lunes, 3 de febrero de 2025

Más que una novela de misterio

 


Leí Creation Lake, novela de Rachel Kushner, uno de los seis libros finalistas del Booker Prize 2024, ganado por Orbital, de Samantha Harvey. Creation Lake es una novela de misterio / espionaje, divertida, rápida y con algunos temas que la hacen más potente que buena parte del género, más elevada, por cierto, que, para mencionar algo, la franquicia de Lee Child.

Para empezar, el personaje principal es una mujer, una mujer joven y bella, ex agente de alguna agencia federal americana, especializada en infiltrar grupos radicales para neutralizarlos. Exonerada de aquella agencia en el pasado, “Sadie Smith”, cuyo nombre real nunca conocemos, es una máquina, usando su inteligencia, su belleza y su sexualidad para lograr su fin que, al final del día, es cobrar importantes sumas de dinero. A pesar de esa frialdad, y esta es una de las cosas bellas de la novela, por momentos su humanidad no puede dejar de aflorar, como cuando piensa sobre una posible maternidad (con mil condicionantes, pero no termina de cerrar esa puerta) o cuando empieza a tener una relación en su cabeza, totalmente interna, con uno de los ideólogos detrás del grupo al que busca infiltrar.

El grupo, Le Moulin, es como cualquier otro grupo radical: más el fruto de chicos ricos que de trabajadores, y, al final del día, creando estructuras de clase y diferencias de género a su interior como las que pretenden que desaparezcan en la sociedad. En este caso, chicos ricos parisinos herederos intelectuales del 68, e influidos por dos ideólogos veteranos sobrevivientes de aquellos tiempos, uno de los cuales se va metiendo en la cabeza de Sadie, como dije. Los chicos no entienden mucho de lo que hacen: “Su terreno no era circundado por un arroyo o un tributario de un río y sería difícil de irrigar. La tierra era rocosa. Sólo a activistas de París se les ocurriría hacer agricultura de subsistencia en un lugar así” (p. 36). Hay algo, así, más auténtico de la persona con una identidad falsa que en los supuestos idealistas, y Sadie piensa en esto con un poco de humor; hablando de cómo pasó de estudiante a agente federal, dice que sus compañeros “estaban obteniendo PhDs en retórica en Berkeley, como había planeado yo antes de abandonar ese plan, y salvarme así de su destino (que era someterse a entrevistas de trabajo académico en habitaciones de hoteles DoubleTree en una conferencia de la Asociación de Lenguajes Modernos)” (p. 20).

El humor es una herramienta permanente en Creation Lake. No es que uno se pone a reír como loco, pero hay una forma irónica, graciosa, que acompaña la lectura, con la ocasional metáfora o comparación descentrada. “Usaba anteojos culo de botella y abrió la puerta de su galpón en Oakland en un kimono demasiado corto, ostentando piernas desnudas regordetas y retaconas como escopetas recortadas” (p. 60). (Otra que me gustó: “las personas que cambian afinidades son el mismo tipo de personas que se ven atraídas a la permanencia de los tatuajes” - p. 155).

El otro punto interesante es que la ideología detrás de este grupo es la de ir contra la civilización, con una mirada teórica sobre el hombre prehistórico, sobre Neanderthal y Sapiens. Esto abre, de nuevo, cierta reflexión sobre qué es ser humano en medio de una lucha entre estructuras sociales establecidas y aquellos que quieren destruirlas. Y sin exagerar, una mirada también sobre las relaciones entre los sexos, con esta linda línea como ejemplo: “había líneas montadas en cada ventana de las que colgaba flameando la ropa lavada, la bandera internacional del trabajo femenino anónimo” (p. 233).

No, no es el mejor libro que he leído, y no creo que estemos hablando de Creation Lake en 30 años, pero resultó una novela muy divertida, muy fácil de leer y no totalmente trivial.

 

Originales de las citas

"Their land did not border a creek or river tributary and would be difficult to irrigate. The soil here was rocky. Only activists from Paris would take up subsistence farming in a place like this." (p. 36).

"They were getting PhDs in rhetoric at Berkeley, as I had planned to, before I abandoned that plan (and spared myself their fate, which was to subject themselves to academic job interviews in DoubleTree hotel rooms at a Modern Language Association conference)." (p. 20).

"She wore Coke-bottle glasses and answered the door of her Oakland warehouse in a too-short kimono, flaunting bare legs that were stubby and blunt as sawed-off shotguns." (p. 60).

"lines mounted out every window and hung with flapping laundry—the international flag for anonymous women’s work." (p. 233).

"people who change affinities are the same kinds of people who are attracted to the permanence of tattoos." (p. 155).

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