lunes, 29 de noviembre de 2021

Desesperanza


Últimos apuntes sobre un curso que no hice, siguiendo este, este y este. Sobre un hombre, un artista, signado por la desesperanza. Un escritor judío que parece profetizar el holocausto (como si eso fuera posible) y el pesimismo radical que el holocausto impone sobre la naturaleza humana.

 

“A Report to an Academy”

Un hombre presenta un informe a una academia “sobre mi vida anterior como un simio”. Pero en realidad no dice nada de su vida como simio, sino que habla de su transformación hacia la humanidad y su consecuencia: la pérdida de libertad. Relata cómo fue capturado por la empresa Hagenbeck y cómo lo llevaron en barco encerrado dentro de una jaula frente a un armario, donde estaba muy incómodo; “en lo que a Hagenbeck respecta, el lugar de los simios es frente a un armario - bueno, entonces, tenía que dejar de ser un simio.” Parte de la tripulación se reunía cerca de la jaula, tomando y fumando. Y él comenzó a imitarlos, pero no en busca de la “libertad”, palabra que dice que deliberadamente elige no usar: “demasiado a menudo los hombres son traicionados por la palabra libertad. Y como la libertad se cuenta dentro de los sentimientos más sublimes, así la desilusión correspondiente también puede ser sublime.” (253)

Lo que buscaba no era la libertad, sino una salida. “Nadie me prometió que si me convertía en uno de ellos los barrotes de mi jaula serían quitados. Promesas de ese tipo para contingencias aparentemente imposibles no son dadas. Pero si uno logra lo imposible, más tarde la promesa aparece retrospectivamente precisamente allí donde antes uno las había buscado en vano.” El simio aprende a escupir, a fumar una pipa pero se le complica tomar schnapps, que le causaba rechazo. Un marinero lo ayuda, y cuando el simio no lo lograba el maestro “no se enojaba conmigo, él percibía que los dos estábamos peleando en el mismo bando contra la naturaleza de los simios y que yo tenía la tarea más difícil.” Un día logra no solo tomar un trago largo, tirando después la botella, sino hablar: “y con ese exabrupto hice mi ingreso a la comunidad humana”. “Lo repito: imitar a los seres humanos no me atraía; los imitaba porque necesitaba una salida, y por ninguna otra razón.”

Al llegar a Hamburgo, con su primer entrenador, ve que solo tiene dos alternativas: el zoológico o el teatro de variedad, y decide lo segundo porque lo primero “significa solo una nueva jaula“. De nuevo, no usa la palabra libertad; recordando a unos gimnastas en trapecios, el simio/hombre se ríe de la definición humana de “libertad”. Llegado a Hamburgo, entonces, se dedicó a aprender cosas, porque “uno aprende cuando tiene que hacerlo; uno aprende cuando necesita una salida; uno aprende a toda costa”. Y así vive, presentando sus funciones, yendo a banquetes y recepciones sociales o científicas, y al llegar a casa le espera “una chimpancé entrenada a medias, y yo me consuelo con ella como hacen los simios”, aunque de día no la puede soportar por su carácter semi-animal.

El cuento presenta múltiples interpretaciones. Primero, diría, es una reflexión sobre la naturaleza humana. El maestro, dice el hombre-simio, sabía que peleaba contra la naturaleza del simio, tratando de dotarlo de naturaleza de humano. ¿Y qué nos dice el simio, que no dice nada de su naturaleza de simio, sobre la naturaleza humana? El hombre es presentado como poca cosa; los marineros embrutecidos, los gimnastas que no representan la libertad; gracias a su esfuerzo logra “llegar al nivel cultural de un europeo promedio. Por sí mismo eso puede no ser nada especial, pero lo es en tanto me ha ayudado a salir de mi jaula y me ha abierto una salida especial para mí, el camino de la humanidad.” Y el camino de la humanidad es esa realidad limitada, sin libertad, atrapados en un cuerpo. El paso de simio a hombre es pérdida de libertad, porque un animal puede ser libre (salvo que se lo ponga en una jaula) pero un hombre no: “simio libre que era, me sometí a ese yugo”.

Segundo, una interpretación bastante sensata es la de los judíos asimilados, que para ser parte de la sociedad europea deben perder los valores de sus orígenes. Ampliamos la cita anterior: “Nunca podría haber logrado lo que logré si me hubiera fijado tercamente a aferrarme a mis orígenes (...) simio libre que era, me sometí a ese yugo. En venganza, sin embargo, mi memoria del pasado me ha cerrado sus puertas más y más”. Relacionado con esto, como el cazador Gracchus, el hombre/simio está entre dos mundos: ni del todo humano ni del todo simio, y no podría volver a ser simio. Lo cual, a su vez, podría ser también metáfora del artista, que no es del todo de este mundo: el simio del reporte parece así un primo de otro personaje enjaulado de Kafka, el de “Un artista del hambre”.

(Comentario al paso, no solo sobre el “Informe a la Academia”. Como en otros cuentos, hay aquí un humor especial, es en parte una sátira. A mí me costaba entender, ver el humor del que hablan algunos comentaristas. Es este humor no negro, sino existencial, del que habla muy bien David Forster Wallace en este documento, disponible enespañol acá.

