miércoles, 28 de mayo de 2014

El camino interno


The Road to Los Angeles es una novela corta, de unas 160 páginas, y recién en la página 152 de mi edición se hace referencia al camino a Los Ángeles. Todo lo anterior es el camino interno que hace el protagonista y narrador, Arturo Bandini, para ser un escritor. Más bien, para empezar a ser un escritor.
Arturo es un pibe de unos 20 años que vive con la madre y la hermana en un departamento alquilado en una ciudad costera cercana a Los Ángeles. Lee a los grandes filósofos y no logra conectarse emocionalmente: ni con mujeres, ni con la madre, ni con la hermana. Desprecia a todos y consigue torturados alivios sexuales con fotos de chicas arrancadas de revista, chicas a quienes les inventa historias. Al llegar a la página 43 recordé haber leído algo muy parecido a este personaje: el Ignatius Reilly de A Confederacy of Dunces (La Conjura de los Necios), libro que me aburrió y no terminé. La diferencia, claro, es que John Fante escribió esta novela, su primera aunque sólo se publicó de forma póstuma, entre 1933 y 1936, y Kennedy Toole la suya en la década de 1960. (Curiosamente, La Conjura... también se publicó de manera póstuma; en ambos casos, los manuscritos se encontraron después de la muerte de los autores.)
Doy vueltas, sí. La cuestión es que Bandini, este otro Ignatius, anda vagando por la vida hasta que un día entra a comer a un boliche y una conversación con el dueño lo pone en camino. "Dijo, 'Leés mucho. ¿Nunca trataste de escribir un libro? Eso fue todo. Desde ese momento quise ser escritor." (p. 28) De ahí en más pasan muchas cosas: un día mata a cientos de cangrejos; va al parque a leer, lo rajan de un laburo y después el tío lo obliga a trabajar, y entra a una fábrica de pescado envasado. Esa no es una buena experiencia para Arturo: "Esa primera mañana no tuvo comienzo y no tuvo fin. Entre vómito y vómito me paraba en el depósito de latas y tenía convulsiones. Y les dije quién era. Arturo Bandini, el escritor." (p. 60) Aunque la mitad del tiempo parece ridículo, lo que es claro es que Arturo no pertenece y es difícil ser artista sin esa condición.
Como decía, el resto del libro es el camino interno hacia Los Ángeles, hacia convertirse en un escritor, en un típico Bildungsroman literario. Ese camino se hace a veces medio cansador, pero tiene humor y tiene momentos de poesía, como este que me hizo pensar en Bukowski, a quien parece que le gustaba Fante: "Esa mujer. ¡Cómo la amaba! El espiral de su forma, el hambre en sus ojos cazados, la piel de su cuello, su media corrida, el sentimiento en mi pecho, el color de su tapado, el brillo de su cara, el hormigueo en mis dedos, cómo flota bajando por la calle, el frío de las estrellas brillantes, el tonto serpenteo de una luna creciente, el gusto del fósforo, el olor del mar, la suavidad de la noche, los estibadores, el click de las bolas de billar, las gotas de música, el espiral de su forma, la música de sus talones, la terquedad de su caminar, el viejo con un libro, la mujer, la mujer, la mujer." (p. 129)
Es en ese momento que Arturo tiene una idea y empieza a escribir una novela y la prosa de Fante se torna poética: dos páginas más adelante juega con comas ("y aunque hacía el amor, y, tenía amoríos ... estaba solitario y, encastillado para el, amor") y dos páginas más adelantes juega con los sonidos de palabras (lo que ni voy a intentar traducir). El libro de Arturo no funciona, claro, pero el personaje sabe qué tiene que hacer; sabe que tiene que seguir probando (como yo no quiero probar); sabe que se tiene que ir. "Con la valija en la mano, caminé hasta la estación. Había una espera de diez minutos para el tren de la medianoche para Los Ángeles. Me senté y empecé a pensar en la nueva novela." (p. 164)

Originales usados
"He said, 'You read a lot. Did you ever try writing a book?' That did it. From then on I wanted to be a writer." (p. 28)
"That first morning had no beginning and no end. Between vomitings I stood at the can dump and convulsed. And I told them who I was. Arturo Bandini, the writer." (p. 60)
"That woman. How I loved her! The coil of her form, the hunger in her hunted eyes, the fur at her neck, the run in her hose, the feeling in my chest, the color of her coat, the flash of her face, the tingle in my fingers, the floating after her down the street, the coldness of the glittering stars, the dumb slither of a warm crescent moon, the taste of the match, the smell of the sea, the softness of the night, the stevedores, the click of poolballs, the beads of music, the coil of her form, the music of her heels, the stubbornness of her gait, the old man with a book, the woman, the woman, the woman." (p. 129)
"and though he made love, and, had love affairs ... he was lonely and, incastellated for, love" (p. 131)
"Suitcase in hand, I wlaked down to the depot. There was a ten minute wait of the midnight train to Los Angeles. I sat down and began to think about the new novel." (p. 164)

lunes, 19 de mayo de 2014

Somos todos raros


El narrador había dejado de escribir para dedicarse a trabajar, sentía que había “claudicado como artista” y vuelve a escribir con forma de diario: “no estoy escribiendo para ningún lector, ni siquiera para leerme yo. Escribo para escribirme yo; es un acto de autoconstrucción. Aquí me estoy recuperando, aquí estoy luchando por rescatar pedazos de mí mismo (…) esto no es una novela, carajo. Me estoy jugando la vida.” (p. 24-25) 
Nace así El diario de un canalla y el método Levrero de novelar o de escribir: el ingreso al mundo interno de un hombre desde la cotidianidad; la relación del narrador con un pichón de paloma, con un gorrión y con una abeja abren la puerta a un hombre y a su manera de lidiar con la vida, con el miedo a la muerte y con la soledad. Más que una puerta, es un foco, que ilumina partes de la vida interna y externa. Mucho queda allí escondido, no dicho.
La segunda parte del libro tiene Burdeos 1972. En un diario fechado en 2003, el narrador lucha por recordar un momento de su vida 30 años antes en el que, siguiendo a una mujer, se instaló por un tiempo en Francia. De nuevo, la vida cotidiana se impone y el autor puede tomarse cinco páginas para relatar la compra de un reloj de pared o el día a día con la hija de esa mujer. Desde esas historias pequeñas siempre el centro es ese personaje, ese hombre, que es siempre un enigma. “Ahora, en Burdeos, yo estaba viviendo con dos desconocidos: Antoinette y yo.” (p. 106) 
A Levrero se lo conoce como uno de “los raros”, junto con Felisberto Hernández y otros autores uruguayos difíciles de encasillar. En la última entrada de este diario, el narrador recuerda un diálogo con aquella mujer, tiempo antes de la mudanza, a principios de la relación; la francesa le dijo: "Sos raro como gente". Todos lo somos, quizás, y esta rara forma de literatura es una manera de enfrentar la propia rareza.