lunes, 24 de febrero de 2025

Lo que se hereda


Leí Fire Exit, de Morgan Talty, también en la lista de los mejores libros de 2024 de The Economist, como Creation Lake y la excelente biografía de Pamela Churchill Harriman. Fire Exit, como Creation Lake, me gustó menos de lo que le gustó a The Economist: no me volvió loco la forma y por momentos le vi demasiada vuelta de trama. Habiendo dicho eso, es un tema interesante y fue una lectura agradable.

El narrador, Charles, es una persona criada en una reserva indígena en el Noreste de Estados Unidos por su madre blanca y su padrastro de la tribu Penobscot. Como tanto su madre como su padre biológico no son Penobscot, al cumplir 18 Charles, que se siente nativo por crianza, debe abandonar la reservación. Para complicar más la cosa –y fortalecer la pregunta de cuánto importa la sangre y cuanto la crianza o los vínculos o la cultura– Charles y Mary, su novia de la juventud, tienen una hija, Elizabeth. Para que a Elizabeth no le ocurra lo mismo que a Charles, para que pueda ser considerada Penobscot y por lo tanto no ser expulsada a los 18, Mary deja a Charles apenas queda embarazada y se casa con un nativo, Roger, sin contarle nunca a Elizabeth que en verdad es hija de Charles. Elizabeth no hereda la “blancura” de Charles, pero sí hereda la depresión de su abuela paterna, la madre de Charles a quien nunca conoció.

Un poco de novela de la tarde, es cierto, pero no deja de hacer unas cuantas preguntas. Sobre la herencia de sangre y la herencia por vínculo. Charles está atrapado en un cuadrado de herencias formado por el padre biológico que nunca conoció, el padrastro de cuya muerte se siente algo responsable, de la madre que se acerca a la muerte y de la hija no reconocida. Ahí en el medio, está solo, con un amigo alcohólico a quien lleva y trae del bar y no mucho más. La segunda es la cuestión de la identidad y la pertenencia: ¿qué es una persona blanca pero criada como indígena, vista por la gente con la que vivió toda la vida como ajeno? Imposible que eso no agrave su sensación de aislamiento y soledad. Y finalmente está la razón legal o política de todo esto, que son las reglamentaciones de “blood quantum” o “cuota desangre”, que determinan quién es o no es indígena para el Estado y para las propias tribus (casi como leyes de pureza racial). Como otro libro que leí de un indígena norteamericano sobre vida en una reserva, The Round House, de Louise Erdrich, hay algo dramático y triste de una manera muy suya allí, y novelas como estas son una manera de entrar a un mundo que nos es ajeno.

 

lunes, 17 de febrero de 2025

Amor tóxico


Leí Perder el juicio, novela de Ariana Harwicz que me gustó menos de lo que quería. Hace tiempo que quería leer a Harwicz después de haber leído una entrevista muy interesante en Seúl y un relato en un pequeño libro de Vinilo. Pero Perder el juicio fue muy oscuro para mí. Entiendo lo que hace y veo que está bien, claramente escribe muy bien, lleva un tono muy especial que es el tono de una narradora que está más cerca de la enfermedad que de la salud mental, pero eso no lo hace disfrutable, claro.

Perder el juicio relata una parte de la lucha entre una pareja claramente tóxica, con dos pobres niños en el medio. Una pareja entre una argentina judía y un francés rural de una familia antisemita. Al principio nos parece que a la pobre mujer le han sacado la custodia de los hijos y empatizamos con ella (“Él tiene una hora y media para relajarse, yo una hora y media para ser madre”, p. 23), pero bien rápidamente nos damos cuenta de que no tiene todos los patitos alineados, y ella misma nos dice que es violenta: “¿De qué se me acusa? (…) De violencia marital agravada por la presencia de los menores. ¿Qué género? Golpes punzantes, patadas, arañazos, trompadas, rasguños, lesiones con material inflamable, amenazas con uno o varios objetos cortantes no identificados, agravados por la presencia de los menores en cuestión y de múltiples testigos.” (p. 24/25) Después nos dice que él también lo era, pero pone en duda sus propias palabras: “Bajo el puente donde me rasguñaba, me mordía, lo zarandeaba, nos agredíamos antes y después de acostar a los recién nacidos. Ahí donde los testigos juran ante la ley haberme visto golpearlo sin parar en la cabeza y autoflagelarme, ahí donde nos besamos y nació el amor” (p. 26). Y finalmente tendemos a creer que los dos eran violentos, que sus suegros antisemitas también lo eran, lo que nos cuenta en flashbacks, todos siempre cuestionables, poco claros.