 

“A Hunger Artist”

Da cuenta de un tiempo en el que había un arte o una profesión: la del ayuno, o el artista del ayuno, o artista del hambre. Era una actividad seguida por el público, que iba a ver al ayunante en su jaula. Como nadie podía verlo todo el tiempo, nadie podía estar plenamente satisfecho: el artista “era por lo tanto el único espectador que podía estar completamente satisfecho de su propio ayuno. Sin embargo por otras razones nunca estaba satisfecho”. Con el tiempo, el ayuno profesional deja de interesar, y nuestro artista (es “un artista”, no “el artista”) termina haciendo su presentación en un circo, pero allí también la gente se va olvidando de él. Finalmente lo descubre un supervisor. El artista del hambre dice que siempre quiso que admiraran su ayuno; el supervisor le dice que lo admiran, y el artista replica: “pero no deberían admirarlo” y cuando le preguntan por qué dice que no tiene alternativa: no lo puede evitar, dice, “porque no pude encontrar la comida que me gusta”.

Acá sí la interpretación más obvia me parece la del artista del hambre como un artista, como alguien que no puede evitar serlo aunque lo destruya física o emocionalmente; que está siempre insatisfecho con su obra, que nunca es suficiente; que desea la admiración pero nunca cree merecerla. Y sobre todo, alguien que no lo puede evitar; como le decía Kafka a Felice, “No tengo ‘intereses literarios’: la literatura es de lo que estoy hecho.”

(Comentario menor, siguiendo con los comentaristas que se preguntan si Kafka no profetizó el holocausto, es imposible no pensar en el holocausto en la imagen del primer párrafo, cuando habla de los espectadores viendo al artista “maravillados por él, sentado allí, pálido en calzas negras, con sus costillas salidas prominentemente”.)

 

“The Married Couple”

Escrito en primera persona, el narrador dice que su negocio está mal y que por lo tanto hace visitas él mismo a clientes. Entonces, un día decide ir a visitar a N., con quien en una época tuvo “relaciones comerciales permanentes”. Un hombre mayor y enfermo, ya casi no va a la oficina, así que el narrador lo va a visitar a la casa. Llega y lo llevan a la habitación del hijo, que estaba enfermo, en cama. Al llegar a la habitación, se encuentra allí con un agente rival, el viejo N. y la mujer de N., que toma el abrigo del viejo y sale a guardarlo. El narrador decide hacer su presentación (y admite que fácilmente se deja llevar en esas situaciones) hasta que el hijo hace movimientos con su puño para que mire a su padre, que tiembla y luego se relaja, aparentemente muerto. El hijo (hace poco descripto como un hombre grande, de la misma edad que el narrador) se esconde debajo de sus sábanas; el rival no se mueve. El narrador piensa que le tiene que decir a la mujer de la muerte de N.; entonces la mujer regresa con ropa de abrigo para N. y dice “se ha quedado dormido” y al rato N. se despierta y se excusa por haberse dormido. El narrador aprovecha la primera oportunidad para irse. Saliendo, se encuentra con la esposa; el narrador le dice que le recuerda a su madre; y ella responde preguntándole cómo ha visto a su marido. El hombre sale, cansado, remarcando que las escaleras bajando le resultan más cansadoras que las de subida y que aunque estas visitas comerciales son muy cansadoras debe seguir haciéndolas.

Mi lectura directa enmarcaría el cuento en el existencialismo (con toques mágicos): la vida como una sucesión de pasos absurdos, sin mucho sentido, con la muerte (también sin sentido) acechando. Pero claro, el cuento se llama “The Married Couple”, la pareja casada, y no digo mucho de la esposa abnegada. Poniendo la mirada ahí pienso, por un lado, en una mirada biográfica, donde el padre de Kafka era todo y la madre y todos los demás satélites de él. (El narrador le dice a la señora que le recuerda a la madre.) Pero vuelvo a algo absurdo de ese servicio de la esposa, de esa abnegación: el paralelo del comerciante no es solo el hijo en cama sino también la esposa abnegada, que hace sus tareas esperando, también, la muerte.

 

“Josephine the Singer, or the Mouse Folk”

Es un relato sobre la extraña relación entre Josefina y el pueblo de los ratones, donde nada es claro, ni siquiera si ella realmente canta o si silba, ni sobre la naturaleza del pueblo de los ratones: solo se usa la palabra ratón dos veces, en el título y en la expresión “quiet as a mouse”, silencioso como un ratón (que en alemán, veo, es “mäuschenstill”, still as a mouse; cuando sea grande voy a aprender alemán).

En la segunda oración el pueblo es llamado una “raza”. Luego se dice que el pueblo “está casi siempre escapando y corriendo de acá para allá” y más adelante se dice que “tenemos que vivir en dispersión”, a un paso de decir diáspora. Como si no fuera suficiente para pensar que el pueblo es el judío, aparecen también tonos religiosos: Josefina y su público son descriptos como un pastor y un rebaño, y a veces ella intenta presentarse como “la salvadora de nuestro pueblo”. El pueblo no es musical y Josefina no parece ser demasiado buena cantando (o silbando) pero ella lo representa: “el silbido agudo de Josefina en medio de graves decisiones es casi como la precaria existencia de nuestro pueblo en medio del tumulto de un mundo hostil”. A pesar de esta representación, de que Josefina representa de alguna manera al pueblo, el pueblo no entiende ni a Josefina ni a su arte. Y ella no solo quiere ser sostenida económicamente: “lo que ella quiere es un reconocimiento público, sin ambigüedad y permanente de su arte”, lo que “la elude persistentemente”. Y como la elude ella empieza a retacear su arte, y el pueblo comienza a olvidarse de ella. “Es curioso lo equivocada que está en sus cálculos, una criatura tan inteligente, tan equivocada que uno podría pensar que no ha hecho cálculos de ningún tipo sino que solamente es llevada por su destino, que en nuestro mundo no puede ser otro que uno infeliz.”

