martes, 23 de mayo de 2017

"Susurré racismo"


The Sellouts (El vendido) es un libro notable. Con un humor ácido que me hizo reír a carcajadas en más de una oportunidad, Paul Beatty nos habla de algo profundamente triste, que podría denominarse la muerte de los Estados Unidos post-raciales. (Suena mejor en inglés: "The death of post-racial America." Al que quiera leer algo más de esto pero fuera del marco de la ficción le recomiendo leer a Ta-Nehisi Coates: “The Case for Reparations”, o “My President was black”. También se puede guglear esa frase y aparecen notas en diarios importantes y hasta su propia entrada en Wikipedia.)
El libro funciona bien como ficción, pero es sobre todo un libro de ideas. A veces, como en Beloved para este mismo tema, la ficción enseña más fácilmente. La esclavitud dejó huellas imborrables y no hay corrección política que lo pueda corregir. En dos citas:
Decime si no preferís estar acá que en África. La carta de triunfo de todos los nativistas estrechos. Si pusieras un cupcake en mi cabeza, sin duda, preferiría estar acá antes que en cualquier lugar de África (...) Pero no soy tan egoísta como para creer que mi relativa felicidad, incluyendo, pero no limitado a, tener acceso 24 horas a hamburguesas de chili, Blu-ray y sillas de oficina Aeron, valgan el sufrimiento de generaciones.” (p. 219)
“Toda esta ciudad [Washington] es un fallido freudiano, una pija parada de cemento por los hechos y las fechorías de este país. ¿Esclavitud? ¿Destino manifiesto? ¿Laverne & Shirley? ¿No levantar un dedo mientras Alemania trataba de matar a todos los judíos de Europa? Pero si algunos de mis mejores amigos son el Museo de Arte Africano, el Museo del Holocausto, el Museo del Indio Americano y el Museo Nacional de las Mujeres en las Artes... Más aún, y para que lo sepas, mi hermana se casó con un orangután.” (p. 5)
El libro comienza con el protagonista, Bombon, el vendido de su raza, esperando a que la Corte Suprema escuche su caso. Su crimen fue sencillo: “Susurré ‘Racismo’ en un mundo post-racial.” (p. 262) Lo hizo, en una trama con ribetes surrealistas, con “una campaña de apartheid localizado de seis meses”. (p. 233) La novela está situada en Dickens, California, un ficticio ghetto semi-rural en las afueras de Los Ángeles, donde el padre de Bombon lo educó en la casa con una mezcla de psicología experimental e historia de los negros en Estados Unidos. Bombon se rebela contra la idea de que la experiencia del activismo negro haya tenido algún éxito y busca probarlo reinstaurando la segregación racial en Dickens, experimento que irónicamente produce una mejora de todos los indicadores sociales y educativos.
¿Por qué funciona poner una imagen de una escuela de blancos frente a una escuela sólo para negros? Porque “incluso en estos tiempos de igualdad racial, cuando alguien más blanco que nosotros, más rico que nosotros, más negro que nosotros, más chino que nosotros, mejor que nosotros, viene y nos enrostra su igualdad en nuestras caras, saca nuestra necesidad de impresionar, de portarnos bien, de poner nuestras camisas dentro de los pantalones, hacer la tarea, llegar a horario, meter los tiros libres, enseñar y probar nuestro valor con la esperanza de que no nos echen, arresten ni nos lleven en un camión y nos peguen un tiro. (...) Creeme, no es coincidencia que Jesús, los comisionados de la NBA y de la NFL y las voces de tu GPS (incluso la que habla en japonés), sean blancos.” (p. 208/9)
Además de esto, The Sellout es la historia de un hijo luchando contra el recuerdo de su padre y una permanente crítica cultural a Estados Unidos, y aunque es muy gracioso, es tremendamente triste. Porque “Ese es el problema con la historia, nos gusta pensar que es un libro – que podemos pasar la hoja e irnos a la mierda. Pero la historia no es el papel en la que está impresa. Es la memoria, y la memoria es tiempo, emociones y canciones. La historia es las cosas que se quedan con vos.” (p. 115)

Citas usadas
You’d rather be here than in Africa. The trump card all narrow-minded nativists play. If you put a cupcake to my head, of course, I’d rather be here than any place in Africa (…) However, I’m not so selfish as to believe that my relative happiness, including, but not limited to, twenty-four-hour access to chili burguers, Blu-ray, and Aeron office chairs is worth generations of suffering.” (p. 219)
“This whole city’s a Freudian slip of the tongue, a concrete hard-on for America’s deeds and misdeeds. Slavery? Manifest Destiny? Laverne & Shirley? Standing by ildly while Germany tried to kill every Jew in Europe? Why some of my best friends are the Museum of African Art, the Holocaust Museum, the Museum of the American Indian, the National Museum of Women in the Arts. And furthermore, I’ll have you know, my sister is married to an orangutan.” (p. 5)
“I’ve whispered ‘Racism’ in a post-racial world.” (p. 262)
“six-month campaign of localized apartheid”. (p. 233)
“even in these times of racial equality, when someone whiter than us, richer than us, blacker than us, Chineser than us, better than us, whatever than us, comes around showing their equality in our faces, it brings out our need to impress, to behave, to tuck in our shirts, do our homework, show up fon time, make our free throws, teach, and prove our self-worth in hopes that we won’t be fired, arrested, or trucked away and shot. (…) Believe me, it’s no coincidence that Jesus, the commissioners of the NBA and NFL, and the voices on your GPS (even the Japanese one) are white.” (p. 208/9)

“That’s the problem with history, we like to think it’s a book – that we can turn the page and move the fuck on. But history isn’t the paper it’s printed on. It’s memory, and memory is time, emotions, and song. History is the things that stay with you.” (p. 115)

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