Leí Stoner, una
hermosa novela que pasó desapercibida tras su publicación en 1965 y que fue
redescubierta a principios de este siglo, cuando tuvo cierto éxito. Está bien
que lo haya tenido: es una novela de una tristeza hermosa, que se lee muy bien
y que nos cuenta algo y nos interroga, que no es para nada trivial en los temas
que plantea.
Stoner cuenta la
historia de William Stoner, nacido en 1891 en Missouri, único hijo de una
pareja que vivió del y para el campo durante toda su vida: “Sus vidas habían sido
gastadas trabajando sin alegría, sus voluntades rotas, sus inteligencias
adormecidas. Ahora estaban en la tierra a la que habían dedicado sus vidas; y
lentamente, año tras años, la tierra los tomaría.” (p. 110) Antes de eso, un
oficial municipal le había dado al padre de Stoner la idea de que el joven se
inscribiera en la escuela agrícola de una universidad cercana. Stoner ingresa a
la Universidad de Missouri en 1910 con el objetivo de estudiar agricultura y
volver al campo, pero allí se cruza con algo nuevo y su vida se ve alterada por
un amor inesperado: no con una mujer, sino con la literatura.
Su mentor es un
viejo profesor de literatura, Archer Sloane, a quien Stoner terminará
pareciéndose (aunque nunca se nos dice bien por qué Sloane terminó como
terminó.) Sloane se da cuenta de que Stoner está destinado a enseñar literatura,
que allí hay amor: “'¿No entiende sobre usted mismo aún? Usted va a ser maestro. (…) Es amor, Sr. Stoner’, dijo alegremente Sloane. ‘Usted está
enamorado. Es así de sencillo’.” (p. 19) Amor y trabajo son los dos grandes
temas de Stoner, una novela que, de allí en más, nos contará esta vida pequeña,
la vida de un profesor universitario menor en una universidad menor.
Hay amor por ese
trabajo, por la literatura y por enseñar, más allá de momentos de mayor y de
menor intensidad. Stoner es un idealista, como le dice su amigo Dave Masters en
los comienzos de su carrera: “tenés la mancha, la vieja enfermedad. Pensás que
hay algo acá, algo que puede ser encontrado.” (p. 30) Y algo de ese idealismo
es lo que le pone un freno a su carrera. Así y todo, Stoner persevera con la
tozuda ética protestante de sus padres granjeros, y sigue adelante a pesar de
sus humildes éxitos laborales y de sus rotundos fracasos en el amor: “Al mes
supo que su matrimonio era un fracaso; al año había dejado de tener esperanza
de que mejorara.” (p. 75) Su esposa le hace la guerra una y otra vez y Stoner
claudica siempre, entregando en el camino su escritorio, su casa, y hasta a su
única hija, Grace, hija única como sus padres. Todo intento de relacionamiento
humano parece destinado al fracaso; de la mayoría de los personajes principales
se habla en algún momento de su soledad: de Stoner (p. 14), de su mujer Edith
(p. 54), de su mentor Sloane (p. 91) y de su némesis Lomax (p. 100) Y cuando
finalmente parece descubrir el amor, termina sacrificándolo en el altar del
trabajo, claudicando una vez más.
Stoner claudica
una y otra vez. Se entrega y sigue adelante, y hasta encuentra a veces cierta
alegría en ese seguir adelante, incluso cuando le quitan una y otra vez aquello
que más ama. Desde la página 100 ya no aparece más la palabra “soledad” y
empieza a aparecer la palabra “tristeza” una y otra vez. Esa tristeza estoica, esa futilidad, está muy bien contada, con una prosa sencilla y directa, con un tono desapasionado, aunque quizás con demasiada claridad del personaje, que parece por momentos demasiado consciente de lo que le está pasando. “Le daba un placer sombrío e irónico la posibilidad de que el escaso conocimiento que había logrado adquirir le hubiera llevado a este aprendizaje: que en el largo plazo todas las cosas, incluso el propio conocimiento que le permitía saber esto, eran inútiles y vacías, y que al final disminuían hacia una nada que no alteraban." (p. 184-185)
Hacia el final de su
vida, Stoner se pregunta si su vida fue un éxito o un fracaso. (Pregunta que
podríamos reformular así: ¿la literatura salvó o condenó a Stoner?) Por un
lado, piensa, no logró sostener mucho la amistad que siempre buscó; su
matrimonio fue un fracaso total y cuando tuvo amor “renunció a él”. (p. 285)
Pero más tarde califica a esos pensamientos de “mezquinos, indignos de la vida que
había vivido.” (p. 287) Es fácil conmiserar con Stoner y darle la razón con
esto último. Pero así como Stoner se perdona a él mismo, Stoner perdona siempre a sus adversarios y hasta a esa esposa que nunca estuvo de su lado. Stoner fue menos feliz de lo que pudo
haber sido porque claudicó una y otra vez, y sentimos pena por él pero también
algo de bronca. Stoner fue muy lejos desde el campo de Missouri hasta la
universidad; aprendió mucho, escribió y enseñó a otros, pero fue triste, dejó
ir al amor y a su hija. Por eso, creo, esa pequeña vida terminó siendo una vida
pequeña.
Originales de las citas usadas
“Their lives had been expended in cheerless labor,
their wills broken, their intelligences numbed. Now they were in the earth to
which they had given their lives; and slowly, year by year, the earth would
take them.” (p. 110)
“'Don’t you
understand about yourself yet? You’re going to be a teacher. (…) It’s love, Mr
Stoner’, Sloane said cheerfully. ‘You’re in love. It’s as simple as that’.” (p.
19)
“He took a grim and ironic pleasure from the
possibility that what little learning he had managed to acquire had led him to
this knowledge: that in the long run all things, even the learning that let him
know this, were futile and empty, and at last diminished into a nothingness
they did not alter.” (p. 184-185)
“you have the
taint, the old infirmity. You think there’s something here, something to
find.” (p. 30)
“Within a month he knew his marriage was a failure;
within a year he stopped hoping it would improve.” (p. 75)
“He dimly recalled that he had been thinking of
failure – as if it mattered. It seemed to him now that such thoughts were mean,
unworthy of what his life had been.” (p. 287)