De nuevo, las dos interpretaciones más obvias son las relacionadas con el judaísmo y la del artista. El artista incomprendido, que nunca recibe del otro lado lo que realmente (cree que) merece, como el artista del hambre, destinado a ser olvidado. Del otro lado, la mirada más obvia es una nueva crítica de Kafka a la asimilación; decir que el pueblo “se había olvidado de cómo cantar” es decir que había abandonado su religión y tradición. Recordemos que la familia de Kafka era poco practicante y que, en sus últimos años, Kafka se acercó a la religión y al sionismo. Este cuento, escrito hacia el final de la vida, aparece así como una crítica a la asimilación (y al padre). Pero Josefina por momentos parece más que un rabino, que un pastor; parece un mesías, “la salvadora de nuestro pueblo”. Y el hecho de que sea olvidada, de que el pueblo no la reconozca como su salvadora - ¿había una película en la que Jesús volvía a la tierra y nadie le daba bola, ¿no? - también admite múltiples interpretaciones. Puede ser una crítica al pueblo judío, claro. Pero también algo más grande: emparentados en la falta de reconocimiento, el mesías y el artista son representantes del hombre, del individuo, arrojado frente a la estructura social. (Recordemos el título: Josefina y el pueblo). Y en esa relación, el individuo está condenado; el destino no puede ser sino infeliz, nada tiene sentido, nada significativo es posible.

lunes, 22 de noviembre de 2021

Apuntes sobre otros cuentos de Kafka

 


Un cambio de planes me impidió hacer el curso con Santiago Llach, pero estoy leyendo los mismos cuentos en paralelo. Hace un par de semanas el primer conjunto de cuentos, la semana pasada un libro de análisis y hoy cuatro cuentos más. Aquí apuntes desordenados.


“A Country Doctor”

En medio de una tormenta, un médico tiene que viajar 10 millas para atender a un paciente de urgencia; tiene carro, pero no tiene caballo; su criada (Rosa) está por el pueblo buscando un caballo prestado y el médico entra al chiquero deshabitado por años que de pronto tiene olor a caballo y aparece un señor en cuatro patas, un extraño para el médico, que es el mozo de establo y aparece de vuelta Rosa y dos caballos magníficos. El encargado acosa a Rosa y el médico lo frena; cuando el encargado dice que no va con el médico, Rosa se asusta y el médico no quiere dejar sola a Rosa, pero de pronto ya no está ahí sino en el carro en camino y al instante siguiente está en lo del paciente. El paciente, un joven, le pide que lo deje morir, los caballos se sueltan del carro y abren las ventanas desde afuera, el médico se preocupa por Rosa. La familia del paciente lo conmina a atenderlo y el médico primero lo ve sano. Se pregunta qué hace allí, se preocupa por Rosa y de pronto él mismo piensa en morir, su vida una “tortura” (“torment”) por la gente del distrito que lo llama sin necesidad y no le reconoce nada y no le presta caballos: “Escribir recetas es fácil, pero llegar a entendimientos con las personas es difícil.” La madre lo lleva a volver a ver al joven y de pronto hay sangre en una toalla, los caballos “relinchando juntos; el ruido, supongo, ordenado por los cielos para asistir en mi examinación del paciente” y ahora sí descubre en el joven una herida del tamaño de su mano, “roja-rosa” (“Rose-red”) y luego gusanos, también “Rose-red”, del tamaño de sus dedos, con cabezas blancas y entonces el joven pide que lo salve. El médico vuelve a hablar de sus tribulaciones como médico rural y de pronto la familia y los mayores de la aldea lo desvisten y un coro canta que que si no los sana hay que matarlo y luego lo acuestan en la cama al lado del joven. Tras una conversación con el joven, el médico logra escaparse, tira la ropa al carro y se arroja él, desnudo, pero sabe que nunca llegará a casa, mientras en su casa “el desagradable mozo está rabioso; Rosa es su víctima”.

El análisis surrealista / existencialista: el médico impotente frente a situaciones extremas ridículas.

El análisis psicoanalítico: el médico reprime y sublima su atracción sexual hacia Rosa, crea el personaje del mozo que sí logra violarla (la toalla ensangrentada representaría la pérdida de la virginidad de Rosa). Yo no leí la sublimación hasta que lo leí acá, pero sí el deseo sexual evidente del médico, que antepone el deber al deseo, la preocupación del médico por Rosa; y después las imágenes bastante claras (la herida del joven es rosa-roja, en alemán el personaje es Rosa y rosa-rojo seguramente sería algo así como rot-rosen; la herida además tiene gusanos rosa-rojos de cabezas blancas… digo, bastante claro, ¿no?)

Uso de la primera persona (raro hasta donde he visto en Kafka).

 

"The Hunter Gracchus"

Comienza con algo así como una naturaleza muerta de un puerto. Llega una barca y unas personas descienden con un féretro y van hacia una casa amarillenta de dos pisos. Se encuentran allí con un caballero de negro con galera que pone su mano sobre la frente del hombre que está en el féretro, se arrodilla y reza; le pide a todos que lo dejen solo. El cuerpo abre los ojos y pregunta al hombre quién es; sin sorprenderse, responde que es el burgomaestre de Riva. El muerto cuenta que murió hace muchos años, cazando en un bosque, pero que su nave perdió su camino y quedó “por siempre (...) en la gran escalera” que lleva al otro mundo. El burgomaestre le pregunta si acaso el cazador no es culpable por ello y el cazador responde que no: “Yo era un cazador; ¿acaso eso es un pecado? Yo estaba siguiendo mi vocación como cazador en la Selva Negra”. El Burgomaestre dice que él no puede juzgar si hubo pecado, y pregunta: “¿Pero entonces de quién es la culpa?” El cazador responde que del barquero, quien debía conducirlo al otro mundo. El cazador está atrapado entre la vida y la muerte y el cuento concluye con sus palabras: “Aquí estoy, más que eso no sé, más allá de ello no puedo ir. Mi barco no tiene timón, y es llevado por el viento que sopla en las regiones más profundas de la muerte”.

