No es un domingo cualquiera

El domingo me voy a levantar temprano, cuando mi hija más chica se despierte para comer, seguramente cerca de las siete de la mañana. Voy a ir temprano a votar.

No voy a votar a Cristina Fernández por las razones expuestas en su momento: es decir, porque desapruebo de sus métodos poco republicanos y porque no creo que tenga como objetivos políticos los que yo sostengo. ¿A quién votar? Dada la amplia diferencia obtenida en las primarias, me siento en total libertad porque ninguno puede vencer a quien considero hoy el mal mayor. No voy a votar a Binner porque hay gente cercana a él que no aprendió nada; no voy a votar a Alfonsín porque, en el fondo, no creo que sus fines sean muy distintos de los de la presidente ni pone hoy suficiente foco en la cuestión republicana; y no voy a votar a Duhalde ni a Rodríguez Saá porque no soy peronista, ni a Altamira porque no soy trosko. De vuelta, como en 2007, voy a votar a Carrió por descarte y porque por lo menos ella sí se toma en serio los riesgos que enfrenta la república.

A diputados voy a votar, con ganas, a la lista 502 de PRO. Como decía acá: “porque es la de PRO, y quiero la consolidación de ese espacio. Segundo, porque la lidera Federico Pinedo, un actor fundamental en la búsqueda de consensos en el Congreso; un dirigente mesurado, tranquilo, moderado; y una persona decente y honesta. Tercero, porque en quinto lugar está mi amigo y colega de la Fundación Pensar Iván Petrella, un intelectual serio y una gran persona, que sería una gran adición al Congreso Nacional.” Además, porque sé que se van a oponer a una reforma constitucional.

Voy a votar con alegría, porque siempre es mejor votar: no es un domingo cualquiera. Pero después voy a volver a casa, me voy a quedar con las chicas mientras mi mujer va a votar e intentaré hacer algo divertido. Un asado, un poco de golf, leer un libro, juntarme con amigos. Porque, más o menos como decía acá, la vida sigue adelante.