesía? ¿De dónde viene la literatura? La maestra rural, de Luciano Lamberti, es un libro que en los papeles no debería haberme gustado, pero me gustó. Mitad novela de misterio y mitad de terror, cuenta la historia de Angélica Gólik, una maestra rural cualquiera, "Una señora mayor, gordita, petiza" (p. 43) que lee Gabriela Mistral y que tiene como su obra favorita a Platero y yo, quien sin embargo escribe una obra poética única.
Su profesor de taller literario dice que esa obra "es lo mejor que leí en mi vida. Lo más hermoso y honesto que leí en mi vida" (p. 105), una obra que lleva al personaje principal, Santiago, a descubrir quién es Angélica. Allí se arma primero el misterio, desde la obra, y el conocimiento de la autora magnifica ese misterio: "Era tan bueno que me hacía llorar. ¿Cómo podía ser tan bueno? ¿De dónde venía esa escritura? No de esa mujer común. No de esa casa. No de esa vida. (...) Una escritura tan radical, tan poderosa y tan original no era posible en alguien así". (p. 230)
Digo que no debería gustarme el libro porque no me gusta el horror (y algo de eso hay en la novela) y porque me molesta un poco lo metaliterario, los libros sobre la escritura. Pero ambas cosas quedan escondidas detrás de un libro construido con diferentes voces (muy bien construidas, cada una con su cadencia, sus muletillas, su estilo) y que tiene un gran ritmo y momentos poéticos bellos ("Los dedos de la enfermera eran como un racimo de bananas verdes. Colgaban de un árbol de bananas en un campo entero lleno de árboles de bananas de los que colgaban enfermeras como racimos de bananas." - p. 87)
Una de las cosas que me molestan del horror (pienso en H. P. Lovecraft) es que al final no puede mostrarse lo que espanta; hay una frase que se repite en ese tipo de relatos, algo así como "y entonces vi algo que no puedo describir". En este libro pasa eso con la poesía de Angélica: me la describen pero no me la muestran y al final es eso más que otras cuestiones de la trama de horror que hacen menos verosímil a la novela. Pero quizás eso no sea ingenuo; quizás la pregunta de fondo (la pregunta respecto de dónde viene la poesía de Angélica pasa a ser de dónde viene la literatura) no pueda ser respondida; quizás viene de gente muy distinta, los escritores como seres casi de otra especie, y no tengamos que intentar entenderla tanto: como se dice por allí, "Entender, entender, una de las cosas más sobrevaloradas de nuestra especie." (p. 236/237)

Otras citas que me gustaron
"Su lectura me sacó la resaca como una línea de cocaína." (p. 38)
Descripción de un taller literario: "Somos como un grupo de alcohólicos recuperados, como pequeños monstruos con nuestro gusto pornográfico por la literatura a cuestas, como células de la resistencia cultural en un mundo posapocalíptico." (p. 98)
Que un escritor estudie literatura "Es como que un corredor de Fórmula 1 se dedique al estudio de la combustión de su motor." (p. 132)
"Nos creemos importantes, nos creemos trascendentes, pero somos el programa de televisión de otra especie." (p. 190)

martes, 5 de abril de 2016

El deber



Leer a los clásicos puede ser muy iluminador y también muy aburrido. Leí The Age of Innocence, de Edith Wharton, y me pareció genial y me aburrió, pero no tanto como para no terminarla. Me costó, por momentos tuve que hacer mucho esfuerzo, pero cumplí con el deber de terminarla y valió la pena.
Se trata, como muchos sabrán, de la historia de un amor que parece imposible. Detrás de esa historia está el enjuiciamiento del sistema social que imposibilita ese amor (y cualquier amor verdadero), el de la Nueva York de la segunda mitad del siglo XIX. Un paso más atrás está la idea de que toda estructura social de alguna u otra manera constriñe la libertad individual. Como le dice Newland a Ellen en un pasaje lleno de ironía, "El individuo, en estos casos, es casi siempre sacrificado frente a lo que se supone que es el interés colectivo" (p. 93). Entre el deseo individual y el deber impuesto por la comunidad prima el deber, parece decir Newland.
The Age of Innocence es una novela de ideas y cuando escribo "novela de ideas" pienso en La montaña mágica, de Thomas Mann. Tanto La montaña mágica (publicada en 1924) como The age of innocence (1920) hablan del brutal cambio de época producido con la Primer Guerra Mundial; el primero centrado más en lo político y el segundo más en las relaciones personales. Ambos son, también, bastante aburridos (creo que hoy no podría terminar La montaña mágica). Hay cosas, además, que resultan viejas; tanto en lo que sucede (todos los personajes andan poniéndose colorados) como en la forma, sobre todo cuando termina explicando demasiado, contra esa gran máxima de la literatura americana que dice que hay que mostrar y no contar. Así y todo, el libro no deja de ser genial: por las pequeñas ironías internas, por el armado del libro, por algunas frases concretas y porque, a pesar de todo, queda abierto para la discusión. Para la discusión sobre el libro en sí (¿por qué no sube Newland en la escena final?, ¿cuánto sabía May? ¿era una manipuladora Ellen? y muchas más) y por lo que se mantiene vigente: ¿cuán libre es el individuo, incluso en sociedades supuestamente tan liberales como las del siglo XXI?
Al final del día, hay una razón por la que los clásicos son clásicos, y por eso leerlos es algo más que un deber, aún cuando a veces tengamos que obligarnos un poco.