Mi primera aproximación es la existencialista. Arrojados al mundo sin sentido, sin saber más que eso, sin tener claro qué culpa se tiene pero purgando por alguna culpa. También algo de estar atrapado en un cuerpo; encerrado en un féretro, atrapado en un cuerpo. La segunda, sobre esta, es la biográfica: ¿de quién es la culpa? ¿Es muy difícil pensar que el barquero, quien conduce, quien debió conducir, quien equivocó el camino, es el padre?


“The Great Wall of China” 

Me parece de lo más críptico que he leído de Kafka, y lo más borgeano también, el formato del relato me recuerda a “El inmortal”. Es una explicación y justificación de la construcción por partes de la muralla, sin explicación de para qué se hizo. (Incluso, se cita a un estudioso que dice que se la construyó para que sea los cimientos de una Torre de Babel.) Hay un alto comando desconocido y que no parece muy efectivo. Por momentos parece una película de los hermanos Coen donde todos chapucean sin saber qué están haciendo. “Queda así, por lo tanto, ninguna otra conclusión más que la de que el comando eligió deliberadamente el sistema de construcción por partes. Pero la construcción por partes fue apenas improvisada y por lo tanto no expeditiva. ¡Extraña conclusión!” Es, imagino, el tipo de cuentos de Kafka que otros han encontrado con humor. Pero hay de nuevo la sensación de que se hacen cosas sin propósito, de que no hay propósito y de que no tiene sentido buscar un propósito, para lo cual se introduce la parábola del río: con suficiente agua, el río es positivo; si hay más agua, es pernicioso; en el mismo sentido hay que limitar las “meditaciones sobre los decretos del alto comando”. La comprensión tiene un límite, y la conclusión debe ser creer “que el alto comando ha existido por toda la eternidad, y así también la decisión de construir la muralla”. Luego se pasa a hablar del imperio y del emperador y de sus reglas y se describe otra parábola: el emperador le da un mensaje para transmitir a un hombre, pero por más que luche, ni por mil años logrará siquiera salir del palacio. La descripción es similar a la de “Ante la ley”: las etapas son infinitas, la vida es un obstáculo tras otro, el hombre un hámster en su rueda, moviéndose sin parar para quedar en el mismo lugar.

 

“Jackals and Arabs”

Acampando en medio de un oasis, un hombre europeo no puede dormir y lo rodea una manada de chacales. Uno se le acerca, se para y le habla; le dice que hace tiempo lo estaban esperando (como a un mesías). Hablan mal de los árabes y por momentos el hombre se siente amenazado: dos chacales lo sujetan por la espalda. Finalmente, el chacal le pide que mate a los árabes, que todos los animales mueran de muerte natural y que no se los mate para comer, y traen una tijera para que el europeo mate a los árabes. En eso aparece el jefe árabe de la caravana, golpea su látigo y los chacales escapan. El árabe le dice al europeo que es siempre igual, que siempre andan con esas tijeras buscando un europeo que los libere de los árabes. Después les tira un camello muerto y los chacales son llevados a él “irresistiblemente”: “Habían olvidado a los árabes, olvidado su odio”, y aunque el árabe cada tanto les daba latigazos, ellos volvían por más, “No podían resistirse”.

Vi por ahí una interpretación político-religiosa (ayudada por el hecho de que la primera publicación fue en una revista sionista) donde los chacales serían los judíos esperando por el mesías. Yo modifico esa interpretación de esta manera, siguiendo con los chacales como los judíos; el hecho de que son carroñeros hablaría de la debilidad de los judíos por convertirse en actores políticos de propio derecho; y que al final terminen aceptando los huesos sería la búsqueda de la asimilación en Europa (de la cual Kafka es parte en su Praga pero que muy pronto se encontraría con el holocausto). La misma forma podría tener una mirada de izquierda. Los árabes son el capitalismo, los chacales los trabajadores que buscan redención pero terminan acomodándose con un poco de carne de camello. “Esa gran zanahoria, que te muestra papá”, diría una canción. O algo similar más interno, más subjetivo: uno nunca se puede salir de los mandatos paternos, nunca nos animamos a matar al padre. O sexual, claro.


lunes, 15 de noviembre de 2021

Leyendo a quienes leyeron a Kafka

 


Leí Kafka’s World, editado por J. P. Stern, un conjunto de textos (ciertamente dispares) sobre la vida y obra de Franz Kafka, y acá va mi apunte de lectura, más incompleto y deshilachado que de costumbre.

Primero: el torturado. La palabra que aparece una y otra vez en el libro, el leitmotif, es “torment”, tormento o tortura. Kafka como persona y escritor está marcado por la tortura: un padre tortuoso, una vida familiar tortuosa (sus dos hermanos mayores mueren en la infancia, él de tuberculosis a los 40, sus tres hermanas en campos de exterminio); relaciones tortuosas con mujeres, en las que tortura y se tortura a sí mismo; y una obra repleta de la tortura de la existencia. En “A Normal Enough Dog: Kafka and the Office”, Roy Fuller rechaza la visión de Max Brod de que la obra de Kafka perdió mucho por sus años de trabajo burocrático; su tormento iba más allá de la oficina: “como su empleo, su salud era más una contraparte que una enemiga de su vida creativa. La lucha de Kafka no era apenas con su empleo, su salud o las costumbres burguesas sino con la propia existencia: el resultado inevitable del pasaje a ser de su cuerpo”. (p. 195)

Segundo, el artista torturado. Kafka representa la imagen del artista torturado, el que se tira al río expulsado en “La condena”, el bicho raro de “La metamorfosis”. En una carta a Felice Bauer, con quien se comprometió dos veces y nunca se casó, dice: “No tengo ‘intereses literarios’: la literatura es de lo que estoy hecho.” (p. 19) Los tópicos kafkianos más habituales son la culpa, el castigo, el encierro, el aislamiento, la alienación. Esa tortura, esa angustia existencial, es parte del espíritu de los tiempos (puntos cinco y seis), pero también es, eminentemente, personal, subjetiva, única. Dice Idris Parry en “A Path in Autumn”: “Kafka tiene razón. Él es único. No hay generalizaciones ni en la vida ni en el arte, solo el hecho especial al que se presiente cargado de importancia” (p. 229-230).

