miércoles, 27 de diciembre de 2023

Macrohistoria

 


Leí “Guns, Germs, and Steel”, clásico de la economía del desarrollo que había visto citado un montón de veces sin haberlo encarado nunca. Es un librazo, muy bien argumentado, que te explica a grandes trazos, un poco como Sapiens de Harari, la macro-historia, partiendo de una pregunta básica: ¿por qué los pueblos europeos conquistaron América, África y Oceanía? ¿Por qué fue así y no al revés? La respuesta, dice Diamond, no está en la raza o en la cultura, sino en la geografía; pero no en la geografía tonta (“la gente en los trópicos no trabaja”) sino en entender que lo que puede y lo que no puede hacer el humano está condicionado por la geografía (y lo estaba mucho más hace 500, 2.500 y 50.000 años).

El argumento es más o menos el siguiente. Los europeos conquistaron el mundo entre los siglos XV y XIX básicamente porque tenían aquello que anuncia el título, armas, gérmenes y acero. Y tenían todo eso porque tenían más población y mayor densidad de población. La densidad genera tecnología y gérmenes, y lo de los gérmenes no es menor: dice Diamond que se estima que las enfermedades mataron hasta 95% de la población americana precolombina. Los europeos tuvieron el crecimiento poblacional que permitió aquello básicamente por dos razones. Primero, porque en Eurasia había más plantas y animales domesticables que en las Américas, África y Oceanía. Es decir, de lo que a hoy ha sido domesticado, más estaba disponible en Eurasia; no es que los humanos de uno u otro lugar hayan sido mejores que otros para hacerlo, sino que tuvieron la suerte o no de tenerlos a su disposición para jugar con ellos hasta poder controlarlos. Las plantas son comida, mucha que se puede guardar, y los animales son proteína, son fuerza motriz y fuente de otras cosas como lana y, también, fuente de gérmenes. 

La segunda gran razón es que las plantas, los animales, los hombres y toda la tecnología y conocimiento que venía con ellos podían moverse más fácilmente en Eurasia que en los demás continentes por la simple razón de tener un eje este-oeste y no norte-sur. Los seres vivos resisten mal los cambios norte-sur (diferencias de temperaturas y de cantidad de luz solar). Además, América y África tienen accidentes geográficos específicos (el istmo de Panamá, desiertos, zonas tropicales con enfermedades para las que los humanos o animales no tienen inmunidad, etc.). Por todo esto, las civilizaciones nacidas en la Mesopotamia y en China pudieron moverse mucho más libremente que las dos grandes civilizaciones andinas, por ejemplo, que nunca llegaron a conectarse. 

In short, plant and animal domestication meant much more food and hence much denser human populations. The

resulting food surpluses, and (in some areas) the animal-based means of transporting those surpluses, were a

prerequisite for the development of settled, politically centralized, socially stratified, economically complex,

technologically innovative societies. Hence the availability of domestic plants and animals ultimately explains

why empires, literacy, and steel weapons developed earliest in Eurasia and later, or not at all, on other

continents. The military uses of horses and camels, and the killing power of animal-derived germs, complete the

list of major links between food production and conquest that we shall be exploring. (p. 40).

El libro explica todo esto con muchísimo detalle, lo cual lo hace super claro. Por ejemplo, muchas páginas sobre por qué los animales son o no domesticables. Y el autor se pregunta y se responde usando todo tipo de argumentos, basándose en cuestiones biológicas, lingüísticas y arqueológicas. Por todo esto, ese argumento que resumí en dos párrafos se hace súper creíble. También, claro, se hace un poco largo, por lo que a los que no son tan nerds quizás les alcance con la introducción y la conclusión. Sobre todo, se me hicieron largos los últimos capítulos donde pone a prueba, entre comillas, su teoría contrastándola con los conocimientos disponibles sobre los movimientos de la humanidad en cada uno de los continentes. Más allá de ello, un libro espectacular, que justifica ampliamente su condición de clásico.


Original de la cita

"In short, plant and animal domestication meant much more food and hence much denser human populations. The resulting food surpluses, and (in some areas) the animal-based means of transporting those surpluses, were a prerequisite for the development of settled, politically centralized, socially stratified, economically complex, technologically innovative societies. Hence the availability of domestic plants and animals ultimately explains why empires, literacy, and steel weapons developed earliest in Eurasia and later, or not at all, on other continents. The military uses of horses and camels, and the killing power of animal-derived germs, complete the list of major links between food production and conquest that we shall be exploring." (p. 40).

"If your country has the geographic good fortune to include Argentina’s expanse of temperate-zone pampas for growing wheat and cattle, even Argentina’s notoriously bad government can’t reduce your country to poverty." (p. 8).

martes, 26 de diciembre de 2023

Tener en casa a tu papá (cuento)

 “¿Cuánto falta?”, preguntó Benja desde la tercera fila de asientos.

“Ocho minutos”, dijo Memo, porque eso decía Waze que faltaba hasta la esquina donde doblamos para ir a la cancha.

“Y de ahí ocho minutos hasta el acceso, ocho hasta el estacionamiento y ocho hasta el palco”, dije yo.

Fue premonitorio: tardamos exactamente eso hasta el puente rojo y el vallado donde controlan los permisos de estacionamiento; y ocho minutos a paso de hombre hasta el estacionamiento. El acceso estaba obstruido por colectivos estacionados, por gente caminando por la calle y por grupitos de hinchas vestidos de rojo alrededor de vendedores con heladeras de telgopor.

“Qué Fernet generoso”, dijo Sole; un tipo de musculosa negra servía el Fernet en vasos de plástico grandes, y otro abrió una botella de Coca que explotó por el gas, salpicando a todos los muchachos de la ronda.

Estacionamos y caminamos por Alsina; pasamos un cacheo, pasamos debajo de las vías y accedimos al predio. Después de otro cacheo usamos las entradas magnéticas en los molinetes.

“Hoy tenemos que tocar el botín izquierdo de Bochini, con el derecho perdimos”, dijo Benja. Unas semanas atrás, con el enano habíamos tocado el botín derecho de la escultura del ídolo del club tratando, sin éxito, de generar una cábala y una tradición.

“No sé, quizás tenemos que probar sin tocar al Bocha, Benja, ¿qué pensás?”, le dije.

“No, no, hoy el izquierdo, y si perdemos...”

“¡No, Benja!”, lo interrumpí, “hoy no podemos perder, hoy no vamos a perder”.

“No, no, ya sé”, me respondió el hijo menor de Memo, un primo que es amigo pero que en verdad es hermano.

Seguimos por el playón y entramos al estadio por la garganta. Subimos las escaleras y caminamos paralelo al arco de los milagros, viendo a la izquierda la pileta, verde en el final del invierno, y al llegar a la otra garganta enfilamos para el arco de las vías. Ahí miré el reloj heredado del viejo y puse mis manos en los bolsillos del jean. Se estaban cumpliendo los ocho minutos de la última etapa y yo caminaba con las manos en los bolsillos, la campera abierta, la bufanda roja sin atar, cayendo hacia cada uno de los bolsillos donde tenía mis manos, mis zapatos un poco hacia afuera, como si estuvieran marcando las dos menos diez. Estaba caminando en la postura típica de mi viejo, igual a la foto que tenía detrás de su bar, en la que estaba en el otro lugar de sus pasiones, el hipódromo.

