martes, 28 de abril de 2020

A trazos gruesos



Leí Sapiens: A Brief History of Humankind, de Yuval Noah Harari, un muy interesante ensayo sobre la historia de la humanidad. Lo mejor del libro es su capacidad de delinear muy esquemáticamente la historia de 70.000 años de humanidad en unas 400 páginas, lo que logra organizando el relato a partir de tres revoluciones (y media): “Tres revoluciones importantes dieron forma a la historia: la Revolución Cognitiva dio el puntapié inicial de la historia hace unos 70.000 años. La Revolución Agrícola la aceleró hace unos 12.000 años. La Revolución Científica, que empezó hace apenas 500 años, podría muy bien terminar con la historia y dar comienzo a algo totalmente distinto.” (p. 3) La media es “La unificación de la humanidad”, ocurrida entre la revolución agrícola y más o menos el siglo XIX.
En “la revolución cognitiva”, Harari cuenta como, hace más o menos 70.000 años, nació el homo sapiens (que no fue, por mucho tiempo, la única especia humana). No tanto por una mutación física, sino cognitiva: pudimos comenzar a comunicarnos de manera compleja, hablando no sólo de cosas que existen (“¡ojo con el león!”) sino también de abstracciones (“hay que hacer esto para complacer a los dioses”); esto permitió a los humanos actuar cooperativamente en grupos grandes. Un “cerebro grande, el uso de herramientas, capacidades de aprendizaje superiores y las  estructuras sociales eran enormes ventajas” (p. 11) pero los humanos tuvieron esto durante dos millones de años sin dejar de ser marginales. La capacidad de hablar de cosas inexistentes, surgida entre 70.000 y 30.000 años atrás, cambió todo. “El tipo de cosas que las personas crean a través de esta red de historias se conocen en círculos académicos como ‘ficciones’, ‘constructos sociales’ o ‘realidades imaginadas’.” (p. 31) Estado, sociedad, religión, dinero, empresa, son cosas inexistentes que permiten coordinar las acciones de los homo sapiens de una manera inaccesible para cualquier otro animal. Este lenguaje creó la cultura y dio pie a salir del ámbito de lo biológico para dar puntapié inicial a la historia: “desde la Revolución Cognitiva el homo sapiensa ha sido capaz de cambiar su conducta rápidamente de acuerdo a necesidades cambiantes. Esto abrió el carril rápido de la evolución cultural, dejando a un costado los embotellamientos de la evolución genética.” (p. 33)
La segunda parte del libro da cuenta de la revolución agrícola, ocurrida hace más o menos 12.000 años. Los humanos lograron controlar un grupo limitado de vegetales y animales de forma tal que pudieron asentarse y conseguir alimentación para muchas más personas. Hoy, “con todas nuestras tecnologías avanzadas, más de 90% de las calorías que alimentan a la humanidad provienen de un puñado de plantas que nuestros ancestros domesticaron entre los años 9500 y 3500 AC – trigo, arroz, maíz, papas, mijo y cebada.” (p. 78) Para Harari, la revolución agrícola fue terrible para los humanos individuales pero le permitió a la especie multiplicarse exponencialmente. “Esta es la esencia de la Revolución Agrícola: la capacidad de mantener vivas a más personas en peores condiciones”. (p. 83)
La tercera parte del libro da cuenta de la unificación de la humanidad. “Entender la historia humana en los milenios que siguen a la Revolución Agrícola se reduce a una única pregunta: ¿cómo se organizaron a sí mismos los humanos en redes de cooperación en masa, sin tener los instintos biológicos necesarios para mantener esas redes? La respuesta corta es que los humanos crearon órdenes imaginados y concibieron guiones. Estos dos inventos llenaron los huecos que nuestra herencia biológica dejó abiertos.” (p. 133) Los tres órdenes básicos, en este sentido, son el dinero, el imperio y la religión. Tardó mucho tiempo, pero a partir de esos conceptos se unificó la humanidad. “Hoy casi todos los humanos comparten el mismo sistema geopolítico (...); el mismo sistema económico (...); el mismo sistema legal (...); y el mismo sistema científico.” (p. 168) La unificación vino por la fuerza de la moneda, los imperios y las religiones.
Esta unificación permite y es terminada por la revolución científica, en un círculo (virtuoso o vicioso) entre ciencia, imperio y capitalismo. “Podría argumentarse que el loop de retroalimentación entre la ciencia, el imperio y el capital ha sido el principal motor de la historia durante los últimos 500 años.” (p. 274) De nuevo, las fuerzas que mueven esto son ideas: la idea fundamental de la revolución científica es la admisión de ignorancia, que nos lleva a saber más; la del capitalismo el crecimiento, hasta entonces inexistente; en el centro está la idea novedosa del progreso. “Hasta la Revolución Científica la mayoría de las culturas humanas no creían en el progreso.” (p. 264) La revolución científica y la revolución industrial que devino de ella produjeron una gran cantidad de transformaciones radicales en la vida humana, desde el concepto de tiempo, la urbanización, la democratización y, las más importantes según Harari, “el colapso de la familia y de la comunidad local y su reemplazo por el estado y por el mercado”. (p. 355)
El progreso y  el cambio son de tal envergadura que el homo sapiens quedó al borde no solo de destruir el planeta que le da sustento, sino de destruirse a sí mismo. La humanidad está trascendiendo los límites biológicos. “Está comenzando ahora a quebrar las leyes de la selección natural, reemplazándolas por las del diseño inteligente.” (p. 397) La biotecnología, la ingeniería ciborg (los ciborgs son entes que combinan partes orgánicas y no orgánicas) y hasta la ingeniería de vida inorgánica pueden terminar generando el fin del homo sapiens. “Salvo que alguna catástrofe nuclear o ecológica nos destruya primero, el ritmo del cambio tecnológico pronto llevará al reemplazo del homo sapiens por seres completamente diferentes que posean no solo físicos diferentes, sino también mundos cognitivos y emocionales muy diferentes.” (p. 412)
Obviamente, lo negativo de contar la historia desde un un lente temporal tan abierto es perderse prácticamente todo detalle, toda individualidad, toda subjetividad. Pero sigue siendo interesante tener la historia a trazos gruesos y entender un poco lo pequeños que resultan nuestros problemas cotidianos en ese contexto.