Tercero: ¿de qué barrio sos, Kafka? En “Kafka’s Prague”, F. W. Carter habla de una ciudad en pleno crecimiento, dividida entre checos, alemanes y judíos (que eran parte del mundo alemán). En “The Rise and Fall of  the Jewish-German Symbiosis: The Case of Franz Kafka”, Felix Weltsch abunda sobre esto: antes de la guerra, había una simbiosis entre judíos y alemanes en Praga. “Esta alianza era tan estrecha que los judíos no se sentían de ningún modo aliados sino que simplemente se identificaban con los alemanes.” (p. 48) ¿Es Kafka un escritor judío? ¿Es plenamente aceptado por el canon alemán? Checo no es.

Cuarto: Kafka, el creador del realismo mágico. Dice Johannes Urzidil en “Two Recollections”, hablando del golem: “La magia es el realismo llevado a un extremo abstracto. Animales hablan. Materia inerte salta a la vida. Hombre deviene insecto. No hay básicamente nada nuevo en esto; es la milenaria realidad y sabiduría de los cuentos de hadas y las parábolas.” (p. 67) ¿Pero es así? Hay algo distinto, creo yo, en que son en todo caso las parábolas y los cuentos mágicos de la modernidad. (Para un ensayo que no voy a escribir: Kafka es a los cuentos de hadas lo que la libertad de los modernos es a la libertad de los antiguos.)

Cinco: Kafka el visionario. En “Challenges and Protests”, J. P. Stern trae un comentario de Georg Lukács que incluye a Kafka claramente en el campo del realismo, la expresión del hombre oprimido por estructuras sociales: “El mundo del capitalismo moderno, visto como una forma del infierno en la tierra, y la impotencia de toda empresa humana frente al poder ejercido por ese mundo: ese es el material del que está hecha la ficción de Kafka.” (p. 182) ¿Profecía de lo que vendrá, del nazismo y el holocausto, o culpa atávica? Erich Heller, “Investigations of a Dog and Other Matters”: “¿Fue la de Kafka una visión profética? ¿O es la culpa desconocida de sus hombres culpables una metáfora mundana del pecado original, de hecho, de la Caída del Hombre?” (p. 104) La pregunta podría formularse así: ¿es un judío pre-holocausto o post-holocausto? Walter H. Sokel, “Freud and the Magic of Kafka’s Writing”, parece ir por el lado de lo profético; Kafka recogiendo lo que había allí de malestar en la cultura, con perdón de los freudianos: de hecho, Sokel describe la naturalización que hace la familia Samsa de la metamorfosis de Gregor como una “banalidad del mal” (p. 150), que es la expresión que usa Hannah Arendt para describir a Eichmann en Jerusalem. J. P. Stern, “Challenges and Protests”, trae dos comentarios más en esa línea; uno de Walter Banjamin: “el mundo de Kafka (...) es el complemento exacto de su era, que está preparándose para despachar a habitantes de este planeta en una escala considerable” (p. 177). Y otro de Bertold Brecht: “un escritor profético con apenas un tema único (...) Es el asombro de una persona que es consciente de que enormes turbulencias de todas las relaciones son inminentes, y que sin embargo no es capaz de ajustarse al nuevo orden” (p. 180)

Sexto: Kafka como escritor freudiano. Walter H. Sokel, “Freud and the Magic of Kafka’s Writing”: “Kafka presentó en términos ficcionales la imagen del hombre tal como la concebía Freud” (p. 145). “Lo que el psicoanálisis freudiano diagnosticaba como ‘neurosis’ era para Kafka angustia espiritual o existencial, inseparable de todo el ser de quien la sufría.” (p. 146-7) Así se interpreta “La metamorfosis”: Gregor tenía el deseo de escaparse del trabajo al que estaba obligado por las convenciones sociales; reprime ese deseo, que termina manifestándose en un fallido descomunal, por el que se convierte en insecto; así cumple el deseo prohibido de dejar de trabajar y es a la vez castigado por hacerlo. Y en “La Condena” “un deseo de muerte dirigido al padre puede ser disfrazado como un ataque del padre al hijo” (p. 156)

Séptimo: Kafka, el inventor de la tercera primera. Martin Walser, “On Kafka’s Novels”, destaca el uso de la tercera persona sin un narrador visible pero sin distanciarse del “héroe”; así, Kafka nos hace vivir lo que vive K. pero sin que sea primera persona, y todo es subjetivo e interpretable. ¿Inventó la tercera primera? No tengo ni idea, pero que hay algo especial ahí no hay duda.

Octavo: Kafka podría haber enseñado hebreo en Newark. En “‘I always wanted you to admire my fasting’, or Looking at Kafka”, Philip Roth trae un díptico. En la primera parte, se pregunta si, de haber sobrevivido a la tuberculosis, Kafka podría haberse escapado del holocausto. Roth parece ver en sus últimos meses, cuando finalmente sale de la prisión de Praga y de la familia de origen y vive en Berlín con Dora Dymant, quien le enseña hebreo, esa posibilidad. En la segunda parte, Roth hace un breve cuento en el que Kafka es el profesor de hebreo de un joven Roth; Kafka corteja a su tía Rhoda, está a punto de casarse pero finalmente no logra hacerlo (como cayeron todos los compromisos del Kafka real).

