lunes, 31 de enero de 2022

La incomodidad de vivir

 

Mientras todos leen su última novela, yo leí The Discomfort Zone, un libro de memorias de Jonathan Franzen, genio de quien leí TheCorrections, Freedom y Purity.

The Discomfort Zone es muy distinto. Mi recuerdo, sin ir a releer mis apuntes de lecturas de aquellas tres novelas, es el de estructuras monumentales: grandes narrativas con derivaciones casi infinitas de sus personajes, sus familias, pasados y vidas interiores, pero estructuradas a la perfección, una mezcla de psicoanálisis e ingeniería alemana. La que recuerdo con más amor es The Corrections, a las otras con un poco más de tedio, y casi de bronca; recuerdo pensar, pará un poquito Jon, me estás matando con la historia del ex marido de la abuela del personaje secundario, pará de alardear de tu creatividad y capacidad de orden.

Bueno, The Discomfort Zone es muy distinto. Por lo pronto, claro, no es una novela. Pero sobre todo, es un libro al que le falta ese orden perfecto, alemán, de las novelas. (Nota al pie: tuve la intuición de que Franzen es un escritor alemán, gran idea para otro ensayo que nunca escribiré). Y es un libro que no me atrapó como aquellas novelas. Los seis ensayos / capítulos de los que está compuesto el libro, también, carecen de ese orden que recuerdo de los capítulos de las novelas. Pero a ver si logro decir qué es y no qué no es: es un libro de memorias construido en seis capítulos donde Franzen rememora su adolescencia, se piensa a él y a su familia, recuerda sus primeros acercamientos a la literatura y al idioma alemán y a las mujeres, su relación con su madre, su primer matrimonio fallido y el comienzo de su segunda pareja.

Purity, Freedom y The Corrections son en alguna medida novelas de ideas, donde una idea o concepto es central al texto. Quizá donde esto es más claro es en The Corrections, con el leitmotiv de la idea o el concepto de “corrección” (qué es corregible, qué no, y las diversas aplicaciones del concepto). The Discomfort Zone está muy lejos de tener algo así, porque es más desordenado (me repito), quizás porque es algo así como una indagación personal. En el primer ensayo / capítulo, Franzen cuenta que entra a su departamento de Nueva York y se sorprende: “Me pregunté cómo había llegado desde su mundo [el de su familia] al departamento de una persona a la que ni siquiera reconocía como mí mismo.” (p. 20) En otro ensayo, “The Foreign Language”, reflexiona sobre su resistencia frente a La Montaña Mágica y descubre que era porque “en el corazón del libro había una pregunta de genuino interés tanto para Mann como para mí: ¿cómo es que una persona joven se desvía tan rápidamente de los valores y las expectativas de su crianza de clase media?” (p. 152)

Leído a través de estas dos citas, The Discomfort Zone es una indagación muy personal no sólo de cómo Franzen se convirtió en escritor, sino también de en qué medida eso significa o significó una separación total de su familia de origen. Porque lo que parecía al principio una separación total (sus padres se oponían a que estudiara literatura, su madre le parecía una caricatura de la madre de clase media del Midwest, hay un mundo entre la casa de su infancia que pone en venta y ese departamento en Manhattan, etc.) termina siendo una aceptación de que se puede ser artista sin odiar su pasado ni haber sufrido de niño (ahí es significativo lo escrito sobre Schulz y Peanuts); y de que se puede ser muy distinto de su familia y amarla igual; de que se puede ser artista y tener una pareja algo así como “normal”. Descubre que puede ser Jonathan Franzen el escritor y amar a su madre, aunque solo pudo hacerlo cuando ella se enfermó de cáncer (p. 177) y dedicar el libro, este libro, el de sus memorias, a sus hermanos Bob y Tom.

Visto así, The Discomfort Zone parece una gran novela, un Bildungsroman incluso, pero totalmente distinto a las novelas de Franzen. Tanto que hasta puede ser visto como un alegato en contra de las novelas de Franzen: el desorden de The Discomfort Zone parece casi una denuncia de todo lo que tienen de artificial las novelas de Franzen, quien controla y ordena todo cuando la vida, en verdad, es esa zona de desorden e incomodidad constantes. Y así, al escribir todo esto, más de una semana después de terminarlo, siento que The Discomfort Zone me gusta mucho más de lo que me gustó al leerlo.