lunes, 20 de abril de 2020

Milongas de cuchilleros



Leí Para las seis cuerdas, un conjunto de milongas que Borges pide que leamos imaginando “un hombre que canturrea, en el umbral de su zaguán o en un almacén, acompañándose con la guitarra.” (p. 353) No es mucho pedir, nos quiere decir Borges; después de todo: “Toda lectura implica una colaboración y casi una complicidad.” (p. 353, prólogo)
Disfruté mucho las milongas, que terminé de leer un sábado de cuarentena con los últimos rayos de sol que le llegan oblicuamente en otoño a mi jardín suburbano. Y mientras las leía iba anotando cosas que se repetían: la presencia de la muerte, de cuchillos, de caudillos o cuchilleros y de barrios porteños.
Todas las milongas tienen alguna referencia a la muerte, y muchas relatan una muerte específica: la de un cuchillero, caudillo o compradito de algún barrio porteño. Un ejemplo es la “Milonga de Abornoz”: “Un acero entró en el pecho, / ni se le movió la cara; / Alejo Albornoz murió / como si no le importara.” (p. 373) Otro en la Milonga de Manuel Flores: “Manuel Flores va a morir. / Eso es moneda corriente; / morir es una costumbre / que sabe tener la gente”. (p. 374) Otra, “¿Dónde se habrán ido” es más una reflexión sobre la muerte y la memoria: “El ruin será generoso / y el flojo será valiente: / No hay cosa como la muerte / para mejorar la gente”. (p. 357)
En las once milongas hay referencia a la muerte; en seis de las once referencias a un cuchillo (en dos o tres hay balazos); y en seis hay referencias a barrios concretos (Retiro, Balvanera, Triunvirato, Palermo y Maldonado). Quizás el mejor resumen para este librito sea esta estrofa, de la Milonga para los orientales (p. 370):

“Como los tientos de un lazo
se entrevera nuestra historia,
esa historia de a caballo
que huele a sangre y a gloria”.

