lunes, 2 de noviembre de 2015

Más que una chica graciosa


Nick Hornby, Funny Girl, Penguin/Viking, 2014


Las novelas de Nick Hornby se leen con la facilidad con la que un copo de nieve se posa sobre una mesa de madera. En Funny Girl de nuevo crea personajes interesantes y frescos pero, sobre todo, logra ese fluir notable que hace que pases de una oración a la otra sin pausa. Lo empecé un día a la noche cuando me preparaba para irme a dormir y casi sin darme cuenta había leído cien páginas. Las doscientas cincuenta páginas que le siguen se leen igual de bien.
Funny Girl es una novela sobre un programa de televisión; los personajes principales son Barbara/Sophie, la actriz principal que se cambia de nombre al llegar a Londres por sugerencia de su representante; el actor principal (Clive), los dos escritores (Tony y Bill) y el productor (Dennis). A través de la historia de este programa, Hornby va a retratar los cambios de Gran Bretaña en los años sesenta (desfilan los Beatles, los Stones, los Yardbirds y políticos como Harold Wilson) y a presentar la discusión sobre dos maneras de entender el arte: el arte como entretenimiento para la gente o como alta cultura para los críticos. Aunque todo el libro parece una defensa de lo primero, campo en el que Hornby se mueve con tranquilidad y representado por casi todo el equipo del programa, el autor le deja también un lugar a la crítica. Dennis describe al mundo de los críticos como gente que "de hecho quería que la gente no se riera, nunca" (p. 155), pero años después Barbara/Sophie se pregunta si acaso sus esfuerzos no fueron demasiado lejos: "el entretenimiento había tomado el mundo, y no estaba segura que por ello el mundo fuera un lugar mejor." (p. 335)
Los sesenta sin duda habían generado cambios y eso era en gran parte de lo que se hablaba en el programa: "El sistema de clases, hombres y mujeres y las relaciones entre ellos, los snobs, la educación, el Norte y el Sur, la política, cómo un país nuevo parecía estar emergiendo del deprimente país viejo en el que habían crecido todos ellos." (p. 62) Este país nuevo, con los cambios y las nuevas posibilidades, hacía que fuera muy difícil "no ser un chiquito en una tienda de dulces sin caja registradora." (p. 264) Aquí tiene un lugar importante el tema de las nuevas costumbres sexuales y la homosexualidad, que comienza a ser aceptada (o al menos despenalizada). Con los dos escritores del programa Hornby arma dos contrapuntos: entre las dos maneras de entender el arte y dos maneras de enfrentar la homosexualidad; Bill reprimiéndola, Tony buscando la manera de expresarla a pesar de las limitaciones de la época.
La novela se lee bárbaro también porque el personaje de Sophie, la chica graciosa, es hermoso. "Ella podía cambiar su nombre y cambiar su voz y seguiría siendo ella misma, porque era una llama azul y nada más, y la llama se apagaría salvo que encontrara su camino de salida." (p. 37) La relación que termina armando, con un personaje que "Mientras pudiera tomar el desayuno con ella todas las mañanas sería feliz" (p. 238) es de una ternura que no puede más. Pero sobre todo, insisto, la novela se lee genialmente porque te divierte (me hizo reír a carcajadas en el tren, ante las miradas sospechosas de mis compañeros de viaje), porque Hornby es un genio, porque cada pasito, cada palabrita, te lleva a la otra, como un copo de nieve que se apoya sobre otro y otro hasta cubrir todo de un blanco hermoso.

Originales de las citas usadas
"They actually wanted people not to laugh, ever." (p. 155)
"entertainment had taken over the world, and she wasn't sure that the world was a better place for it." (p. 335)
"The class system, men and women and the relationships between them, snobbery, education, the North and the South, politics, the way that a new country seemed to be emerging from the dismal old one that they'd all grown up in." (p. 62)
"He was talking about the times they all suddenly lived in, and how hard it was not to be a small boy in a sweet shop with no cash register." (p. 264)
"She could change her name and change her voice and she would still be her, because she was a burning blue flame and nothing else, and the flame would burn up unless it could find its way out." (p. 37)
"As long as he could eat breakfast with her every morning, he'd be happy." (p. 238)

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