lunes, 29 de agosto de 2022

Uno solo, uno más

 


Leí One Shot, novela 11 de 28 de la serie de Jack Reacher, por Lee Child. Y voy a protestar un poco aunque estoy a pocas páginas de terminar la novela 12. Es un papelón ya esto que estoy haciendo con mi historial de lectura y con mi blog. Pero como nadie me lee lo hago igual -enorme non sequitur-.

En todo caso, me pregunto qué puedo decir de One Shot que no haya dicho ya, o que diferencie a esta novela de las demás, y no se me ocurre mucho. De hecho, tuve que releer mis notas y subrayados del Kindle para recordar de qué iba esta, y tenemos, una vez más, como positivo que el caso no le cae a Reacher del cielo: en esta novela, como en pocas otras, el caso está conectado con la propia historia de Reacher; con algo o alguien de su pasado. Esto le da algo de verosimilitud por lo menos a la oportunidad; y está bueno, porque después tenemos problemas de inverosimilitud importantes. Por ejemplo, la composición de la banda de los malos no tiene ninguna lógica: si sos una empresa de la construcción corrupta difícilmente seas al mismo tiempo un equipo militar sofisticado. Y ni hablar de la banda que arma Reacher para la batalla final contra ellos, compuesta por dos ex militares, una periodista y una abogada.

Lo que podemos decir de positivo -y esto lo vengo viendo en las últimas- es que las novelas van ganando en humor. Y no solo el humor del ridículo, de clichés tan grandes que te hacen gracia, como me pasó hace un par de semanas al volver a ver la Top Gun original, sino de humor voluntario, en parte por diálogos divertidos (lo que a su vez refuerza mi teoría de que en cierto momento, Jack Reacher se convirtió en una empresa, con talento pago). Ejemplo, un diálogo con una chiquita que lo quiere engañar: “‘No me molesta ver sangre’, dijo ella. “Estoy segura que te encanta’, dijo Reacher. ‘Una semana cada cuatro te da un gran alivio’.” (p. 115) Otro: “Por experiencia, Reacher sabía que había pueblos en los que había más calles con nombres de árboles que árboles propiamente dichos.” (p. 155)

Es indefendible que lo siga leyendo, pero ahí voy, qué voy a hacer. En mi mesa de luz me está esperando un libro muy bueno sobre la historia de las relaciones exteriores de EE.UU., el tomo cuatro de las obras completas de Georgie y el último de Molloy antes de morir. Y yo sigo bajándome Reachers al Kindle. Y como un jonkie, me digo uno solo, uno solo más y vuelvo a leer libros de verdad.

lunes, 15 de agosto de 2022

Del lado de la justicia

 

Leí Persuader, de Lee Child, libro número diez de la larga serie de Jack Reacher y uno de los peores, al menos hasta aquí.

Igual, obviamente, me lo devoré en un par de días porque tiene ese ritmo que no para y porque es divertido. Es divertido porque querés saber cómo se va a resolver y porque el nivel de cliché ya es gracioso: como cuando dice “I’m not a quitter” (“Yo no abandono”, p. 211); o más adelante, en la misma línea, “Fui derrotado muchas veces. [Pero a nosotros nunca nos lo muestran...] Pero nunca había abandonado y listo. Nunca. Ni una vez. Si abandonaba ahora, me quemaría por el resto de mi vida. Jack Reacher, el que abandona. Se las tomó cuando la cosa se puso peluda.” (p. 258)

Como en Without Fail, el anterior de la serie, el dato positivo es que acá el caso no le cae del aire al bueno de Jack. Acá él ve a alguien del pasado, investiga, y eso levanta alertas en cierta gente y ahí queda involucrado. La inversosimilitud, al igual que en el anterior, es que queda involucrado en medio de una unidad oficial (en el anterior era el Servicio Secreto y acá es la DEA), y que los profesionales dejan que este civil (ex militar, pero civil), intervenga de manera totalmente ilegal. Reacher mata gente a mansalva y nunca pasa nada porque está del lado del bien. También hay un altísimo nivel de inverosimilitud con la chica del libro (y gracioso un poco por el cliché y la inverosimilitud, como en una película porno, comparación que he hecho ya demasiadas veces), una profesional que de pronto empieza a darle besos, a prestarle su 9 milímetros (¡cualquiera!) y a acostarse con él. 