 

Originales de las citas

“I wondered how I’d got from their world into the apartment of a person I didn’t even recognize as myself” (p. 20).

“at the heart of the book there was a question of genuine personal interest both to Mann and to me: How does it happen that a young person so quickly strays so far from the values and expectations of his middle-class upbringing?” (p. 152).


lunes, 24 de enero de 2022

El final del principio


 

Leí The Affair, tercer libro (en orden cronológico del personaje, no de publicación) de la serie de Jack Reacher. Como los primeros dos, se leen rapidísimo: es divertido. Pero este ya me pareció malo. Hay algo repetitivo en la fórmula: está la explicación uno y la dos, te muestra una para que te la creas y es la otra; está la mujer eventual; está la prosa mecánica, a veces repetitiva, nunca sorprendente. Esta vez lo leí en Kindle, y es interesante ver los subrayados populares, cosas no demasiado especiales: “Everyone has a plan until they get punched in the mouth.” (“Todos tenemos un plan hasta que nos pegan una trompada en la boca”, p. 110); “Any day could be the last of life or liberty, so small pleasures were always worth pursuing.” (“Cualquier día podría ser el último de la vida o en libertad, así que siempre valía la pena perseguir los pequeños placeres”, p. 234). 

Con este libro termino la serie de tres precuelas y es el cierre del pasado de Reacher como policía militar. Ahora, de seguir, debería hacerlo con el primero del orden de publicación y llegar al “verdadero Reacher”. No estoy seguro si lo haré, pero creo que sí: porque estoy leyendo en paralelo un libro interminable, y me vendrá bien cada tanto hacer un parate de tres días para despejar la mente.

lunes, 17 de enero de 2022

Lecciones

 


Leí Night School, segundo libro (en orden cronológico del personaje, no de publicación) de la serie de Jack Reacher. Como el primero, si tuviera que definirlo en una palabra diría: “droga”. No lo podés dejar, o solo con mucho esfuerzo.

Reacher, policía militar con rango de mayor del ejército norteamericano, es convocado para una investigación de alto perfil con un equipo muy pequeño con gente de la CIA y del FBI, liderados por gente del Consejo de Seguridad Nacional. En el primero de la serie, The Enemy, Reacher intentaba resolver un misterio ligado con las consecuencias de la caída del muro de Berlín en términos de la política interna del ejército. En Night School, otro misterio ligado con una típica hipótesis de conflicto post caída de la Unión Soviética. Cosas buenas, cosas flojas, pero la gran pregunta que me hago todo el tiempo mientras leo es “¿cómo es que me logra atrapar?” Y en Night School la respuesta que me surgió es esta: Child es un increíble terminador de capítulos; cuando estoy diciendo “esto me aburre, termino el capítulo y me voy a dormir”, ¡blam!, te tira el final de capítulo que te hace decir “uno más”, como decía yo cuando fumaba, "este es el último atado". Después vas al back cover y entendés un poco: Child era director de televisión. Esa intriga, ese gancho para el siguiente episodio, lo maneja a la perfección. Y eso es algo que todo escritor debería manejar: un poco como en el basketball, hay que poner una atención especial en cómo empezamos y terminamos cada cuarto, cada capítulo.

A todo esto: al terminar este apuntecito de lectura ya terminé el libro que le sigue.

  

viernes, 7 de enero de 2022

Esta es finalmente mi lectura


 

Leí Esta es finalmente mi rabia, hermoso libro de poesía de mi amiga Noelia Torres, quien publicó hace un tiempo una traducción de El libro de la locura de Anne Sexton.

Siempre es más difícil, para mí, comentar poesía. Me siento menos capacitado, me siento más obligado a pensar cada palabra. Porque esa es finalmente la poesía, “el gimnasio de la literatura” donde “ponemos a trabajar las palabras / las volvemos saludables sonoras musculares” (p. 32, “Cutie Girl”). Pero esta es finalmente mi lectura y empiezo por lo obvio: ¿te gustó o no te gustó? Y sí, me gustó, me encantó, amé este libro, que leí por lo menos tres veces desde que me llegó hace tres semanas. Me gustó porque es hermoso, porque tiene poemas que te explotan en el corazón, porque tiene momentos altísimos y porque el conjunto es mucho más que la suma de las partes. No es una colección una sumatoria. Es un libro que se puede leer como un alegato, una manera de ver escribir vivir aunque sea y deba ser con rabia.