Empezamos a bajar las escaleras y escuché a papá decir “vengan, chicos, quédense cerca”. “Síganme”, nos dijo, y nos pasamos del piso del palco que tenemos con Memo;  llegamos a la planta baja y doblamos a la izquierda, “por acá”, y entramos al túnel que lleva a la popular local. “Quiero ver cómo forma la reserva”, dijo el viejo, y ahí sobre la pared de siempre estaba pegado un papel membretado, con los números gordos en rojo. El equipo titular iba con Goyén; Clausen, Villaverde, Trossero y Killer; Giusti, Marangoni, Burruchaga y Bochini; Morete y Calderón. En la reserva jugaba un diez que prometía, Merlini. Salimos del túnel de vuelta hacia las piletas y doblamos a la izquierda, caminamos unos metros y entramos a la confitería que está debajo de la popular local, la de la visera icónica. Comimos milanesas con papas fritas y papá nos dejó tomar Coca, que venía en botella de vidrio. Después de terminar, y antes de ir a nuestras plateas, papá le compró un gorrito tipo piluso a Memo, que desde ese día fue hincha de Independiente.

Volvimos a subir las escaleras, ahora oscuras como el Fernet, y escuché que papá me decía “vos seguí viniendo, Negro, seguí viniendo que veo todo con tus ojos”, y cuando salimos de las escaleras Benja me dijo “Perro: ¿estás bien, Perro?”

Tenía puesto el gorrito de lana que le compré para su cumple de ocho hace unos días y me acordé del partido contra Tigre, al final, cuando me preguntó, después del gol para la victoria en la última jugada del partido, con sus ojos enormes y su voz aguda, “¿estás llorando, Perro?”, y me acordé también del mensaje de WhatsApp que le dejó hace un par de meses a mi hija, con la misma voz inocente, diciéndole “no te preocupes, Lucre, tu abuelito ahora está mejor porque está con Jesús”, aunque el viejo siempre tuvo, más bien, simpatía por el diablo.

“Sí, Benja, ¿cómo no voy a estar bien? ¡Si le tocamos el botín izquierdo al Bocha!”

Abrí la puerta al palco y el estadio explotaba, el humo de los fuegos artificiales salpicándonos a todos como la espuma de la botella de Coca Cola, pero tiñendo todo de rojo.

lunes, 4 de diciembre de 2023

Hasta acá llegué

 


Empecé a leer There Your Heart Lies, de Mary Gordon, y no duré ni cincuenta páginas. Una chica de la alta sociedad deviene comunista, se casa sólo por apariencias con el ex amante homosexual de su hermano muerto, y se embarca a España para colaborar con la causa republicana durante la Guerra Civil. ¿Qué pasa después? No sé, apenas estuve unas noches con ellos en el barco, pero el realismo social y la discusión moral entre los personajes si está bien o no aceptar el upgrade a primera clase que reciben ya me molestó. Probablemente yo no esté pasando un buen momento para la ficción, así que no voy a decir mucho de Mary Gordon y su obra, solamente lo dejé, empecé algo de no ficción, y dejo acá asentado que no logró captar mi atención.

Millennials

 


Leí Beautiful World, Where Are You, de Sally Rooney, de quien leí también Normal People. Debo decir que odié el final de Beautiful People… (que no voy a spoilear) y disfruté algo la mayor parte del libro. No un montón, no muchísimo, no sé si llega a bastante, pero por momentos avanzaba rapidísimo en la lectura.

La novela trata sobre las relaciones entre cuatro personajes: Eileen y Simon se conocían de chicos, aunque Simon era más grande, y siempre hubo algo ahí. Luego Eileen se conoció en la universidad con Alice, que con el tiempo devino una novelista exitosa, tuvo un breakdown, y se fue a vivir a un pueblo donde conoce a Felix a través de una aplicación. En ese momento empieza la trama que relaciona a estos cuatro millennials: Alice la novelista exitosa, Eileen la literata frustrada, Simon el abogado de izquierda y Felix que trabaja en un depósito.

Todo eso se estructura en dos tipos de textos. Por un lado, tenemos el relato en una tercera persona que busca ser muy tercera, muy objetiva, y que por momentos parece casi un guión o acotaciones teatrales, pero que por momentos no me parece aceptable, porque no es realmente una mirada objetiva sino que trata de aparentar objetividad. Por ejemplo, conocemos a Eileen en un capítulo que empieza así: “A las doce y veinte de un miércoles, una mujer estaba sentada detrás de un escritorio en una oficina compartida en el centro de Dublín, escroleando para abajo en un documento de texto.” (p. 19) O, hacia el final de una secuencia importante: “El mar hacia el oeste, el largo de una tela oscura. Y hacia el este, subiendo y a través de las rejas, la vieja rectoría, azul como la leche. Adentro, cuatro cuerpos durmiendo, despertando, durmiendo nuevamente.” (p. 258) Por otro lado, están los mails que se mandan entre Eileen y Alice, donde es todo subjetividad, pero que progresivamente me fueron aburriendo, y hasta irritando, sobre todo cuando se convierten en una crítica cultural de esta izquierda light tan millennial (la misma que está del lado equivocado en Medio Oriente en estos momentos, aunque no hay nada del tema en la novela, por supuesto) que encuentro tan irritante por livianita.

También me irritaba Eileen, la millennial patrón, con su neurosis galopante, pero eso en el fondo es lo que está bien del libro, la descripción de esta generación que no logra separarse de sus propios ombligos. Mujeres y varones de edad adulta que sigue comportándose un poco como adolescentes sin encontrar la manera de salir de su loop. Dice Eileen: “La gente de nuestra edad se casaba y tenía hijos y amantes, y ahora todos son solteros y viven con compañeros de departamento a los que nunca ven” (p. 186). La soledad de los hiperconectados, que no pueden decirse las cosas, que no pueden comunicarse, queda más puesta en evidencia por Felix, que dice cualquier cosa, sin mucho freno, sin ningún tacto, y que me resultó el personaje más querible. (Un ejemplo gracioso de Felix siendo Felix: "Digo, en serio, creo que si todos los hombres que se hayan portado más o menos mal en algún momento en un contexto sexual de golpe se murieran mañana, quedarían tipo once hombres vivos.” - p. 136).

Así que así los vemos a estos cuatro chicos, durante 250 o 300 páginas, tratando de darse cuenta de cómo va la cosa (como le dice Eileen a Alice en uno de esos mails: “¿Qué si estas cosas suben y retroceden naturalmente, como las mareas, mientras el significado de la vida se mantiene siempre igual - sólo vivir y estar con otras personas” - p. 161) y nos divertimos un poco y nos irritamos un poco y a veces los entendemos un poco y otras les decimos grow up already y después viene ese final que bueno, no voy a spoilear.

 

Originales

“At twenty past twelve on a Wednesday afternoon, a woman sat behind a desk in a shared office in Dublin city centre, scrolling through a text document.” (p. 19)

“The sea to the west, a length of dark cloth. And to the east, up through the gates, the old rectory, blue as milk. Inside, four bodies sleeping, waking, sleeping again.” (p. 258).

“People our age used to get married and have children and conduct love affairs, and now everyone is still single at thirty and lives with housemates they never see.” (p. 186).

"I mean honestly, I think if every man who had ever behaved somewhat poorly in a sexual context dropped dead tomorrow, there would be like eleven men left alive.” (p. 136).

“What if these things just rise and recede naturally, like tides, while the meaning of life remains the same always - just to live and be with other people?” (p. 161).

La construcción de un imperio

 


El domingo 22 de octubre, mientras el país votaba, yo terminé de leer From Colony to Superponer. U.S. Foreign Relations since 1776, de George C. Herring, parte de la Oxford History de Estados Unidos. La colección está pensada en 12 volúmenes, 11 divididos cronológicamente y este temáticamente, concentrándose en las relaciones externas de EE.UU. De los 11 temáticos, leí 7, 3 no han sido publicados aún, y me falta el último, que va de Watergate a Bush vs Gore y que no creo que vaya a leer. Tampoco voy a leer los dos primeros, aún no publicados, que van a ser previos a la independencia. Es decir que quedé a un solo libro de terminar el proyecto, el de Bruce Shulman sobre el período 1896-1929, que es, de hecho, el período que quizás más me interesa. Así las cosas.