Pero lo peor de todo es el primer capítulo, donde Child engaña. No se puede mentirle al lector; se le puede ocultar información, pero no dar información falsa. En página 16 Reacher nos dice que dispara al mismo tiempo que se da cuenta de que el blanco al que le dispara es un policía, pero en el capítulo siguiente nos enteramos de que él ya lo sabía, de que estaba todo preparado así. Una mentira al lector. Eso es ilegal.

Lo mejor del libro es que nos dicen finalmente por qué el bueno de Jack se convirtió en policía y lo hace en línea con la tradición de las novelas de detectives; los detectives tienen que estar de alguna manera del lado de la justicia. Le preguntan por qué quiso ser policía y responde: “Simplemente estoy hecho de esta manera. Los canas ponen las cosas en su lugar. (...) No es que me importe tanto el chiquitito. Simplemente odio al grandote. Odio a las personas grandes creídas que creen que se pueden salir con la suya” (p. 540-541). Y eso está bien, y está bien dicho, me parece. En personaje. Y me gusta eso de “poner las cosas en su lugar” (“put things right”); el mundo tiene cierto equilibrio, hay malos que rompen ese equilibrio, y hay buenos que lo restauran, they put ir right, esa es la utopía de la novela de detective y por eso la amamos, porque a diferencia de la realidad, las cosas vuelven a su lugar, al lugar de la justicia.

 

Originales de las citas

"I had been beaten many times. But I had never just quit. Not once. Not ever. If I quit now, it would eat me up the rest of my days. Jack Reacher, quitter. Walked away when the going got tough." (p. 258)

“That’s not really an answer. Why did you want to be a cop in the first place?” I shrugged. “It’s just the way I am. Cops put things right.” (p. 540)

"I don’t really care about the little guy. I just hate the big guy. I hate big smug people who think they can get away with things.” (p. 541)


lunes, 8 de agosto de 2022

Historias pequeñas

 


Leí Small Things Like These, novella de Claire Keegan, genia de quien leímos Antarctica, una colección de cuentos sublime. Keegan cuenta Irlanda como nadie, y en Small Things Like These lo hace con una historia pequeña que es parte de una historia grande.

La historia grande es la de las Magdalene Laundries, instituciones donde la Iglesia Católica confinaba a mujeres que habían cometido el crimen de embarazarse fuera del matrimonio. Pero la novella no se mete en la historia grande; es tan solo un relato de unos días cerca de una Navidad en la década de 1980 en los que un padre de tres hijas se encuentra con esa realidad frente a frente, esa realidad individualizada en su propia historia personal y en el encuentro con una chica de la lavandería de su pueblo. Frente a eso, Furlong debe tomar la decisión de asistir cristianamente a la mujer o someterse a las instituciones religiosas y sociales que intentan ocultar ese horror.

¿Qué es mejor? ¿Proteger a una mujer no muy distinta de sus hijas? “Se imaginaba a sus hijas creciendo y madurando, saliendo al mundo de los hombres. Ya había visto ojos de varones siguiendo a sus niñas.” (p. 12) ¿O seguir las normas imperantes, no meterse? Su propia mujer le dice: “‘¿A dónde nos lleva pensar tanto’, dijo. ‘Pensar solo nos lleva para abajo’. Estaba tocando los botoncitos aperlados de su camisón, agitada. ‘Si querés avanzar en la vida, hay cosas que tenés que ignorar, así podés seguir adelante’.” (p. 31) E incluso: “‘Solo las personas sin hijos pueden darse el lujo de ser descuidados’” (p. 32). Otra señora le dice, a la irlandesa, no te metás: “Pausó y luego lo miró de la manera en que las mujeres enormemente prácticas miran a veces a los hombres, como si no fueran para nada hombres sino niños tontos. Eileen había hecho lo mismo más de una vez, quizás más que unas varias veces.” (p. 59)

¿Qué es honrar a sus hijas, defender a esta chica abandonada como una hija más, como una hermana de sus hijas, o bajar el copete y, así, no poner en riesgo su situación dentro del pueblo, la posibilidad de que sus hijas vayan a la escuela a la que hay que ir, que maneja también la iglesia? ¿Aliado o padre?