En el presente viene la trama, oscura, de dos violentos luchando por quedarse con dos hijos que parecen dos animalitos. Dos animales y dos animalitos. Desembocando en un final poco verosímil, aunque no nos importa mucho la verosimilitud, mientras la prosa desordenada de la cabeza de una persona que perdió el juicio se despliega desaforada, oscura, por momentos bella y casi siempre perturbadora. No, no me gustó, pero no lo quise dejar y le reconozco el valor de esa prosa potente y punzante.

lunes, 10 de febrero de 2025

Una mujer, un siglo



Leí "Kingmaker: Pamela Harriman’s Astonishing Life of Power, Seduction, and Intrigue", genial biografía de Sonia Purnell. La reseña, esta vez, va por Revista Seúl: https://seul.ar/pamela-digby-biografia/


lunes, 3 de febrero de 2025

Más que una novela de misterio

 


Leí Creation Lake, novela de Rachel Kushner, uno de los seis libros finalistas del Booker Prize 2024, ganado por Orbital, de Samantha Harvey. Creation Lake es una novela de misterio / espionaje, divertida, rápida y con algunos temas que la hacen más potente que buena parte del género, más elevada, por cierto, que, para mencionar algo, la franquicia de Lee Child.

Para empezar, el personaje principal es una mujer, una mujer joven y bella, ex agente de alguna agencia federal americana, especializada en infiltrar grupos radicales para neutralizarlos. Exonerada de aquella agencia en el pasado, “Sadie Smith”, cuyo nombre real nunca conocemos, es una máquina, usando su inteligencia, su belleza y su sexualidad para lograr su fin que, al final del día, es cobrar importantes sumas de dinero. A pesar de esa frialdad, y esta es una de las cosas bellas de la novela, por momentos su humanidad no puede dejar de aflorar, como cuando piensa sobre una posible maternidad (con mil condicionantes, pero no termina de cerrar esa puerta) o cuando empieza a tener una relación en su cabeza, totalmente interna, con uno de los ideólogos detrás del grupo al que busca infiltrar.

El grupo, Le Moulin, es como cualquier otro grupo radical: más el fruto de chicos ricos que de trabajadores, y, al final del día, creando estructuras de clase y diferencias de género a su interior como las que pretenden que desaparezcan en la sociedad. En este caso, chicos ricos parisinos herederos intelectuales del 68, e influidos por dos ideólogos veteranos sobrevivientes de aquellos tiempos, uno de los cuales se va metiendo en la cabeza de Sadie, como dije. Los chicos no entienden mucho de lo que hacen: “Su terreno no era circundado por un arroyo o un tributario de un río y sería difícil de irrigar. La tierra era rocosa. Sólo a activistas de París se les ocurriría hacer agricultura de subsistencia en un lugar así” (p. 36). Hay algo, así, más auténtico de la persona con una identidad falsa que en los supuestos idealistas, y Sadie piensa en esto con un poco de humor; hablando de cómo pasó de estudiante a agente federal, dice que sus compañeros “estaban obteniendo PhDs en retórica en Berkeley, como había planeado yo antes de abandonar ese plan, y salvarme así de su destino (que era someterse a entrevistas de trabajo académico en habitaciones de hoteles DoubleTree en una conferencia de la Asociación de Lenguajes Modernos)” (p. 20).

El humor es una herramienta permanente en Creation Lake. No es que uno se pone a reír como loco, pero hay una forma irónica, graciosa, que acompaña la lectura, con la ocasional metáfora o comparación descentrada. “Usaba anteojos culo de botella y abrió la puerta de su galpón en Oakland en un kimono demasiado corto, ostentando piernas desnudas regordetas y retaconas como escopetas recortadas” (p. 60). (Otra que me gustó: “las personas que cambian afinidades son el mismo tipo de personas que se ven atraídas a la permanencia de los tatuajes” - p. 155).

El otro punto interesante es que la ideología detrás de este grupo es la de ir contra la civilización, con una mirada teórica sobre el hombre prehistórico, sobre Neanderthal y Sapiens. Esto abre, de nuevo, cierta reflexión sobre qué es ser humano en medio de una lucha entre estructuras sociales establecidas y aquellos que quieren destruirlas. Y sin exagerar, una mirada también sobre las relaciones entre los sexos, con esta linda línea como ejemplo: “había líneas montadas en cada ventana de las que colgaba flameando la ropa lavada, la bandera internacional del trabajo femenino anónimo” (p. 233).

No, no es el mejor libro que he leído, y no creo que estemos hablando de Creation Lake en 30 años, pero resultó una novela muy divertida, muy fácil de leer y no totalmente trivial.

 

Originales de las citas

"Their land did not border a creek or river tributary and would be difficult to irrigate. The soil here was rocky. Only activists from Paris would take up subsistence farming in a place like this." (p. 36).

"They were getting PhDs in rhetoric at Berkeley, as I had planned to, before I abandoned that plan (and spared myself their fate, which was to subject themselves to academic job interviews in DoubleTree hotel rooms at a Modern Language Association conference)." (p. 20).

"She wore Coke-bottle glasses and answered the door of her Oakland warehouse in a too-short kimono, flaunting bare legs that were stubby and blunt as sawed-off shotguns." (p. 60).

"lines mounted out every window and hung with flapping laundry—the international flag for anonymous women’s work." (p. 233).

"people who change affinities are the same kinds of people who are attracted to the permanence of tattoos." (p. 155).