¿Qué decir sobre From Colony to Superpower? Lo primero que debo decir es que debe ser el libro que más tardé en leer en mi vida. Lo compré en diciembre de 2021, lo empecé a leer en algún momento de 2022 y luego lo dejé porque pasaron cosas, y lo retomé en algún momento de este año, hace quizás dos meses. Segundo, creo que está bueno haberlo leído para tener una mirada general sobre la historia de las relaciones internacionales de EE.UU., pero sobre todo creo que hay que pensarlo como un libro de consulta, al que podría acceder para ver, por ejemplo, la próxima vez que haya una intervención de EE.UU. en Medio Oriente. En fin…

Finalmente, me voy a concentrar en algunos puntos que hace el autor en la introducción. Primero, contraria a la lógica “aislacionista” de algunos actores presentes y pasados, “La política exterior ha sido central a la experiencia nacional desde el comienzo.” Más allá de ese “mito” aislacionista, “desde 1776 en adelante, Estados Unidos ha sido un jugador activo e influyente en los asuntos globales. La política exterior ha tenido un enorme impacto en la vida americana.” Ligado con esto, “Los americanos se piensan a sí mismos como amantes de la paz, pero pocas naciones han tenido tanta experiencia en guerras como Estados Unidos” (p. 1).

Luego, el autor comenta algunas peculiaridades americanas en lo que hace a la política exterior. “Los americanos han tenido miradas decididamente diferentes sobre el orden internacional y su lugar en él. Por un lado, han sido atraídos por las riquezas del mundo. (...) Por el otro, los americanos a menudo se han visto a sí mismos como un pueblo aparte.” (p. 2-3)

La idea de una “misión providencial ha motivado un deseo a hacer el bien en el mundo” pero también ha “engendrado arrogancia” (p. 4). Así, hay una tendencia de “fervor ideológico y mesianismo” pero también un pragmatismo muy americano que llevó a cierto “idealismo práctico”, representado por Franklin, Lincoln y F. D. Roosevelt. (p. 5) Como norma, los principios cuentan, más allá de las obvias excepciones. Herring dice que más que aislacionismo hay una fuerte y recurrente tendencia unilateralista en esta historia; el unilateralismo le sirvió bien en su primer siglo y medio “pero también generó cierto espíritu provinciano engreído y la sospecha hacia instituciones internacionales, además de indiferencia e incluso hostilidad hacia otros pueblos y culturas.” (p. 7) Otras peculiaridades vienen de su sistema político democrático y de su orden constitucional.

Con todo esto, “han sido agresivamente e implacablemente expansionistas” y, a pesar de una opinión popular contraria, “Estados Unidos ha sido espectacularmente exitoso en su política exterior” (p. 9). Así y todo, “no pudo asegurar completamente estar libre del miedo como deseaba George Washington.” (p. 10)

lunes, 20 de noviembre de 2023

A newsroom on the wire

Estuve viendo dos series viejas muy distintas, The Wire y The Newsroom.

El que primero me habló de The Wire fue @braunmi hace por lo menos ocho años. Quien me recordó de su existencia, hace unas semanas, fue @estebanschmidt, que republicó en Un correo de Esteban Schmidt una vieja reseña. Ahí me di cuenta de que ahora sí tengo HBO y podía verla y aproveché un viaje de mi esposa para meterle: bien que hice, porque es una serie violenta y cruda, de las que ella no disfruta. Además, a la mitad de mi consumo problemático de The Wire (llegué a ver más de tres episodios de una hora en un día) vi una nota en The Economist donde se la menciona como una de las grandes series de un momento de oro de la televisión que ya habría terminado.

Más allá del juicio sobre la televisión actual, The Wire es realmente extraordinaria: cinco temporadas con cinco capas sobre el mundo marginal de una ciudad marginal. En cada una de las temporadas se va agregando una capa: en la temporada uno es una serie de policías contra narcos; en la segunda se agrega el papel de los obreros del puerto de una ciudad post-industrial y de los contrabandistas que juegan con ellos; en la tercera entra la política y vemos experimentos sociales; en la cuarta la política toma un papel más importante y se le suma la escuela, el sistema educativo y los chicos para los que el menudeo de drogas es el camino de ascenso social más claro; y en la quinta entra un periodismo también en decadencia, con redacciones que se van reduciendo. Y a través de todo esto una gran mirada sobre esa ciudad, sobre ese mundo, con un idioma que suena real, el de los negros de las esquinas, el de los políticos, el de los policías, el de los portuarios, cada uno distinto. Y con todos los ingredientes que los autores quisieron incluir: la violencia, la droga, el sexo (sexo explícito, heterosexual, inter-racial, entre chicas, entre chicos), la decadencia institucional, política, económica, social, todo puesto ahí, no embellecido, algo que actualmente, según The Economist, es un poco más difícil. The Wire es el show don’t tell de Hemingway llevado a su máxima expresión: te cuenta todo, no juzga nada.

Sobre todo, The Wire muestra cómo se reproduce todo este mundo que parece tan lejos del ideal. Los gangsters capos son asesinados o encarcelados y aparecen otros. Lo mismo con los drogones, con los altos mandos policiales, con los chicos que venden en la esquina, con los estudiantes en la escuela. (Una directiva de la escuela le dice a Prezbo, un ex policía que deviene maestro, que no se encariñe demasiado con un chico, que ya vendrán nuevos al año siguiente, y en una de las últimas escenas de la serie lo vemos al chico inyectándose heroína).

La reproducción de la cadena del narcotráfico, de la cadena policial, de la cadena política, de la cadena periodística; se van unos, vienen otros, y al final del día todo queda más o menos igual. Y ese igual es una mierda, claro; una situación en la que no parece haber ninguna correlación entre los “buenos” y la victoria o la derrota; y ni siquiera es muy claro si hay buenos y quién gana y quién pierde (salvo, claro, cuando matan a alguno y es game over); todo va a seguir más o menos así, mal, con un ejército de drogones perdidos (drug fiends), abastecidos por tipos que van a matar para controlar el negocio mientras son perseguidos por un cuerpo policial sin ganas o sin capacidad de cambiar nada, a su vez dirigido por políticos que piensan en su carrera más que en los resultados, y todo cubierto por periodistas no siempre comprometidos con la verdad (y cuyo compromiso con ella no necesariamente es positivo para sus carreras).

Poco antes de comenzar este consumo había empezado a ver, esta sí acompañado, The Newsroom, que terminé de ver poco después de terminar The Wire y que podría considerarse básicamente su opuesto. Como prácticamente toda obra de Aaron Sorkin, The Newsroom es una obra moral: así como The West Wing nos comentaba cómo sería un presidente y un equipo presidencial perfectos, The Newsroom nos muestra un periodista y equipo periodístico perfectos. No hay malos en The Newsroom así como no hay buenos en The Wire. Por supuesto hay conflicto entre los buenos –sobre todo el presentador de noticias Will McAvoy y la productora McKenzie McHale– y otros que son menos buenos –sobre todo el presidente de la cadena, que los presiona para que suban el rating comprometiendo la calidad–. Pero al final los no tan buenos se dan cuenta, son persuadidos por argumentos o encuentran la fibra moral necesaria para darles la razón a los buenos-buenos. Y los buenos-buenos, claro, ganan, y el mundo es mejor, cambia para bien o hay esperanza de que lo haga, porque si las noticias se reportan mejor, los ciudadanos podrán votar mejor, ganarán los políticos reformistas, que pondrían, por ejemplo, mejores policías que hagan que menos narcos vendan menos drogas, que más chicos escapen al doble riesgo de ser narco o drogón.