En esta novella de unas 70 páginas, Keegan describe Irlanda con una musicalidad luminosa y oscura. ¡Suena tan bien Keegan! En página 48 hay una descripción de los feligreses en misa que vale todo el libro. Es una maga del ritmo, maestra de la puntuación: “Mágicamente, entonces, las calles parecían cambiar y tomar vida bajo los largos haces de bombitas multicolores que se mecían, placenteramente, en el viento sobre sus cabezas”. (p. 16)

Y en medio de esas descripciones y esa cadencia acompañamos al pobre Furlong, el único personaje varón de cierta importancia, hijo de madre soltera, padre, aliade, luchando por salir adelante, en medio del frío invierno irlandés. Vemos esa gran historia desde su pequeña historia, desde su necesidad de decidir. Y así la ficción cumple no sólo con la función de acompañarnos con momentos bellos, sino que logra también hacer carne esas grandes historias, desde la subjetividad que permite entender un lugar, todos los lugares. Es hermosa Small Things Like These, hermosa y lúgubre y triste y distante y esperanzadora.


Originales de las citas 

"He imagined his girls getting big and growing up, going out into that world of men. Already he’d seen men’s eyes following his girls" (p. 12).

"‘Where does thinking get us?’ she said. ‘All thinking does is bring you down.’ She was touching the little pearly buttons on her nightdress, agitated. ‘If you want to get on in life, there’s things you have to ignore, so you can keep on’" (p. 31).

"It’s only people with no children that can afford to be careless’" (p. 32).

"She paused then and looked at him the way hugely practical women sometimes looked at men, as though they weren’t men at all but foolish boys. More than once, maybe more than several times, Eileen had done the same" (p. 59).

"Magically, then, the streets seemed to change and come alive under the long strands of multi-coloured bulbs which swayed, pleasantly, in the wind above their heads" (p. 16).

lunes, 1 de agosto de 2022

Pase lo que pase

 


Leí Without Fail, el noveno libro (en orden cronológico) de la saga de Jack Reacher, por Lee Child.

Lo mejor del libro es que, por primera vez desde que Reacher ya no es policía militar, hay una razón lógica para el involucramiento de Reacher. Como debe ser en el mundo del policial negro: hay un problema, entonces alguien busca al investigador. El problema no le cae al detectives porque va caminando por la calle, sino que alguien tiene un problema y busca al tipo que tiene que solucionarlo. Y en este caso, por primera vez, alguien busca y encuentra a Reacher.

Al principio tiene sentido. Reacher es (entre otras cosas) un asesino, y lo busca el Secret Service para que haga una auditoría. Mi principal problema con este libro es que, después de eso, se da algo que en alguna medida se da en casi todos los libros pero peor acá: al final el único que labura bien es Reacher (y su colega Neagley) y todos los demás, aunque son profesionales, son entre flojitos y un desastre. En este caso, la líder del equipo de protección, que supuestamente es una súper profesional (lo dice Reacher, así que debe serlo) tiene la piel muy delgada, duda de sí misma, y hasta se asusta porque alguien habría entrado a su casa (¡vamos, nena, tenés entrenamiento y una 9 mm!) Todos, FBI, Servicio Secreto, etc., parecen amateurs y hasta le ceden a este tipo de afuera un espacio que no le corresponde. Un poco como en House of Cards, donde todos los políticos son unos ingenuos de cuarta y el personaje de Spacey es el único cínico, acá son todos chapuceros menos Reacher. Es aburrido así. En El Padrino Vito es mejor que los demás y Michael también; como son mejores, ganan, pero pierden batallas y sufren derrotas profundas.

* Después de un libro entero sin sexo, Reacher vuelve a acostarse con una mujer hermosa. Siempre huelen re bien las mujeres de Reacher.

* Hay una pista muy obvia a la que llegan por casualidad pero que no miran durante días.

* Una aparición poética, una bala cruza el cuello de una mujer: “Cayó y dejó en el aire detrás suyo su sangre como un signo de interrogación” (p. 251). “She went down and left her blood in the air behind her like a question mark.”

* Tengo un proyecto (bah, una idea de proyecto) de escribir sobre el uso de los sueños en Cormac McCarthy. Bueno, creo que en este libro por primera vez Child lo hace soñar a Reacher.

* Hay dos momentos de cierta emoción; una con Froehlich y una con Nagley. Hay alguien metiéndole emoción a la serie en p. 253 y p. 374.

Bueno: voy a hacer detox unas semanas con otras cosas y en un rato vuelvo con el diez porque esto es así, pase lo que pase, parece, tendré que seguir.