 

Originales de las citas

”like his job, his health was more a counterpart than an enemy to his creative life. Kafka’s struggle was not just with his job, his illnesses, bourgeois customs, but with existence itself - the inevitable result of the coming into being of his body”. (p. 195)

“I don’t have ‘literary interests’: literature is what I’m made of”. (p. 19)

“This alliance was so close that the Jews did not feel themselves to be allies at all but simply identified themselves with the Germans.” (p. 48)

“The world of modern capitalism, seen as a form of hell on earth, and the helplessness of all human endeavor in the face of the power wielded by that world: such is the stuff of which Kafka’s fiction is made”. (p. 182)

“Was Kafka’s a prophetic vision? Or is the unknown guilt of his guilty men a mundane metaphor for original sin, in fact; for the Fall of Man?” (p. 104)

“Kafka’s world (...) is the exact complement of his era which is preparing to do away with the inhabitants of this planet on a considerable scale”. (p. 177)

 “a prophetic writer with but a single theme (...) It is the astonishment of a person who is aware that enormous upheavals in all relationships are imminent, and yet is incapable of adjusting to the new order” (p. 180)

“Kafka presented in fictional terms the image of man as conceived by Freud.” (p. 145)

“What Freudian psychoanalysis diagnosed as ‘neurosis’ was for Kafka a spiritual or existential anguish, inseparable from the whole being of the one who suffered it.” (p. 146-7)

 “a death wish directed at one’s father may be disguised as the father’s assault upon the son” (p. 156)

“Kafka is right. He is unique. There are no generalizations in life or in art, only the special event sensed to have significance.” (p. 229-230)

lunes, 8 de noviembre de 2021

Primeros apuntes sobre algunos cuentos de Kafka

 


Me metí en un curso de Kafka con Santiago Llach. Los primeros cuatro cuentos a leer son “La condena”, “El fogonero”, “La metamorfosis” y “Ante la ley”. Estos son mis apuntes desordenados y veloces.

 

“Before the Law” / “Ante la Ley”

Una persona viene del campo y se acerca a la Ley. El guardia le dice que no puede pasar ahora, pero quizás más adelante sí, y le dice que hay muchos guardias de allí en más. El hombre del campo piensa que la Ley “sin duda debería ser accesible para todos” (p. 3) pero haga lo que haga, el guardia no lo deja pasar. “Se sienta ahí por días y años” (genialidad, p. 3) hasta que finalmente, ya viejo y cerca de la muerte, le pregunta al guardia cómo es que nadie más se acercó a la puerta. El guardia le dice que esa puerta era solo para él y la cierra.

Apuntes. Un montón de tópicos kafkianos en dos páginas. Aunque el hombre está afuera, está encerrado. No sabemos por qué razón quiere acceso a la ley: ¿alguien le hizo un daño, él debe expiar una culpa? No hay instrucciones: el hombre debe esperar ahí a que algo suceda, nadie le dice cuál es el procedimiento. Soledad: está ahí solo, sin contacto con nadie más que el guardia, representante de una estructura mayor. Y claro, la Ley es el padre.

 

“The Judgment”

Georg Bendemann, un joven comerciante, le escribe a un amigo que se mudó a Rusia. Como su amigo no está bien allí, no quiere ni hacer referencia a los problemas del amigo ni a su propio éxito (comercial y emocional, ya que Georg está comprometido con una chica de “una buena familia”). Al terminar de leer la carta, y llevado quizás por la culpa, decide ir al cuarto del padre, donde “no había entrado por meses”. Al principio el padre parece enfermo, disminuido; Georg le cuenta que le escribió una carta a su amigo y luego lleva al padre en brazos a la cama. Pero de pronto hay un cambio (¿una metamorfosis?): el padre ya no es débil, y acusa a Georg de quererlo muerto (“Vos querías cubrirme del todo”, p. 84), lo acusa de tratar mal a su amigo de Rusia, de sacarle el negocio a él. Pero sobre todo condena que haya decidido casarse; porque su prometida “se levantó las polleras (...) has deshonrado la memoria de tu madre, traicionado a tu amigo, y encerrado a tu padre en cama para que no pueda moverse.” (p. 85) El padre se agranda, se para sobre la cama, le grita a Georg, que al principio le hace frente pero de a poco se va apocando frente al padre, quien finalmente condena al hijo y dicta como sentencia muerte por ahogamiento; tras ello George sale corriendo del cuarto y de la casa y termina tirándose al río.

Apuntes: obvias interpretaciones biográficas, el padre distante y agresivo y el compromiso (Felice, Frieda). Como en “La Metamorfosis”, el hijo muere. Como en "La Metamorfosis", si el padre crece, el hijo decrece y vice versa. La ley, siempre la ley.

