lunes, 30 de septiembre de 2019

Un día en la iglesia



Leí Go Tell It on the Mountain, de James Baldwin, un clásico de la literatura afro-americana publicado en 1953. Como Invisible Man, de Ralph Ellison, publicada un año antes, Go Tell It on the Mountain me pareció más interesante que divertida, y más interesante por los temas que por la forma.
La novela cuenta la historia de John Grimes, un chico negro de Harlem en la década de 1930 de quien se decía: “Ese sí que es pobre chiquito” (p. 220) John es un pobre chiquito porque es negro (“Todo los negros fueron condenados, la voz irónica le recordaba” - p. 200), porque tiene un cuerpo poco agraciado, porque (se sugiere) le gustan los chicos y, sobre todo, por su situación familiar: nació como un hijo bastardo, su padre se suicidó, y su madre se casó con un predicador que resultó un padrastro difícil y duro.
Estructurada a partir de un día específico en el que hay un servicio religioso en el que John se bautiza al estilo del Pentecostalismo, la novela va hacia atrás en el tiempo contando las vidas de su madre, padre y padrastro. Así, cuenta del segundo gran movimiento de los afro-americanos; el primero, esclavizados, desde África hacia América; el segundo, el exilio más o menos libre desde el Sur hasta el Norte: “Al final de cuentas, no había tanta diferencia entre el mundo del Norte y el del Sur del que ella había escapado; solo había esta diferencia: el Norte prometía más. Y esta similitud: lo que prometía no lo daba, y lo que daba con una mano, lentamente y a regañadientes, lo quitaba con la otra.” (p. 164)
Y cuenta, sobre todo, y a partir de la vida de este pobre chico, la influencia de la religión en esta comunidad, por un lado opresiva desde lo personal y por el otro generadora, justamente, de comunidad. Esta ambivalencia se ve en el propio John, que en un momento le dice a su hermanita bebé “Bueno, escuchá a tu hermano mayor que te va a decir algo, bebé. Apenas vos puedas pararte en tus propios pies, te vas corriendo de esta casa, corré bien lejos.” (p. 38) “¿Por qué lloraba su madre? ¿Por qué fruncía el ceño su padre? ¿Si el poder de Dios era tan grande, por qué tenían vidas tan afligidas?” (p. 143) Por un lado quiere bautizarse, seguir la religión del padrastro y seguir su destino de predicador como él, y “Sin embargo, temblando, sabía que esto no era lo que quería. No quería amar a su padre; quería odiarlo, abrigar ese odio, y darle algún día palabras a ese odio.” (p. 146) 
Eso es, al fin de cuentas, lo que hace esta novela, que es de fuerte contenido autobiográfico: le da palabras al odio por el padre. Y lo hace, por momentos, adquiriendo la poesía de un predicador sureño, con música, con metáforas que caen de las colinas, “y las voces surgieron de nuevo, y la música fluyó de nuevo, como el fuego, o la inundación, o el juicio” (p. 8), y por otros momentos, simplemente, cansando un poco.

Originales de las citas usadas
“That sure is a sorry little boy.” (p. 220)
“All niggers had been cursed, the ironic voice reminded him” (p. 200)
“There was not, after all, a great difference between the world of the North and that of the South which she had fled; there was only this difference: the North promised more. And this similarity: what it promised it did not give, and what it gave, at length and grudgingly with one hand, it took back with the other.” (p. 164)
“John laughed at her so ancient-seeming distress—he was very fond of his baby sister—and whispered in her ear as he started back to the living-room: “Now, you let your big brother tell you something, baby. Just as soon as you’s able to stand on your feet, you run away from this house, run far away.” (p. 38)
“Why did his mother weep? Why did his father frown? If God’s power was so great, why were their lives so troubled?” (p. 143)
“Yet, trembling, he knew that this was not what he wanted. He did not want to love his father; he wanted to hate him, to cherish that hatred, and give his hatred words one day.” (p. 144)
“and the voices rose again, and the music swept on again, like fire, or flood, or judgment.” (p. 8)

Otras citas
“Looking at his face, it sometimes came to her that all women had been cursed from the cradle; all, in one fashion or another, being given the same cruel destiny, born to suffer the weight of men.” (p. 78)
“He had sinned. In spite of the saints, his mother and his father, the warnings he had heard from his earliest beginnings, he had sinned with his hands a sin that was hard to forgive. In the school lavatory, alone, thinking of the boys, older, bigger, braver, who made bets with each other as to whose urine could arch higher, he had watched in himself a transformation of which he would never dare to speak.” (p. 11) 