Esto me recuerda, como he recordado tantas veces, una gran escena del Nixon de Oliver Stone donde Nixon mira un retrato de Kennedy y le dice algo así como que los americanos ven en JFK aquello que quieren ser mientras que en él ven lo que realmente son. The Wire es algo bastante parecido al mundo real en el que vivimos, todo revuelto, por momentos revulsivo, donde se ganan algunas y se pierden un montón, donde los que tratan con todo a veces pierden porque uno no dio un mensaje o porque sí, porque es muy difícil, mientras que The Newsroom es el mundo ideal donde todos querríamos vivir. Y las dos pueden ser disfrutadas igualmente, a pesar de la desolación de una y la ingenuidad de la otra.

lunes, 13 de noviembre de 2023

Jugar en primera

 


Leí con gusto Las grandes ligas, colección de cuentos de Ignacio Valiente ganadora del premio del Fondo Nacional de las Artes 2022. Y la disfruté más al sentarme a escribir sobre ella, porque son cuentos engañosamente sencillos: detrás de una prosa directa, casi clínica, se esconden temas y formas más complejas.

Temáticamente hay de todo. Desde un encuentro de personas muy distintas (un candidato a intendente y un pequeño niño) con problemas distintos en un mismo lugar (la boca) hasta la soledad de una chica o la historia sexual de un hombre contada desde la vejez hacia la niñez, hay de todo en Las grandes ligas. Lo que hay en común es esa prosa directa, el understatement, la falta de estridencia del lenguaje. Doble click sobre el understatement. en “Hacer un hombre” se manifiesta haciendo que el cuento termine donde podría comenzar: se relata cómo dos hombres llevan a un joven a cumplir con su rito de iniciación y termina cuando lo dejan allí, a punto de enfrentar peligros desconocidos. En “Las amigas” lo no dicho parece ser el meollo: el periodista que es el narrador entrevista a Rita y Nelly buscando información sobre “el morocho”, que el lector imagina como Gardel, como para no olvidarnos de que la tradición va más allá de la literatura, y sobrevuela la pregunta sobre si es o no es, pero la pregunta parece ser menos sobre su nacionalidad que sobre su orientación sexual. Sobre todo, lo que hay en común es una manera de vivir que es preguntándose sobre este misterio que es la vida: ¿qué le pasa al otro, qué nos pasa a nosotros, cómo vamos de un casillero al otro? Es difícil decir de un libro que se trata sobre la vida misma sin parecer un idiota, así que para no parecerlo diría que es sobre el preguntarse sobre la vida misma; lo cual lleva incluso en alguna oportunidad a decirse de algún personaje que convertirá su sufrimiento en literatura (“Tema libre”).

El segundo punto que haría sobre este libro, siguiendo a partir de la palabra “literatura”, es que se inscribe claramente en la tradición. Las grandes ligas es un libro argentino no en el sentido de que ocurra en la Argentina o de que sus personajes sean argentinos (volveré a esto) sino en el sentido de que parece dialogar con la historia argentina y con la tradición literaria argentina. Seguramente me pierda un montón de conexiones posibles (¿”Desiertas cosas” se vincula con “La invención de Morel”?), pero esto lo veo sobre todo en “El desierto de neón” y “Las invasiones”. “Las invasiones” es un cuento un poco críptico, evidentemente argentino pero confundiendo tiempos y sucesos, en el que durante el virreinato un líder anarquista escapa hacia la otra orilla y cruza no tanto a otro país sino a otra época y termina con esta afirmación tan borgeana: “Gaspar Benavidez va en coche al muere” (p. 161). El cuento incluye también la borgeanísima expresión “la unánime noche” (p. 159) y parece una alegoría de un país atrapado en su propio pasado, una mirada sobre el país que también me remite al Mairal de El año del desierto.

Mi favorito de la colección también va en esta línea. “El desierto de neón” ocurre en Las Vegas, donde un gaucho moreno salido de un cuento de Borges, o que podría ser primo de Cruz, se propone “reconquistar la Patagonia” perdida en la Campaña del Desierto. Para ello busca reclutar como inversor a un jugador profesional, el narrador, en un cuento que junta lo ridículo con lo histórico, haciéndome recordar también al Soriano de Triste, solitario y final: humor, historia argentina, mirada argentina sobre Estados Unidos. El humor es otra constante; el cuento que le da el nombre a la colección tiene a una banda metalera vegana y un protagonista que es adicto al sexo con licencia psiquiátrica y tío de un adolescente que se llama Pibo.

Finalmente, rara vez los cuentos son transparentes o directos. Hay casi siempre cierta opacidad: las cosas casi nunca son como parecen, o no exactamente como uno las imagina. A veces esa opacidad es clara, digamos: en “Desiertas cosas” un pequeño grupo de humanos rescata objetos que trae el mar o de pueblos desiertos para arreglarlos y venderlos, quizás en un mundo post-apocalíptico, pero no sabemos dónde ni cuándo estamos. (El desierto es un concepto importante también en la tradición argentina). En otros casos las cosas están corridas o modificadas o confundidas, como lo que sería el Río de la Plata en “Las invasiones”, donde parece ser que esta orilla está en el siglo XIX y la oriental en el XXI; o una Buenos Aires transformada, con un aeropuerto Ezeiza Norte, una “autopista híbrida” y un “túnel del oeste” en “El adulto responsable”.

En definitiva, una muy interesante colección de cuentos que resulta más interesante todavía cuando uno tiene que pensarla un poco: “Las grandes ligas” claramente juega en primera.

viernes, 8 de septiembre de 2023

Muerte, locura, belleza



¿Se puede vivir siendo consciente de la muerte sin enloquecer? ¿No es más loco estar cuerdo que loco cuando sabemos que vamos a morir, que todos vamos a morir, que van a morir todas las personas que amamos? Me costó mucho I Am Homeless If This Is Not My Home, la última novela de Lorrie Moore. Me costó mucho porque la parte central es el viaje de un muchacho más cerca de la locura que de la salud con su novia muerta. Y no me llevo muy bien con la fantasía, y el muchacho, Finn, hace un viaje de cientos de kilómetros con su ex novia muerta, Lilly. Difícil. Me costó mucho, también, porque trata de la muerte cuando la muerte de papá está tan fresca. Porque el libro es sobre un chico que no logra procesar la muerte de su hermano.

Es rara la novela. Porque en verdad no sabés muy bien qué pasa y qué no pasa. ¿Hace ese viaje Finn o está todo en su cabeza? Empiezo por la estructura. Tenés la historia, con una primera gran secuencia que es básicamente la última visita de Finn a su hermano Max, que está en un hospicio en New York esperando que el cáncer termine con él. Después Finn recibe un mensaje diciendo que tiene que volver a su casa porque pasa algo con Lilly, y va y se entera que está muerta, y va al cementerio y aparece Lilly y se sube al auto y hacen un viaje de cientos o miles de kilómetros, de días, el loco y la muerta, el vivo y la suicida. Y después tenés el final, cuando Finn vuelve a New York a enterrar al hermano. Todo eso, a su vez, está intercalado por una serie de cartas que una hermana le escribe a su hermana muerta, en algún momento poco después de la guerra civil, y desde una posada que sería la misma en la que un día duermen Finn y Lilly.