 

“The Metamorphosis” / “La Metamorfosis”

Gregor Samsa es viajante en una empresa, obligado a trabajar allí para pagar las deudas de sus padres, aunque sueña con irse. La empresa es pura disciplina y rigor. Un día, Gregor se despierta y es un insecto gigante; no solo tiene el aspecto de insecto, sino las características: cambian sus gustos en cuanto a la comida, su familia ya no le entiende cuando habla, etc. Gregor queda totalmente aislado; lo encierran en su habitación (en p. 110 habla de “encierro” o “encarcelamiento” - “imprisonment”), donde le dejan comida, no le hablan ni él puede hacerse entender; incluso se esconde debajo de una sábana cuando entra la hermana a alimentarlo para que ella no sufra viéndolo, y eso lo describe como un “entelonamiento y confinamiento” (“curtaining and confining” p. 114). Gregor está encerrado en el cuerpo de un insecto, encerrado en su habitación, totalmente aislado, solo, en medio del hogar familiar. La soledad es total cuando Gregor escucha a su madre decirle a su hermana que cierre la puerta; “and he was left again in darkness”, “y lo dejaron de nuevo en la oscuridad” (p. 125). Finalmente, la hermana dice que tienen que sacarse de encima al insecto: “we must try to get rid of it” (p. 133). Lo peor es que Gregor es consciente de todo esto, pero su familia no se da cuenta de que él se da cuenta; la incomunicación es total, es aislamiento es total (p. 134/135). Poco después, Gregor muere y la familia vuelve a la normalidad (o mejor): termina con una salida a un parque, todo aire y luz, y la hermana floreciendo.

Tres metamorfosis: la de Gregor en un insecto; la del padre, que pasa de la debilidad y la incapacidad a volver a trabajar y ponerse la familia al hombro (p. 120/121); la de la hermana, que al final, “florece” (“she had bloomed into a pretty girl with a good figure”, p. 139.)

La primera tercera: no sé si Kafka inventó la primera tercera, pero es una cosa muy especial; vemos todo desde el punto de vista de Gregor pero en tercera persona. Por un lado, sentimos con Gregor, por el otro no es extraño.

Obviamente se puede interpretar de mil maneras: el tema padre / hijo, siempre presente. Como en "La condena", la relación padre hijo está en un subibaja: cuando uno crece, el otro decrece. Hay una interpretación freudiana (Walter H. Sorkel, "Freud and the Magic of Kafka's Writing"): Gregor tenía el deseo de salirse del trabajo al que estaba obligado por las convenciones sociales; reprime ese deseo, que termina manifestándose en un fallido descomunal, por el que se convierte en insecto; así cumple el deseo prohibido y es a la vez castigado por hacerlo. Pero la interpretación que más me gusta a mí es la del artista: Gregor es un artista atormentado, aislado, incomprendido, que no puede vivir en el seno de la sociedad / la familia burguesa; es, se convierte en, "un bicho raro", y solo cuando sale de ahí, muriendo, su familia puede ser una auténtica familia burguesa.

 

“The stoker” / “El fogonero”

Karl, de 17 años, fue seducido por una mucama, que tuvo su hijo, y sus padres se desembarazan de él mandándolo a América. Lo vemos a Karl el día que llega a Estados Unidos (“El fogonero” es el primer capítulo de la novela América). Antes de bajar, le pide a alguien que conoció en el barco que le cuide la valija mientras baja a buscar un paraguas que olvidó. Pero nunca llega al paraguas, entra como en un laberinto de pasillos y camarotes, se pierde, empiezan a suceder cosas raras con el tiempo, y de pronto termina encontrándose con un fogonero del barco. El fogonero le cuenta todas sus quejas con la empresa, por culpa del ingeniero jefe, Schubal. Karl termina acompañando al fogonero a las oficinas del barco, donde quiere presentar sus quejas. Allí se produce una escena que es como un juicio (otra vez), donde Karl hace de defensor del fogonero ante el capitán del barco. Pero el fogonero no se ayuda mucho a sí mismo, hace una diatriba interminable, “estaba fuera de control”. Luego llega Schubal, que viene a defenderse de las acusaciones del fogonero. Y en eso, de la nada, un señor distinguido que estaba con el capitán, con un bastón de bambú, le pregunta el nombre a Karl y se identifica como su tío Jakob. El tío termina de contarle a todos que Karl es su sobrino y las condiciones por las cuales vino a América y Karl vuelve a recordar su valija, pero intenta seguir defendiendo al fogonero, quien lo felicita por encontrar al tío, y deja de pelear, parece darse por vencido, y el tío empieza a sacarlo de allí y termina llevándoselo a tierra en un bote, donde Karl llora, piensa que es como si ya no hubiera fogonero “y se pregunta si este hombre [su tío] sería capaz en algún momento de reemplazar para él al fogonero” (“he wondered whether this man would ever be able to replace the stoker for him”). Así, el fogonero, con quien Karl parece haber estado apenas unos minutos, a lo sumo una o dos horas, adquiere el status de un padre: su padre fue reemplazado por el fogonero y este, quizás, será reemplazado por el tío.

lunes, 1 de noviembre de 2021

El vuelo del Palomo

 


Ayer murió el chico con el que hacía dupla ofensiva en el mejor equipo de fútbol en el que jugué en mi vida.

Con el perdón de tantos otros equipos y amigos, el mejor equipo en el que jugué en mi vida fue Taciru, un equipo amateur en el Club O. Nuestra camiseta, que aún conservo en algún lado, era horrible. Una banda negra cruzaba en diagonal, dejando a cada lado un triángulo rojo y otro verde.

La base de Taciru eran cinco hermanos de un lado y cuatro primos del otro. El arquero era un primo de los hermanos, Fede R.; atrás jugaban tres de los cuatro hermanos y un amigo: Pablo L., Agustín L., Javi E. y Tomás L; en el medio, de 5, iba el quinto hermano, Andrés; a los costados iban dos primos míos, Guillermo B. a la derecha y Juan P. G. a la izquierda; de 10 otro “extranjero”, Vlado V; y la extraña pareja ofensiva éramos los otros dos primos, Iván P. y yo. Iván medía más de 1,90 pero iba por afuera, generalmente por derecha; parecía lento pero de pronto hacía un amague raro y adelantaba la pierna interminable y tiraba el centro, y yo, de poco más de 1,75, me escabullía detrás de los centrales y cabeceaba al arco, o le daba con la canilla o la rodilla y de rebotero entraba igual. Salimos campeones unas cuantas veces, y yo salí goleador más de una vez gracias a los pases de Juan y de Vlado, y de los centros de Iván.