Noe, a quien escuché mil veces en sesiones de taller, es poeta; un poema es un texto con muchos enters, nos comentó alguna vez Santi Llach, poner muchos cortes y Noe pone cortes dentro de los versos también, cambios de ritmo sentido que te traen ideas o emociones que no estaban ahí un segundo

atrás.

Hay algo intransmisible, claro. No sé muy bien qué quiere decir esto - “y es que pienso / que vivir juntos / es como un arcoíris / sin ollas de oro al final” (p. 7, “Las calas”) - pero esa metáfora toda corrida me parece genial y me parece que tiene que ver con esto otro – “un amor que no cuenta nada no / es un gran amor / no digo el amor con mayúsculas / hablo del otro del cotidiano / enjambre de sentimientos” – que es otra manera de decir lo mismo y las dos, entonces, nos hablan de las posibilidades infinitas del lenguaje y de la pareja.

La pareja es uno de los temas del libro. Es interesante que el primer sustantivo del libro es “hacha”: un hombre deja su “hacha sobre el  piso de madera”. Ahí están los hombres cortando (que es el gran verbo de la poesía, cortar oraciones, palabras, ideas, cortar cortar cortar, como en un poema que veremos más adelante). Es nuestra tarea a veces, la de los varones, cortar con el mambo neurótico, cortar el cordón umbilical.

El segundo gran tema es la maternidad y la creación (pero también el aborto, que es una parte, un negativo, un ying yang con la maternidad). Está en “No hay poema en la niebla”, quizás el más académico de la colección; está en “Las arroceras”, que emparenta a las madres del conurbano “a orillas del Riachuelo” con las madres japonesas, todas “cazadoras de alimento”, “juntas como un puente”,  “la combustión de un pasado / que se deduce durante la primavera”. En “Cantos boreales” aparece un aborto en medio de una pareja, y en “De las nubes” se habla metafóricamente de un aborto “sólo nos queda esta bolsa de papel marrón / llena de contenido anónimo”. En el medio de esos dos poemas, para fortalecer esta idea del ying yang maternidad aborto, dar o no vida, “El ámbito espacial” trata de una mujer embarazada, ambivalente pensando que es el fin del mundo, diciéndole a la hija “invadiste mi reino”, definiendo “la maternidad atroz el daño amoroso / biológico elegido”, y al mismo tiempo emocionándose con el futuro “vos a mí / me vas a decir mamá?”, “Soñé por muchos años con una hija / y ahora tranquila e incapaz espero a que todo / alcance su altura necesitada”.

Y el tercer gran tema es la poesía misma, como en “Ruibarbo”, como en “Cutie Girl”. La poesía es poner enters, cortar como con un hacha, o con una tijera de podar (ya llegamos), darle una vida inesperada a las palabras; es el opuesto al cliché, a lo trillado, describir las cosas la vida el mundo de manera novedosa (el gato tiene “patitas de colchones” p. 25, “Cantos boreales”). Ser poeta es otra cosa. La bio de Noe en el libro dice que es “escritora y poeta”: no es lo mismo, no son sinónimos; ser poeta es otra cosa. La angustia del artista es de otro orden en el poeta. Eso lo captura uno de los dos poemas centrales del libro, “La quinta dirección ascendente”, el que le da a la colección su título. Quizás el poema más autobiográfico de la colección – Noelia es a veces tan críptica en su vida como en su poesía, así que quién sabe –, la narradora sale a comprar al chino y pasa de observar su heladera vacía, su conurbano de cemento, su chino fraguado y sus compras cotidianas a concluir “soy la anotación insignificante del universo / soy mi propia existencia y castigo / porque el talento es / un animal enjaulado / esta es / finalmente / mi rabia”.