Los temas son dos: la muerte y la locura (o la vida y la cordura, que quizás es lo mismo). Que Finn no tiene los patitos demasiado alineados lo sabemos desde la primera escena: “Tomaba largos tragos de café y comprobaba su salud mental cada mañana de la misma forma que hacía cuando no estaba de viaje: agarraba su laptop y respondía a los editoriales del Times y esperaba a ver si su respuesta realmente se publicaba” (p. 15). Con tantos indicios de que Finn está más loco que cuerdo, es razonable pensar que todo eso del medio, ese gran viaje con Lilly, no ocurrió más que en su mente. Finn es un maestro de escuela; enseña historia pero cuando lo encontramos está suspendido porque –si le creemos– le enseñaba matemáticas a los chicos, porque ve que no saben nada. También puede ser que lo hayan echado, o que la razón (de la suspensión o la exoneración) haya sido que presenta a los chicos teorías conspiratorias. Lilly, si existió, trabajaba de payaso. “Trabajaba tanto con niños como adultos y hasta usaba zapatos de payaso, con cuyos cordones una vez había intentado ahorcarse a sí misma” (p. 32). Muy graciosa la payasa.

¿Viajó Finn con Lilly muerta? ¿Se murió Lilly? ¿Existió Lilly? Tenemos indicios de que no. Sigrid –la mujer del jefe y amiga de Lilly que, según Finn, se lo quería levantar, y nos preguntamos si no habrá sido al revés y que por eso lo echaron– le dice a Finn: “Lilly no es un invento tuyo (...) No es un personaje en una obra que vos mismo pensaste” (p. 76) Pero quizás sí, claro. (Paralelamente, en la primera carta del período post-bélico, la hermana viva le escribe a la muerta: “Cuando vuelvo a los lugares del pasado, nada está más ahí, como si lo hubiera inventado todo yo” (p. 11).

Tengo para mí que pobre Finn, que ya no podía con su vida, no pudo con la muerte de su hermano. Que cuando vio que le llegaba la hora, su cabecita se fue volando, con Lilly, la muerta, la que nunca existió quizás, y que sólo pudo volver cuando Max ya no estaba más ahí. De hecho, Finn no se desarma cuando se entera de la muerte de Lilly, ni cuando la ve muertita ahí en el cementerio, sino cuando, mucho más tarde, con Lilly en otro lugar, tiene la sensación de que se está muriendo su hermano. “Y acá empezó a atragantarse, porque pudo sentir ahora que su hermano se estaba muriendo ahí mismo en ese mismo momento, justo cuando decía estas palabras” (p. 169). Finn, como el de Slaughterhouse, 5, se inventa algo porque la realidad es demasiado insoportable, y así sobrevive a la muerte de su hermano. Unas pocas páginas después Finn sí vuelve, del mundo de los muertos, a enterrar a su hermano. Y baila con la viuda y ahí piensa: “Todas las personas que alguna vez lo amaron ya se habían ido. Y al sentir su ausencia sintió su propio yo deshuesado, bruñido, acariciado, y luego siendo empujado por un acantilado” (p. 187).

El libro se me hizo difícil por los temas y por la forma y porque cada oración y cada párrafo es especial. Porque Lorrie no para de tirar metáforas tremendas, llenas de humor negro, y con un lenguaje complejo, difícil, demandante, pero sobre todo hermoso. Hermoso. Muerte, locura, belleza. Qué se yo, la primera que marqué es esta: “His mustache is black and thick as broom bristle and the words come flying out from beneath it like the lines of a play in a theater on fire.” / “Su bigote era negro y duro como cerda de escoba y las palabras salían volando por debajo de él como las palabras de una obra en un teatro incendiándose”. (p. 4) O el hermano en el hospicio: “He had the smooth hue of an apricot. He was a manila envelope getting ready to be mailed.” / “Tenía el tinte suave de un damasco. Era un sobre de papel madera listo para ser enviado.” (p. 22) O, Finn y Lilly muerta: “Ahora le había llegado la locura y los había atrapado a ambos en este extraño sueño de crepúsculo tardío, que era como soñar despierto pero con más solidez, menos luz, y más duda.” (p. 89) Pero olvídense de mi traducción y escuchen esa oración en inglés.

Hay que ser lector para leer esta novela. Hay que ponerle ganas y tiempo y esfuerzo. Como a la vida. ¿Pero para qué, si nos vamos a morir? Vamos a volver a la casa del padre. ¿Tenemos casa o somos homeless? Hay una mención directa a la casa. Lilly la muerta le dice a Finn: “¿Y sin embargo? (...) ¿Acá con vos? Esta es mi casa” (p. 135). El vínculo, el amor, puede ser una casa; pero si Lilly no quiso estar más con él o se murió o nunca existió; si no está más Max, quizás Finn ya no tiene nada.

Al final lo vemos a Finn, ya de vuelta en Ohio o donde sea, poniendo claves en sitios web, completando CAPTCHAs para demostrar que no es un robot. “Confirma tu humanidad, era lo que se pedía” (p. 193). Los humanos somos los únicos animales conscientes de nuestra propia mortalidad. Y de quienes nos rodean. Y es una locura que eso no nos enloquezca a todos.

 

Originales de las citas

“He took large swallows of coffee and tested his sanity every morning the same way he did when not on the road: he took his laptop and replied to the online Times editorials, and waited to see if his reply was actually posted.” (p. 15)

“She worked with both children and adults and even wore floppy shoes, the laces of which she had once used to strangle herself.” (p. 32)

 “‘Lilly is not your own invention’, she said. ‘She is not a character in a play you yourself have thought up’.” (p. 76)

“When I go back to the places of the past, nothing is there anymore, as if I have made the whole thing up.” (p. 11)

“And here he started to choke, for he could feel now that his brother was dying right then at that very moment, just as he uttered these words”. (p. 169)

“All the people who had ever loved him were gone. And in feeling their absence he felt his own self pitted, burnished, caressed, then given a shove off the cliff.” (p. 187)

“Confirm your humanity, was the request.” (p. 193)




miércoles, 23 de agosto de 2023

El profeta

 


Me regalaron una muy linda edición de El profeta, de Khalil Gibran (1883-1931) que leí con mucha alegría. El profeta está a punto de irse de un pueblo después de mucho tiempo de vivir allí, estando cerca pero sin ser del todo parte de la vida del lugar; y antes de abordar el barco, algunas personas del pueblo le piden que hable de distintos temas. Y el profeta habla, a veces pasándose un poco con la metáfora y la parábola, pero refiriéndose de forma bella y concisa a cuestiones clave de lo que es ser humano. El profeta es un gran productor de citas; acá dejo algunas con mi traducción desde esta edición en inglés al castellano.

Sobre irse. “¿Cómo podría irme en paz y sin sufrimiento? No, no puedo irme de esta ciudad sin una herida en mi espíritu. Fueron largos los días de dolor que pasé entre sus muros, y largas las noches de soledad; ¿y quién puede irse de este dolor y soledad sin remordimiento?”

El amor: “el amor no conoce su profundidad hasta la hora de la separación.”

El amor: “así como el amor te corona te crucificará”.

Matrimonio: “estarán juntos hasta en el silencioso recuerdo de Dios. Pero que haya espacios en su estar juntos. Y dejen que los vientos de los cielos bailen entre ustedes.”

Hijos: “Vuestros hijos no son vuestros hijos. Son los hijos y las hijas de la añoranza de la Vida por sí misma.”

Trabajo (una de las que más me gustan): “Se trabaja para seguir el ritmo de la tierra y del alma de la tierra. Porque ser ocioso es salirse de la procesión de la vida, que marcha majestuosamente y en orgullosa sumisión hacia el infinito.”