lunes, 16 de septiembre de 2019

Lengua



Leí Mona, de Pola Oloixarac, una novela que es una sátira sobre la literatura y una reflexión sobre la lengua. Mona es una escritora peruana “con una novela debut y una obra maestra inconclusa atrapada en su computadora.” (p. 13) Mona trabaja en una universidad americana de élite y un día se despierta golpeada, magullada e intoxicada en la estación del Caltrain de Palo Alto. Después de bañarse, recuerda que debe viajar a Suecia a un festival literario, donde se dirimirá el ganador de un premio literario al que ha sido nominada. La trama se sustenta un poco en esa pregunta, la de quién ganará, y otro poco en develar qué le pasó a Mona antes de viajar a Suecia, mientras se va narrando la estadía de Mona, casi siempre con algún tipo de intoxicación, en ese festival literario.
La descripción satírica del mundo académico norteamericano (como “latina sobreeducada (...) Tenía el glamour de ser un animalito en extinción” - p. 14) y del mundo literario, entre las grandes teorías y las pequeñas miserias, divierte. Ser escritor es, por momentos, crear mundos, y por otros “es como ser un profesor o un abogado. Venir a un congreso de escritores es como ir a un congreso de dentistas.” (p. 51) Una profesión como cualquier otra. Detrás de esa sátira hay una reflexión sobre el lenguaje y sobre la identidad asentada en la lengua. “Eran las armas de la world lit, el modo en que cada uno se apropiaba de su localismo y desde esa atalaya jugaba a su porción del universal literario.” (p. 118)
 “Un lenguaje es siempre inventar el mundo desde cero, aun si solo se trata de un padre y su hijo.” (p. 45) Y cada escritor es un personaje creado por ese escritor. Los personajes se hacen con la lengua, y se hacen individualmente; cada uno de estos escritores se hace a sí mismo como quiere, con el lenguaje que quiere. Tenemos a Lena, nacida en Burdeos, quien “ya había formado su carácter y su acento castellano” (p. 75); está Abdullah, el iraní que aprendió a escribir en danés; Gemma, “la joven escritora alemana” con “una infancia de judía rusa en Azerbaiyán”. (p. 90) Y hasta, fuera de la novela, en la tapa del libro, está Pola, la argentina que escribe en peruano. La lengua juega también un papel metafórico (“apenas entraban los lengüetazos de la noche blanca interminable”. - p. 139) y sexual, en una novela donde la sexualidad está siempre presente: hay una descripción de casi tres páginas de un cunnilingus en el que juegan lengua, sexo y lenguaje, incluso poesía.
Finalmente, hay algo más íntimo y a la vez genérico y político en relación con la sexualidad, que viene mezclada con la violencia y el miedo: “se excitaba en presencia del temor” (p. 83). Mona está siempre consciente de su sexualidad aún cuando busca, no siempre con claridad - “Estaba claramente colocada, el cerebro anestesiado relamiéndose como un gato en su salón mental.” (p. 122) - la respuesta a la pregunta antes de que lo sobrenatural termine con la literatura.