El otro poema central es “Los buenos rosales tienen los ojos abiertos”, dedicado a una de las diosas de la poesía, Mary Oliver (de quien leímos A Handbook of Poetry). Es un poema lírico a la vez sobre la poesía – a los poemas y a los rosales “para que florezcan mucho después / se corta se corta se corta / en tiempo y en certeza” – y sobre el ciclo de la vida más en general. Es una belleza y es central al libro porque une la discusión sobre la poesía con cosas más cotidianas y porque es como una gran metáfora sobre los ciclos de la vida de los cuales la maternidad es claramente un momento clave.

“Los buenos rosales...”  es central también por otro tema. En un momento entre mis lecturas me empezó a inquietar algo. Estás en un bosque en una pradera y no se escucha nada y de pronto te concentrás o desaparecés o te pasa algo y escuchás algo que estaba siempre ahí pero de lo que recién ahora sos consciente: es el sonido de la vida. El zumbido de insectos. El canto de un pájaro. La biología que se mueve en silencio a los gritos. El libro de Noe tiene biología por todos lados, pensé. Y encaré un ejercicio: un poema donde cada línea es uno de los poemas del libro y el contenido de cada línea son palabras ligadas con la biología contenidas en ese poema. Al final de este post está el resultado, que parece un caligrama de algo. ¿De qué? De los ciclos, me digo yo. De las cosas que vienen y que se van. De la misma vida, de la poesía, del amor de pareja, del ciclo menstrual que da la vida, de las olas y de la luna. Vienen y van. Pareja, maternidad/vida, poesía/palabras, vienen y se van y entender y expresar eso supone, finalmente, la rabia.



lunes, 3 de enero de 2022

Lecturas 2021

 

2021 fue el año en que menos leí desde que llevo este blog de lecturas: leí solo 22 libros, en comparación con un promedio de 32,5 entre 2012 y 2020. ¿Por qué? Porque me mudé, porque viví en distintos lados, porque viví casi medio año sin muchas rutinas y otro medio año armándolas. Pero siento que terminé leyendo más en los últimos meses del año y que arranco 2022 con otro ritmo.

¿Qué leí? Leí cinco libros de Borges y así terminé las obras completas (sin contar el tomo 4, de prólogos y demáses). Además, estudié un poco de Kafka (dos libros) y leí cinco libros enmarcados en mi proyecto de literatura norte-americana (Alice Munro, Roth, Hurston, la colección de cuentos editada por Lorrie Moore y Richard Ford). Leí solo un libro de amigos (el de Lu Cáncer; no me hice con el de Rafa Otegui y al de Noe Torres le di una leída pero para este blog queda para 2022) y me quedaron cuatro inclasificables (Poissant, Simsion, Hornby, Child). A todo esto se agregan cuatro libros de no ficcion: el extraordinario libro de Fullilove, la excelente historia de la Guerra Civil Española de Thomas, el doloroso libro de Macri y el de Walker sobre el sueño.

En el podio: Luciana Cáncer, Michael Fullilove y Nick Hornby (genio).

El listado completo:

 

Jorge Luis Borges, La Cifra.

Alice Munro, Something I've Been Meaning to Tell You

David James Poissant, Lake Life

Matthew Walker, Why We Sleep

Jorge Luis Borges, Nueve ensayos dantescos

Jorge Luis Borges, La memoria de Shakespeare.

Luciana Cáncer, Un lugar guardado para algo

Graeme Simsion, The Rosie Project

Richard Ford, Sorry For Your Trouble

Mauricio Macri, Primer Tiempo

Lorrie Moore (editora), 100 Years of the Best American Short Stories.

Nick Hornby, Just LikeYou

Jorge Luis Borges, Atlas.

Hugh Thomas, The Spanish Civil War

Jorge Luis Borges, Los conjurados.

Philip Roth, I Married a Communist.

Michael Chabon, Gentlemen of the Road.

Franz Kafka, una selección de cuentos en tres tandas: "The Metamorphosis", "The Hunter Gracchus" y otros "A Hunger Artist" y otros

J. P. Stern, TheWorld of Franz Kafka

Zora Neale Hurston, Their Eyes Were Watching God

Michael Fullilove, A Rendezvous With History

Lee Child, TheEnemy.