El hogar: “Tu hogar no será un ancla sino un mástil”.

Comercio “Es intercambiando los regalos de la tierra que encontrarán abundancia y serán satisfechos”.

Razón y pasión: “Tu razón y tu pasión son el timón y las velas de tu alma marinera”. Deben ir juntas “Porque la razón, si gobierna sola, es una fuerza que constriñe; y la pasión, sin cuidados, es una llama que arde hasta su propia destrucción”.

Un maestro sabio “te guía hasta el umbral de tu propia mente”.

Religión: “Tu vida diaria es tu templo y tu religión. Cuando entres en ella que sea llevando todo lo que eres.”

sábado, 12 de agosto de 2023

Schmidt en la recta final

 


Leí Schmidt Steps Back, de Louis Begley, cerrando así la trilogía. Como de costumbre, el tercer libro fue peor que el segundo, que fue, a su vez, peor que el primero. Pero igual me gustó y quise saber cómo terminaba el pobre Schmidtie, ese viejo cabrón, ese WASP clínico y cuadrado que busca recuperar la relación con su única hija y ver qué se hace con todos los años que uno debe vivir si no toma la decisión drástica de vivir menos años: “Al final del día era así: elegía no matarse porque, viviendo en una buena casa, estando bien alimentado y bien vestido, no era averso a estar vivo.”  (p. 335) Y a pesar de todo, de sus problemas para relacionarse y de sus desgracias –un poco demasiado lo de sus desgracias, llevando el libro casi a status de melodrama– Schmidtie logra el objetivo freudiano: capacidad de amar y trabajar.

Del principio a fin, claro, Schmidtie no deja de pensar, todo el tiempo, la cabecita pensando en muchas cosas, en cómo se arma, en cómo sigue, y en la guita, claro, en qué hacer con la guita, a dónde va a terminar su guita. La guita y cómo hacer para tener sexo, claro. Como le dice su amigo Gil Blackman, su amigo judío que le tolera y le marca su anti-semitismo del closet: “Mi viejo y querido amigo, vos y yo hemos sido hechos para querer coger” (p. 165). Pero el sexo no es la clave del matrimonio sino la propiedad: “El dinero y los bienes raíces: eso es lo que mantiene intactos a los matrimonios, no los hijos.” (p. 166)

La hija es el gran tema del pobre Schmidtie, una hija por momentos irreconocible: “La gran inteligencia, su misteriosa desaparición ya ha sido notada. ¡Y los buenos modales, tan cuidadosamente inculcados por Mary, por la tía Martha, e incluso, aunque sea difícil de creer, por él mismo! ¿Dónde fueron? No sería fácil decir que alguna inteligencia callejera haya tomado su lugar, porque una chica que realmente tuviera inteligencia de la calle tendría mejores movidas que esta desertora de las clases altas.” (p. 191).

A pesar de esta mirada desapasionada, Schmidtie sigue intentándolo. Su consuegro le dice: “Todo lo que te puedo decir es que, como regla general, es más probable que algo salga realmente mal entre un padre y un hijo a que no. Es una relación tan difícil.” (p. 249). Así que Schmidtie intenta, a pesar de insultos y humillaciones y dolores: “¿Y qué le quedaba por hacer? Debía amarla y, sin importar la frecuencia o la dureza de sus reacciones, estar listo para ayudar.” (p. 281). Hasta el final. Y lo hace, mientras trata de armarse una vida, alguna vida, relaciones razonables de amor y trabajo para sus últimos años. Y parece lograrlo Schmidtie, a pesar de su cabeza y de su educación porque, finalmente, después de los 70, “Se le ocurrió que finalmente había crecido.” (p. 291).

 

Originales de las citas usadas

“It came down to this: he chose not to kill himself because, being well housed, well fed, and well clothed, he was not averse to being alive. Yes, alive in the arid plane of granite on which Charlotte alone had flowered. In other words, he was a swine.” (p. 335).

“My dear old pal, you and I have been made to want to screw.” (p. 165)

“Money and real estate: that’s what keeps marriages intact, not children.” (p. 166)

“The high intelligence, its mysterious disappearance has already been noted. And the good manners, so carefully instilled by Mary, by Aunt Martha, and even, believe it or not, by him! Where had they gone? It would be hard to say that some sort of street smarts had taken their place, because a truly street-smart girl would know better moves than this dropout from the upper classes.” (p. 191)

“All I can say is that, as a general rule, it is more likely than not that something will go seriously wrong between a parent and a child. It’s such a fraught relationship.” (p. 249)

“What was left for him to do? He must love her and, no matter how frequent and how harsh her rejections, stand ready to help.” (p. 281)

“It occurred to him that he had at last grown up.” (p. 291)

lunes, 7 de agosto de 2023

Schmidt encuentra un camino

 


 Schmidt Delivered, segunda entrega de la trilogía de Schmidt de Louis Begley, comienza más o menos como nos dejó About Schmidt, la primera novela. Schmidtie está en duelo por una carrera trunca por un retiro voluntario para cuidar a  su esposa en la enfermedad, por la sucesiva muerte de ella y por el consiguiente alejamiento de su única hija, que parece encaminar su vida lejos de él, más cerca de la familia de su esposo. Schmidtie se pregunta por qué no se suicidó con la muerte de su esposa y, de hecho, no está viviendo demasiado. En esta nueva entrega, sin embargo, dos nuevos vínculos lo reconectan con la vida: una joven mesera puertorriqueña, Carrie, y un millonario judío de origen egipcio. Dos personas de clases distintas a la suya lo reconectan con la vida: “La verdad es que no podía ser más sencillo: igual que Carrie, estaba desclasado” (p. 25).

Carrie lo conecta más con lo emocional. Y aunque sabe que no puede durar, porque le lleva más de 30 años, disfruta de su compañía y aprende a flexibilizar las condiciones. Schmidtie, el WASP rígido a quien no se le mueve un pelo, aprende a convivir con lo que haga falta para no estar solo. Y al rato ve que logra, “quizás por primera vez en su vida, realmente salirse de la caja en la que se había encerrado a sí mismo”, logrando hacer un gesto de paz” (p. 142). El millonario judío, Mansour, le ayuda también con lo emocional y, de a poco, parece ofrecerle una nueva carrera para sus años plateados. Mansour es un magnate que vive en otro nivel (Rolls, helicópteros, seguridad privada); toda su ropa “parecía no haber sido usada nunca antes” (p. 155). Y hacia el final, y quizás por la ayuda que estos nuevos personajes le prestan, Schmidtie parece lograr un acercamiento prometedor con su hija, y con una mujer más acorde a su edad. Schmidtie parece tener una segunda oportunidad de vivir.

 

Otras citas

“So it is with parents of grown sons and daughters: children’s lives become opaque, closed to them, and they scavenge for every clue, desperate to understand, oblivious of their impotence.” / “Así es con los padres de hijos e hijas grandes: las vidas de los niños se ponen opacas, cerradas para ellos, y hurgan en busca de cualquier clave, desesperados por entender, sin darse cuenta de su impotencia.” (p. 37).

“Intelligence raised to a greater height by sensitivity and intuition: an unbeatable combination.” / “Inteligencia llevada a una mayor altura por la sensibilidad y la intuición: una combinación imbatible.” (p. 237).

“the Brazilian’s construction, which in Schmidt’s opinion (...) resembled nothing more than a motel crossed with an ocean liner a drunken skipper had carelessly run aground on the beach.” / “la construcción del brasilero, que en opinión de Schmidt (...) se parecía nada menos que a un motel cruzado con un transatlántico que en un descuido había sido encallado en la playa por un capitán borracho” (p. 7).

