Mi 2019 fue un año raro en términos de lecturas, un año en el que leí sólo 12 libros en la primera mitad y 24 en la segunda; que comenzó terminando un proyecto (la lectura de la Oxford History de EE.UU.) y terminó con el comienzo de otro (las obras completas de Borges); un año en que leí mucha más no ficción y muchas más mujeres (dentro de ficción) que en años anteriores.
Estadísticamente, leí exactamente la misma cantidad de libros que en 2018 (36), lo que es algo superior al promedio de la serie que llevo desde 2012 (32). Del total, leí apenas más no ficción (53%) que no ficción (47%). En 2018 la proporción había sido 33% no ficción, y en años anteriores tanto menos que ni siquiera llevaba la cuenta. Igual que en 2018, los libros de no ficción que leo son preponderantemente escritos por varones (83% en 2018, 92% en 2019). En el total del año, leí mucho más a varones (76%) que a mujeres, parecido al promedio de la serie (79%); pero este año leí mucho menos en inglés (25%) que en el total de la serie (56%). Estos totales están muy afectados por el hecho de que leí mucha no ficción; en lo que es ficción leí mucho más mujeres y especialmente mujeres en español: 41% de los libros de ficción que leí en 2019 fueron escritos por mujeres (contra 21% de la serie general). El porcentaje de libros de mujeres en español fue el más alto de la serie (21% del total del año, contra 11% de la serie); y en ficción ese porcentaje sube a 35%.
El conjunto cuantitativamente más importante de lo que leí este año sin duda es el proyecto Borges. Leí un libro sobre Borges (Martín Hadis, Siete guerreros nortumbrios) y 11 libros de Borges (Fervor de Buenos Aires, Inquisiciones, Luna de enfrente, El tamaño de mi esperanza, El idioma de los argentinos, Cuaderno San Martín, Evaristo Carriego, Discusión, Historia de la eternidad, Historia universal de la infamia y Ficciones). No puedo decir que esté enamorado de Borges, pero cuanto más leo, más importante me parece que es seguir leyéndolo.
Un segundo conjunto de lecturas corresponde a mujeres argentinas contemporáneas. Leí a María Gainza (El nervio óptico), a Samanta Schweblin (Distancia de rescate), a Pola Oloixarac (Mona) y a Belén López Peiró (Por qué volvías cada verano, uno de los libros que más me impactaron en el año). Completan las lecturas de ficción en español por mujeres Isabel Allende (El amante japonés) y Sara Gallardo (Enero, libro que amé). El único libro de ficción en inglés por una mujer que leí en 2019 fue Americanah, de Chimamanda Ngozi Adichie. Además, leí la hermosa traducción de Noelia Torres de El libro de la locura, de Anne Sexton.
Leí solo cuatro libros de ficción (o true fiction) de argentinos contemporáneos: La caja Topper de Nicolás Gadano y Los diálogos impares de Andy Anderson (dos libros que disfruté muchísimo de dos amigos) y los Pornosonetos y los Breves amores eternos de Pedro Mairal.
En el proyecto de lectura de literatura americana del siglo XX, no muy activo este año, leí Revolutionary Road de Richard Yates, Invisible Man de Ralph Ellison y Go tell it to the mountain de James Baldwin. Además, leí y amé The only story de Julian Barnes.
El conjunto de no ficción es difícil de catalogar. Empecé con Grand Expectations: The United States, 1945-1974, de James T. Patterson, con el cual quedé cerca de terminar la Oxford History (queda un tomo aún no publicado y el tomo de relaciones exteriores). Tres libros fueron por encargo: Camino al Este de Javier Sinay, Aquellos años del boom de Xavi Ayen y Los deseos imaginarios del peronismo de Juan José Sebreli (libro ominoso). Otro fue un libro de economía del comportamiento que me habían mencionado demasiadas veces como para no haber leído (Daniel Kahneman: Thinking, fast and slow). Dos libros son más de asuntos actuales: el imprescindible Enlightenment Now de Steven Pinker y el iluminador La rebelión de las naciones de mi amigo Francisco de Santibañes. Cierran el conjunto Francis Korn y Martín Oliver con En Buenos Aires 1928 y Andrew Roberts con el mejor libro que leí en el año: Churchill. Walking with Destiny.