En esta segunda
etapa de mi proyecto de leer las obras completas de Borges de principio a fin,
leí El idioma de los argentinos (1928), Cuaderno San Martín (1929) y Evaristo
Carriego (1930 pero con agregados de los años 50).
Una oración del
prólogo de El idioma... resume en gran parte algo que vale para estos tres
libros, para todo lo que he leído hasta acá de Borges y, por qué no, para toda
su obra: dice allí que lo que rige a El idioma... son tres “direcciones cardinales
(...) La primera es un recelo, el lenguaje; la segunda es un misterio y una
esperanza, la eternidad; la tercera es esta gustación, Buenos Aires.” (p. 263)
Así, el Cuaderno... tiene “Fundación mítica de Buenos Aires”, donde dice que Buenos Aires no puede
haber sido fundada donde fue fundada y cuando fue fundada porque es “tan eterna
como el agua y el aire” (p. 352); tiene también el poema sobre su abuelo
materno, “Isidoro Acevedo”, que al morir en su casa se armó un sueño para morir
en batalla (“juntó un ejército de sombras ecuestres / para que lo mataran”); el
poema habla no sólo de cómo morir sino también de ese niño que quedó
detrás (“yo lo busqué por muchos días por los cuartos sin luz”, p. 358); tiene
“Muertes de Buenos Aires”, que compara los cementerios de la Chacarita (que es
“conventillo de ánimas”, “montonera clandestina de huesos”, p. 361, y la
Recoleta.
Evaristo Carriego
es un libro rarísimo en el que piensa un barrio a partir de un escritor. Pero
el objetivo no es tanto ni un barrio ni un escritor sino avanzar - como desde
el primer día - en una mitología de Buenos Aires. (Dice en "El tamaño de mi esperanza": "Buenos Aires, más que una ciudaá, es un país y hay que encontrarle la poesía y la mística y la pintura y la religión y la metafísica que con su grandeza se avienen. Ese es el tamaño de mi esperanza", p. 185) En esa mitología deben
figurar el tango y el truco, que están presentes en la obra de Borges desde su
primer libro, Fervor… La “índole pendenciera” del tango lo hace parte de esta
mitología de Buenos Aires (o de la Argentina) “Tal vez la misión del tango sea
ésa: dar a los argentinos la certidumbre de haber sido valientes, de haber
cumplido ya con las exigencias del valor y el honor.” (p. 438)
Además de ser una
indagación sobre el lenguaje y la literatura, El idioma... está siempre pensando la tradición argentina.
El libro termina con una idea, que ya está en algún texto anterior de Borges,
sobre la diferencia de nuestro lenguaje respecto del español. La diferencia
radica, dice Borges, en que el idioma argentino es un idioma del futuro, del
porvenir: “Vivimos una era de promisión. Mil novecientos veintisiete: gran
víspera argentina. (…) El porvenir (cuyo nombre mejor es el de esperanza) tira
de nuestros corazones.” (p. 343) Ese porvenir seguía teniendo como eje resolver
la dicotomía civilización / barbarie o ciudad / campo, para el primer término.
La historia, dice Borges en el Evaristo..., está del lado de la ciudad: “La figura
del hombre sobre el caballos es secretamente patética. (...) sus destrucciones
y fundaciones son ilusorias. Su obra es efímera como él. Del labrador produce
la palabra cultura, pero el jinete es una tempestad que se pierde.” (p. 431)
(Por eso creo que El año del desierto es la gran novela argentina de principios
del siglo XXI; porque invierte la dirección de la historia: Buenos Aires se
convierte en intemperie, la civilización retorna a barbarie y el progreso en
regreso a Europa).
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