Siempre me pareció un poco misterioso Iván. Así como en la cancha, parecía que iba a un lado e iba para el otro. De chicos nos veíamos mucho pero éramos como de grupos distintos. Después, durante la adolescencia, hicimos un grupo, estos cuatro primos más otro que jugaba menos al fútbol, Fede B., y el hermano de Iván, Santi P., un gran jugador de fútbol, un cinco durísimo pero con buen pie, y el hermano de Juan, Alejandro. Las peores patadas que sufrí y que dí fueron en picaditos entre nosotros, un tres contra tres en el jardín de alguno, una tarde de diciembre pasadas las siete de la tarde, después de un día de pileta y Coca Colas, con el sol poniéndose y los grillos silbando. La vida era eso: estar con amigos, jugar al fútbol, hablar de chicas (o, para algunos de nosotros, escuchar a nuestros amigos hablar de chicas), planificar vacaciones.

Taciru nació en unas vacaciones en la costa de Chile. Yo no estaba. Se encontraron esos hermanos con algunos de estos primos y se hizo todo un grupo de argentinos que iban a bailar a un boliche que se llamaba Tacirupeca, donde estaban todas las noches al borde de agarrarse a trompadas con chilenos. El boliche, como nuestra camiseta, era horrible. Yo fui a esa misma playa al año siguiente y un día la cosa se puso peluda con los chilenos; yo había tomado un poco, o no tan poco, quién sabe, y estaba la cosa ahí al borde y yo salté y dije “no, muchachos, ¿qué nos separa? ¿Una cordillera? ¿Distintos documentos?” Todavía tengo la nariz un poco doblada del ñoqui que me comí esa noche. ¿Dónde estaba Iván? Si no me equivoco estaba en el auto, con las chicas argentinas, siempre lejos del conflicto innecesario, preparado para llevárselas si se complicaba. Al día siguiente, yo seguía con hielo en la nariz cuando todos contaban los pormenores de la batalla campal; Iván escuchaba desde un costado con una sonrisa enigmática.

El equipo andaba muy bien, y siempre estábamos cerca del campeonato. Algunas veces lo logramos, otras no. Lo más difícil era que los hermanos L., que vivían a 5 minutos de la cancha, llegaran a tiempo. Llegaban siempre al borde de que nos declararan el walk over, en la camioneta F-100 verde en la que iban a las mañanas al Mercado Central a comprar la fruta y verdura que después repartían en los primeros barrios cerrados que aparecían por la Panamericana en los 90. Uno manejaba, los otros agitaban en la caja, haciendo flamear una bandera de Taciru. Nosotros, en cambio, llegábamos siempre a tiempo, ya sea que fuéramos desde el Oeste o desde Capital; en el Gacel de la hermana de Guillermo, el Gol de la mamá de Juan, el Fiat azul de la mamá de Fede B., nuestro fan número uno, siempre fumándose un pucho al costado de la cancha, o en el Duna 1989 de mis viejos, que nos obligaba a parar dos o tres veces a ponerle agua porque recalentaba. La clásica parada, viniendo de Capital, era la Dapsa de Figueroa Alcorta, donde comprábamos una lata de Coca con una moneda de un peso y un tubito de Pringles para el camino; yo al Duna le ponía $10 de nafta y con eso hacíamos Capital-Pilar-Capital y el tanque quedaba en cero para mi hermana.

El Duna se calentaba siempre, Iván nunca. Siempre tranquilo, parsimonioso, con el tranco largo que parecía más lento de lo que era. Cuando llegó Usuariaga a Independiente, a Iván le empezamos a decir Palomo. Iba por un costado, amagaba para adentro, iba para afuera dando un paso largo, y soplaba un centro. Alguna vez era al revés y yo le tiraba el centro a él; me acuerdo de uno que me salió un poco bajo y el flaco tuvo que bajar en escalera a cabecearlo: Iván hizo una palomita en cámara lenta, le dio con la frente cuando las rodillas llegaban al piso y todos gritamos el gol.

En esos años hacíamos todo juntos. Vacaciones, boliche, fútbol. Nos juntábamos a estudiar aunque estudiáramos cosas distintas, pero nadie estudiaba nada. Prendíamos un fuego, tirábamos algo a la parrilla, nada nos preocupaba. Fueron dos o tres años que en la memoria parecen tanto más. Después comenzaron otras cosas, llegaron otras novias, trabajos, planes. Él se recibió de ingeniero, se fue a vivir a Tierra del Fuego, conoció a una chica, se casó, tuvo hijos. Mi último recuerdo de él es de mi casamiento, hace más de 20 años. No estoy seguro si lo volví a ver. Mis otros primos quedaron más en contacto, me contaban de él, de sus hijos, de su vida. Nunca pude hablar en serio con Iván, entenderlo del todo; salvo dentro de la cancha, nunca sabía para dónde podía salir. Salvo dentro de la cancha, nunca pude conectar del todo. Y aunque sea un cliché, su partida me hace pensar que hay algo de esa época, de esa falta de preocupación por el futuro, que hay que rescatar. Preocuparse menos por cosas sin importancia, buscar estar cerca de la gente que uno quiere, tirar centros para que otro cabecee.

Hoy el Palomo vuela en serio, y la banda negra que cruza los pechos de los que jugamos en Taciru adquiere otro sentido.