Estas milongas son como los tientos de un lazo que se entreveran para contar la historia de cuchilleros porteños.




lunes, 13 de abril de 2020

Un árbol donde descansar en un camino interminable


El cerebro, dicen, categoriza. Pone cosas en categorías; la gente es cristiana, atea, judía, musulmana u otra; los libros son novelas, cuentos, poesía, no ficción, etc. El libro de Esteban Serrano, No quiero que te olvides de mí, está en la categoría de ensayos sobre consumos culturales que armó la editorial Indie; pero también está en la de no ficción intimista; en la de libros de mis amigos; en la de libros que leí en taller mientras se estaban escribiendo (como La caja Topper de Nico Gadano). Y en la categoría de libros hermosos, claro; tanto que odio un poco no poder tenerlo en papel.
La colección “Paraíso ordenado” publica ensayos de autores que cuentan cómo influyeron sobre ellos determinados productos culturales. Esteban habla de La sociedad de los poetas muertos, una película de 1989 que movilizó a buena parte de quienes éramos adolescentes por esa época. Pero habla sobre mucho más que eso, en planos superpuestos: se cruza el recuerdo de ver la película en un cine, consumo que obró como catalizador de un duelo no cerrado por el suicidio de su abuelo; la relectura metódica y obsesiva de la misma película por Netflix treinta años después y la misma pregunta y otras preguntas por ese duelo; la reconstrucción del autor de su adolescencia; la mirada del autor sobre su presente; y una reflexión sobre lo que une a aquel hijo con el padre de hoy, es decir, sobre la familia, la paternidad y la transmisión de los mandatos.
El libro está construido en un formato raro, con capítulos muy cortos, cada uno de los cuales comenta tres minutos de la película, va al pasado y vuelve al presente. Esa elección, quizás artificial, le permite a Esteban tener un ritmo muy especial que se mantiene durante todo el libro como una vocecita que no para de hacerse preguntas adentro de su cabeza. Es que Serrano mira con extrañeza su adolescencia, su actualidad y todo eso que pasó en el medio entre aquel adolescente que llora desconsolado en el cine y este padre que trata de entender qué es una familia. En el medio, él mismo fue, por momentos, “ese extra, fuera de foco, en segundo plano, comiendo disimuladamente. Una bolsa de palitos salados Leone, abajo de mi banco.” (l. 246) En el medio, “las decisiones son de otros. ¿Es eso el destino?” (l. 93)
La película se une con la vida del autor al hablar de abuelos, padres e hijos. “Ser padre es complicado, sobre todo cuando nos pasa como le pasa a Mr. Perry, que creemos que se trata demasiado de nosotros mismos.” (l. 142) El Sr. Perry es el padre del suicida; el autor es el nieto del suicida; y el padre de un chico de 13 y de una chica de dieciséis de quien dice “Ya siento que en muchas cosas me ve como un escalón por el que tiene que pasar.” (l. 121) La forma de su reflexión es curiosa porque une la obsesión metódica del formato de los tres minutos con un formato casi psicoanalítico de metáforas que son asociaciones libres. Quizás en el mejor momento del libro, el autor piensa, en medio de una fiesta de cumpleaños, sobre los esquimales viejos que se van a morir solos y termina con una nave espacial: “Mientras se reparten pedazos de torta negra de cumpleaños a diestra y siniestra, en los platitos finos de las ocasiones especiales, pienso que un iglú es como una cápsula espacial. Una cápsula espacial que no va a ningún lado. Y pienso que una familia también es una cápsula espacial pero defectuosa. Sin rumbo y sin instrucciones.” (l. 801)
Consumos culturales como aquella película y como este ensayo ayudan a darle sentido a esa experiencia de ser parte de una familia; no llegan a ser mapas ni manuales, pero quizás sí muletas; o la sombra de un árbol donde descansar en el medio de un viaje interminable desde ningún lado hacia ningún otro lado.

lunes, 6 de abril de 2020

Lecturas de cuarentena: 0


Leí un libro largo y aburrido del que no voy a hablar. Y con eso cierro mis lecturas del primer trimestre del año. Con la cuarentena, mi mujer está leyendo un montón - últimamente leyó The thing around your neck y Open - pero a mí me está costando mucho. Veremos si ahora retomo cierto ritmo con el libro de mi amigo Esteban Serrano, que sé que no me va a defraudar

Mientras tanto, esto fue el primer trimestre:
Michael Chabon, Moonglow
Jorge Luis Borges, El otro,el mismo.
Jorge Luis Borges, El hacedor.
Olivia Gallo, Las chicas no lloran.
Jorge Luis Borges, Otras inquisiciones.
Jorge Luis Borges, El Aleph
Henry Brook, The Blitz.