 

Originales de las citas usadas

“Really, it couldn’t be simpler: just like Carrie, he was déclassé.” (p. 25).

“He couldn’t believe it, but he had somehow managed: he had, perhaps for the first time in his life, actually broken out of the box he had put himself into, had made a gesture of peace.” (p. 142).

“Like all his clothes, they looked as though they had never been worn before.” (p. 155).

lunes, 31 de julio de 2023

Silenciosa desesperanza

 


Antes de sentarme a escribir estas líneas sobre Mrs. Bridge, novela de Evan Connell publicada en 1959, pensé un segundo qué me evocaba y lo primero que surgió fue esas líneas de Pink Floyd: "hanging on in quiet desperation / is the English way", "bancársela en silenciosa desesperanza es el camino inglés".

Mrs. Bridge sigue básicamente durante el período de entreguerras (obviamente) a Mrs. Bridge, un ama de casa de Kansas City que es todo lo que uno puede imaginar de un tipo humano que ya casi no existe. Cuando nace su primera hija, sus “primeras palabras coherentes fueron ‘¿es normal?’” (l. 129) y lo que más deseaba escuchar decir sobre sus hijos no tenía que ver con su eventual genialidad, inteligencia o capacidad artística sino sobre “sus buenos modales, caracteres agradables y limpieza” (l. 137). Su deber era sencillo: “Había sido creada para creer sin dudar alguna que cuando una mujer se casaba era para el resto de su vida y que debía permanecer con el marido donde fuera que él estuviera, y bajo cualquier circunstancia, salvo que él la dirigiera de otra manera”. (l. 2172).

El libro no es el más divertido de todos. Es un poco desesperante seguir a esta señora sin agencia, sin proyectos más que ver el crecimiento de hijos cada vez más distantes y velar por el bienestar de su esposo durante años donde no pasa casi nada en su vida. Pero Connell tomó la muy buena decisión, y la ejecutó con maestría, de ir hilvanando la historia con las anécdotas más nimias de la vida de Mrs. Bridge en 117 secciones mínimas, de dos o tres páginas cada una. Y de a poco esas historias, de tan mínimas, van pintando esa vida, como pequeños trazos en un enorme lienzo impresionista. En este sentido, no el impresionista sino el de las pequeñas historias, y el contexto de una pequeña ciudad, el libro me hizo acordar un poco a Winesburg, Ohio, de Sherwood Anderson.

Mientras los años pasan, Mrs. Bridge no logra sostener sus pequeños proyectos (aprender español o pintura, por ejemplo). A su alrededor, todo empieza a cambiar (las cuestiones raciales o morales en lo cotidiano, la tormenta que se avecina en Europa) pero ella se mantiene constreñida por las convenciones del pasado, lo que la deja cada vez más cerca de la angustia y de la desesperanza: “cada día procedía como el anterior. Nada intenso, nada desesperado, pasaba jamás. El tiempo no se movía. El hogar, la ciudad, la nación, y la vida misma eran eternos” (l. 1417). Y era incapaz de transmitir sus sentimientos a la persona a la que había consagrado su vida: “¿Podía acaso explicar cómo el ocio de su vida -esa inactividad exquisita que él había creada al darle todo- la estaba volviendo loca?” (l. 2912).

Durante décadas, las vidas de cientos de miles de mujeres de cierto sector social era más o menos así, y el libro de Connell las describe muy bien a través de la desesperante historia de Mrs. Bridge.

 

Originales de las citas usadas

“They named her Ruth. After the delivery Mrs. Bridge’s first coherent words were, “Is she normal?” (l. 129).

“she hoped that when they were spoken of it would be in connection with their nice manners, their pleasant dispositions, and their cleanliness” (l. 137).

“She had been brought up to believe without question that when a woman married she was married for the rest of her life and was meant to remain with her husband wherever he was, and under all circumstances, unless he directed her otherwise”. (l. 2172).

“each day proceeded like the one before. Nothing intense, nothing desperate, ever happened. Time did not move. The home, the city, the nation, and life itself were eternal” (l. 1417).

“Could she explain how the leisure of her life—that exquisite idleness he had created by giving her everything—was driving her insane?” (l. 2912).

miércoles, 19 de julio de 2023

Una vida

 


Leí About Schmidt, de Louis Begley y fui gratamente sorprendido por una voz que no conocía.

Albert Schmidt, Schmidtie para sus amigos y por momentos hasta para él mismo, fue un abogado exitoso al que encontramos poco tiempo después de su jubilación anticipada por la enfermedad y muerte de su esposa Mary. Recientemente enviudado y retirado, Schmidtie recibe la noticia, poco agradable para él, de que su hija Charlotte, único fruto y proyecto de vida de aquella pareja (“Éramos una linda pareja del New York de nuestros tiempos” - p. 108), se va a casar con Jon Riker, joven abogado formado en parte por él pero, sobre todo, judío e hijo de psicoanalistas. Para Schmidtie, blanco, anglo-sajón y protestante, que se case con él es casi tan inaceptable como ser llamado anti-semita. Schmidtie es un cabrón importante, con un anti-semitismo de baja intensidad pero, más importante, con cierto desagrado por toda la gente que le rodea, e incluso por su propia hija, que se revela a lo largo de la novela como una persona no demasiado agradable. Schmidtie está permanentemente contando dinero, el que tiene, el que le va a dejar a su hija, el que tiene los demás, pero su hija también (y el futuro yerno y consuegros también). Nadie se salva en About Schmidt, no hay ningún personaje que no sea algo desagradable, pequeño, egoísta.

Y sin embargo un poco lo queremos al pobre Schmidtie, que está sufriendo, que llora cuando su hija le cuenta que se va a casar: “Dejó al lado el diario, miró a su hija, tan alta y, le pareció a él, tan dolorosamente deseable en su ropa de entrenamiento mojada de sudor, dijo estoy muy feliz por ustedes, ¿cuándo va a ser? y empezó a llorar” (p. 2). No es la única situación en la que llora, y lo vemos con mucha dificultad para conectarse con lo que le pasa. Es un WASP hecho y derecho, a quien no se le mueve un pelo hasta que sí. Claramente, Schmidtie no la está pasando bien (“Estaba cansado, apenas podía moverse; le dolían los huesos. ¿Cuántos años más de esto? Tenía sesenta años y buena salud: ¿diez? ¿Quince? ¿Veintitrés, como su padre?” (p. 56) y hasta se pregunta por qué no suicidó justo después de la muerte de Mary, como había pensado.

Ese sufrimiento nos hace empatizar un poco con el hijo de puta este, frío, distante, misántropo. Y nos hace querer que mientras se desarrolle la novela, logre desembarazarse un poco de Renata, la consuegra (“bruja metida”, “meddiling witch”, p. 216), sacarse de encima a la hija desagradecida y procesar mejor la muerte de Mary para encarar los años que vienen con mayor optimismo. (“Le parecía extraño que tantos de sus contemporáneos hubieran decidido dejar el tabaco, el alcohol y el café ­–y, por supuesto, también el queso, los huevos y las carnes rojas–. ¿Tenían acaso información sobre las ventajas, e incluso los placeres, de la longevidad que él ignoraba?” (p. 178).

