Quería volver a casa, y a veces eso es todo lo que importa: las ganas.
El cuento corto es el siguiente. Estaba en Santiago de Chile y tenía pasaje en un vuelo de Aerolíneas que me dejaría en Buenos Aires el jueves a las 23:00 hs. Pero mi vuelo se canceló por las cenizas y me pasaron para el viernes, llegando a Aeroparque a las 20:00 hs. El vuelo del viernes también se canceló y me pasaron a otro a la misma hora del sábado. Pero no quise esperar corriendo el riesgo de que se volviera a cancelar y quedarme sin fin de semana en familia.
Con dos socios (Néstor, a quien había conocido el martes, y Pablo, a quien conocimos en la fila de Aerolíneas) negociamos infructuosamente un viaje a Mendoza con un taxi del aeropuerto de Santiago. Ante ese fracaso, a eso de las 15:00 hs partimos hacia la terminal de ómnibus de Santiago. Al llegar, nos enteramos de que ya no salían buses ni para Buenos Aires ni para Mendoza; pero un señor de una agencia que despertaba un poco menos confianza que las grandes, digamos, nos ofreció llevarnos por un precio que nos pareció aceptable (la mitad de lo que nos querían cobrar en el aeropuerto).
La boletería de O'Higgins Internacional Ltda. no despertaba confianza.
Partimos a las 16:30 hs con Ángel al volante y llegamos a Mendoza a las 23:00 hs del viernes de Argentina (22:00 hs de Chile). Pero al llegar nos enteramos que el próximo bus a Buenos Aires partía recién a las 7:00 hs del viernes. Por un momento se despertó una esperanza: un bus peruano, que habíamos pasado en la Aduana, paraba en Mendoza y seguiría hacia Buenos Aires. Sin embargo, al llegar cerca de la 1:00 hs el chofer nos informó que aunque tenía lugar no podía subirnos sin boleto, y la boletería estaba cerrada. Pero otro de los choferes nos dio una solución: tomen el bus de la 1:30 hs hacia Villa Dolores; bajan en San Luis cerca de las 5:00 hs y a las 6:00 hs se toman el bus de Autotransportes San Juan a Buenos Aires.
En el bondi de Ángel sobraban mucho lugar y más ganas de llegar.
Ganábamos 1 hora y 250 kilómetros así que decidimos hacerlo. (Claro que cuando llegó el bus a Villa Dolores abrió la boletería, lo que nos hubiera permitido salir a Buenos Aires, pero el peruano ya se había ido.) Así fue que llegamos a San Luis a las 5:10. Para nuestra sorpresa, nos enteramos que el de las 6:00 hs a Buenos Aires no existe desde hace un año y que el próximo a Buenos Aires saldría recién a las 11:00 hs. ¿Entonces? Volvimos a negociar con un chofer y esta vez sí llegamos a un acuerdo. A las 7:00 hs partimos, en un Fiat Siena a GNC, hacia Buenos Aires. Tras 800 kilómetros, unas cuantas charlas con el chofer, Ricardo “Talita” Contrera, y no menos de 4 paradas a cargar gas, llegamos a Aeroparque, donde Pablo tenía su auto. Eran las 16:30 hs del sábado: había pasado más o menos un día desde el inicio del viaje en el aeropuerto de Santiago.
Ese es el cuento muy resumido: estoy dejando de lado muchas sutilezas (¿cómo cambia la toma de decisiones en conjunto?, por ejemplo), grandes momentos (un excelente sandwich de lomo en "La Yapa", el boliche de la terminal de Mendoza), personajes de primera (entre otros, Ángel, que alegaba haber llevado a Kirchner; y "Talita", que nunca había pisado Buenos Aires y se emocionó al ver la cancha de River) y sensaciones y chistes y alegrías y tristezas y sobre todo muchas dudas y algunos temores.
Lo cierto es que llegué. No me tomé el trabajo de verificarlo, pero estoy casi seguro de que el vuelo 1287 del sábado salió. Me podría haber quedado en Santiago: quien me contrató para ir a Chile habría pagado el hotel, yo habría tenido toda la mañana para mí y me habría ahorrado unos cuantos pesos. Por otro lado, habría llegado 4 horas más tarde a Aeroparque y habría sufrido hasta último momento esperando si el vuelo salío o no (de hecho, el domingo se volvió a cerrar Aeroparque.)
Como decía acá, en la vida estamos permanentemente tomando decisiones en situación de incertidumbre. Por más vueltas y árboles de decisiones, lo cierto es que yo quería asegurarme de llegar a casa el fin de semana; y a veces eso, las ganas, el deseo, es todo lo que importa: lo demás se arregla.