lunes, 9 de septiembre de 2019

Pensar el mundo desde Argentina



¿Cómo se explica que Trump haya llegado a la presidencia norteamericana? ¿Por qué decidieron los británicos salir de la Unión Europea? ¿Qué explica el surgimiento de líderes como Salvini y Modi y las dificultades de otros como Macron y Merkel? En La rebelión de las naciones. Crisis del liberalismo y auge del conservadurismo popular, mi amigo Francisco de Santibañes le da una respuesta coherente a algunas de las principales preguntas políticas de nuestro tiempo, piensa las consecuencias para el sistema internacional y reflexiona sobre el caso argentino, en un libro que hace algo inusual: pensar el mundo desde la Argentina.
En pocas palabras, “las transformaciones que estamos observando son el producto de un movimiento global al que denomino conservadurismo popular”. (p. 17) El corazón del libro, desarrollado en sus primeras dos partes, es la conceptualización de este movimiento que engloba a Trump, los brexiteers y líderes como Bolsonaro, Erdogan, Orban y hasta Modi. Según de Santibañes, después de la Segunda Guerra mundial, ante la amenaza de la Unión Soviética y del comunismo, se desarrolló una alianza entre dos bloques hasta entonces en disputa, el liberalismo y el conservadurismo. Terminada la Guerra Fría y caído el enemigo en común, se cayó dicha alianza y “el liberalismo pudo ‘liberarse’ de las limitaciones que le imponía el pensamiento conservador” y acercarse al progresismo. (p. 58) Se trata de una combinación de “una agenda liberal en lo económico con un progresismo cultural”: capitalismo, globalización, proyectos supranacionales como la Unión Europea, menos límites a la inmigración, menos lugar para los valores tradicionales y las religiones, agenda de género y política identitaria, etc.
Es frente a esta agenda de las elites liberales-progresistas que surge el conservadurismo popular, o la rebelión de las naciones. Los conservadurismos populares son movimientos que rechazan a las elites liberales y al cosmopolitismo, que promueven el “retorno al nacionalismo, a la religión y a las tradiciones” (p. 18), más comunitaristas que individualistas, son democráticos pero no liberales y son capitalistas que aceptan límites al capitalismo y a la globalización. Logran obtener apoyo de sectores tradicionalmente de la derecha, pero también de sectores de izquierda que ven que las elites liberales no responden a sus intereses en cuestiones clave como la inmigración. En definitiva, el conservadurismo popular es una respuesta a las elites liberales que se separaron de sus pueblos y frente a un malestar social de raíces económicas y sociales: la globalización y la automatización perjudican a los sectores más bajos de los países centrales y la decadencia de instituciones tradicionales como la familia y la religión dejó desprotegidos a individuos aislados.
En la tercera parte del libro, de Santibañes vuelve a su primer amor, que son las relaciones internacionales. ¿Qué significa esta nueva realidad, que se da junto con “el traspaso de poder económico y militar desde Occidente hacia Oriente” (p. 157) para el sistema internacional? Desde las ideas, fortalece al realismo frente al liberalismo. En “un mundo bipolar en donde el surgimiento de China como potencia pone en peligro la hegemonía estadounidense” (p. 179), la política exterior de Trump adquiere sentido desde una perspectiva realista: intenta mantener la hegemonía en su hemisferio e impedir que China haga lo propio en el suyo. Y lo mismo hace China, de modo que “hasta ahora tanto China como Estados Unidos se están comportando de la manera en que el realismo predice que deberían hacerlo.” (p. 186) En definitiva, se ve una declinación de los proyectos supranacionales y del poder de las instituciones multilaterales, es previsible cierto proteccionismo, se dificulta la cooperación internacional (dificultando a su vez la solución en temas clave como el cambio climático) y se hace probable una nueva “guerra fría” que puede llegar a reducir la incertidumbre y la conflictividad pero con riesgos de una “competencia estratégica” entre los dos polos. (p. 205)
La cuarta “parte del libro es la más personal de todas” (p. 211), y es “Una advertencia desde Buenos Aires” a los conservadores populares respecto de la inconveniencia de desechar a las elites. Volviendo a un libro anterior (La Argentina y el mundo. Claves para una integración exitosa), de Santibañes esboza una teoría de la decadencia argentina centrada en la falta de una elite gobernante (política, intelectual y empresarial), lo que llevó a “la incapacidad del país para mantener a lo largo del tiempo una clara estrategia de inserción internacional” (p. 228) y de políticas de largo plazo. En ese sentido, advierte al conservadurismo popular que eliminar las elites puede ser contraproducente, y concluye que “el desafío de nuestro tiempo consiste en forjar elites capaces de defender una visión estratégica sin alejarse, en el proceso, de los valores de sus pueblos.” (p. 253)

lunes, 2 de septiembre de 2019

Inminencia del mal



Leí Distancia de rescate, de Samanta Schweblin, y me pasó algo parecido a lo que me pasó con sucolección de cuentos, El núcleo del disturbio. Con ese libro pensé no es el tipo de literatura que más me interpela, no me vuelve loco, incluso diría que no me gusta, pero está bien. Con Distancia de rescate la sensación fue más clara respecto de lo que está bien. Nuevamente, no me vuelve loco, pero me parece un libro excelentemente logrado, con un tono y un clima que llevan al lector a la angustia, y eso es notable.
La novela se construye enteramente con diálogos en los que se reconstruye algo que pasó y algo que está ocurriendo entre dos madres (Amanda y Carla) y dos hijos (Nina y David) en algún pueblo rural. Pasaron y están pasando cosas dramáticas, sabemos desde el principio que hay peligro, que “tarde o temprano sucederá algo terrible.” (p. 89) Y pensamos desde el primer momento que, aunque está permanentemente en guardia para evitar ese peligro, Amanda no lo logrará: “Lo llamo ‘distancia de rescate’. Así llamo a esa distancia variable que me separa de mi hija y me paso la mitad del día calculándola, aunque siempre arriesgo más de lo que debería.” (p. 22)
Lo que ocurre no es del todo claro. La distancia y el tiempo se confunden y no es claro si el peligro es natural, si es agua viciada, o sobrenatural. Y hay algo realmente angustiante en esta sensación de impotencia, de una fatalidad inminente, a lo que se le suma esa confusión. Los diálogos van y vienen, cambian los oradores y las referencias temporales, todo está dicho en presente y todo es confuso a pesar de un lenguaje muy preciso y económico. “Estoy confundida, confundo los tiempos” (p. 77), dice Amanda, tratando de reconstruir lo que la llevó a un destino que parece imposible de torcer, más allá de la posibilidad de rescate.