About Schmidt me recordó mucho a la tetralogía de Frank Bascombe de Richard Ford (leímos los cuatro: The SportswriterIndependence DayThe Lay of the Land Let Me Be Frank With You) y no sólo porque sea una serie, en este caso de tres libros, sino más bien porque estamos frente a un personaje masculino que se piensa a sí mismo y reflexiona sobre su paso por este mundo. Un personaje masculino que se piensa sin ser un escritor, un personaje que parece bastante real o plausible, que se casó y formó una familia, y trabajo y ganó guita, y que se enfrenta con su mortalidad y con el misterio de vivir. A Bascombe lo queremos más, sin dudas, pero con Schmidtie sufrimos un poco y queremos verlo mejor. Por lo pronto, quiero leer el próximo, a ver qué más me dice Schmidtie, con una voz muy propia. 

 

Originales de las citas usadas

“We were a nice New York couple of our time.” (p. 108).

“He put aside the paper, looked at his daughter, so tall and, it seemed to him, painfully desirable in her sweatsoaked running clothes, said I am very happy for you, when will it be? and began to cry.” (p. 2).

“He felt tired, hardly able to move; his bones ached. How many more years of this? He was sixty and in good health: Ten? Fifteen? Twenty-three, like his father?” (p. 56).

“It struck him as strange that so many of his contemporaries had decided to give up smoking, alcohol, and coffee —and, of course, cheese, eggs, and red meat as well. Had they information about the advantages, perhaps even pleasures, of longevity, of which he had remained ignorant?” (p. 178).

 

lunes, 17 de julio de 2023

Cargas



Leí All the King’s Men, de Robert Penn Warren, un novelón, un thriller político, una historia de amor, un Bildungsroman y un tratado de práctica política todo en uno. Me gustó mucho, aunque por momentos se me hizo largo (tiene casi 700 páginas en mi edición de Kindle). Y me gustó mucho cómo me llevaba, la cadencia del lenguaje, las idas vueltas en el tiempo siguiendo la vida de Jack Burden.

Pero acá tengo que hacer un alto. Me molesta el uso del nombre del personaje como parte del libro, cosa que hacen muchos escritores, lo que creo que es un error, y este libro lo hace. Burden quiere decir “carga”, y quizás el tema principal del libro es la carga que todos llevamos dentro, la carga de un pasado familiar y personal que nos constituye. Y cómo hay que llegar a estar en paz con ese pasado si se quiere usar el futuro. Pero el autor usa la palabra burden y le pone ese apellido al personaje y eso me molesta. Más allá de eso, como digo, el tema, la carga, es el pasado, el origen. Y lo muestro con dos citas, mi primer y mi último subrayado del libro.

El último: “Traté de decirle que si no podés aceptar el pasado y su carga no puede haber futuro, porque sin uno no puede haber el otro, y cómo si podés aceptar el pasado podrías tener esperanza en el futuro, porque sólo del pasado podés hacer el futuro” (p. 656).

El primero: “Un hombre se va de su casa y está en él hacerlo. Se acuesta en camas extrañas en la oscuridad, y el viento es distinto en los árboles. Camina en la calle y hay caras frente a sus ojos, pero no hay nombres para esas caras. Las voces que escucha no son las voces que llevó consigo allá a lo lejos cuando se fue. Las voces que escucha son fuertes. Son tan fuertes que por un trecho de tiempo muy largo no escucha las voces que llevó consigo en sus oídos. Pero llega el minuto en que hay silencio y puede escuchar esas voces que llevó consigo en sus oídos un largo tiempo atrás. Logra entender lo que dicen, y dicen: volvé. Dicen: volvé, pibe. Así que vuelve.” (p. 16).

Crecer es poder volver. Y es entender que las categorías de la niñez ya no valen. Ya no hay bien y mal, que el bien y el mal se necesitan como el pasado y el futuro: “él creía que había que hacer el bien con lo malo porque no había nada más con qué hacerlo”. Jack Burden es un chico que iba a ser historiador, deviene periodista y después mano derecha de un gobernador maquiaveliano: “Y dijo, ‘El hombre es concebido en el pecado y nace de la corrupción y pasa de la baranda del pecho materno al hedor de la mortaja. Siempre hay algo’” (algo sucio en cualquier persona, p. 75). De hecho, hasta cita a Maquiavelo: “La billetera es donde duele. Un hombre puede olvidarse de la muerte del padre, pero nunca de la pérdida del patrimonio, dijo el florentino de cara fría, quien es el padre fundador del mundo moderno, y dijo una banda.” (p. 592). En ese camino, desde el estudiante hasta el operador político, Jack aprende y se convierte en un hombre: perdiendo la inocencia, entendiendo que el bien y el mal definen por penal, haciéndose cargo de ese pasado con el que carga, Jack puede dar el paso también en su historia de amor y crecer.

 

Originales de las citas usadas

“I tried to tell her how if you could not accept the past and its burden there was no future, for without one there cannot be the other, and how if you could accept the past you might hope for the future, for only out of the past can you make the future” (p. 656).

“A man goes away from his home and it is in him to do it. He lies in strange beds in the dark, and the wind is different in the trees. He walks in the street and there are the faces in front of his eyes, but there are no names for the faces. The voices he hears are not the voices he carried away in his ears a long time back when he went away. The voices he hears are loud. They are so loud he does not hear for a long time at a stretch those voices he carried away in his ears. But there comes a minute when it is quiet and he can hear those voices he carried away in his ears a long time back. He can make out  what they say, and they say: Come back. They say: Come back, boy. So he comes back.” (p. 16).

“he believed that you had to make the good out of the bad because there wasn’t anything else to make it out of” (p. 395).

“And he said, “Man is conceived in sin and born in corruption and he passeth from the stink of the didie to the stench of the shroud. There is always something.” (p. 75)

The pocketbook is where it hurts. A man may forget the death of the father, but never the loss of the patrimony, the cold-faced Florentine, who is the founding father of our modern world, said, and he said a mouthful. Highlight (Yellow) | Page 592

 

Otras citas (lecciones políticas de Willy Stark)

“The beauty about Tiny is that nobody can trust him and you know it. You get somebody somebody can trust maybe, and you got to sit up nights worrying whether you are the somebody. You get Tiny, and you can get a night’s sleep.” / “Lo que es hermoso de Tiny es que nadie puede confiar en él y lo sabés. Agarrás alguien en el que alguien puede confiar, quizás, y te tenés que quedar hasta tarde en la noche preocupándote si sos parte de ese alguien. Agarrás a Tony y podés dormir tranquilo.” (p. 24)

“The Boss knew all about the so-called fallacy of the argumentum ad hominem. “It may be a fallacy,” he said, “but it is shore-God useful. If you use the right kind of argumentum you can always scare the hominem into a laundry bill he didn’t expect.” / “El jefe sabía sobre la así llamada falacia del argumentum ad hominem. ‘Puede ser una falacia’, dijo, ‘pero sí que es útil. Si usás el argumentum indicado siempre podés cagar al hominem y hacerlo pagar una cuenta que no esperaba.” (p. 346)

“I’ve bought too many sons-of-bitches already. Bust ’em and they’ll stay busted, but buy ’em and you can’t tell how long they’ll stay bought.” / “Ya compré demasiados hijos de puta. Hacélos mierda y quedan hechos mierda, pero si los comprás nunca sabés por cuánto tiempo van a quedar comprados.” (p. 348)

 

Otras citas

“maybe you cannot ever really walk away from the things you want most to walk away from.” / “quizás nunca podés realmente dejar atrás las cosas que más querés dejar atrás” (p. 66)

“There is nothing more alone than being in a car at night in the rain.” / “No hay cosa más sola que estar a la noche en un auto en el tren cuando llueve.” (p. 192)

 

Una cita borgeana

“’Kubla Khan,’ the benzine ring, Caedmon’s song—they all came in the dream.” / “’Kubla Khan’, el anillo de bencina, la canción de Caedmon – todo eso vino de un sueño.” (p. 332)