Terminamos La Ilíada y seguimos con su secuela, La Odisea, también en equipo y con el liderazgo de Santiago Llach, un viaje quizás menos intenso pero seguramente más amable que el de Ulises.
La
Odisea relata
el trabajoso regreso de un héroe (Odiseo o Ulises, rey de Ítaca) de la guerra
de Troya a su tierra, la ciudad griega de Ítaca; y lo que pasa en esa ciudad
durante su ausencia y con su llegada. Todo esto, a su vez, está de alguna
manera digitado por Zeus como un juez, Poseidón que opera contra Odiseo y Palas
Atenea que lo apoya.
De un lado, en el
regreso, a Odiseo le pasa de todo. (Esto es, claro, si le creemos a Odiseo,
como veremos después). Odiseo y sus compañeros salen de Troya, llegan a Ismaro
donde tiene dos batallas; luego a Lotofagia donde son drogados; en la isla de
los Cíclopes son atrapados (y algunos comidos) por Polifemo. Luego pasan por
Eolia y por Lestrigonia (de donde solo logra partir una nave) y por Eea (donde
Odiseo es “retenido” por Circe), van al Hades (el lugar donde van los espíritus
de los muertos), vuelven a Eea, pasa por las sirenas (apenas unos párrafos de
esto tan recordado), por Escila y Caribdis, comen lo que no debían en Tinacria
y son castigados, de manera que Odiseo llega solo a Ogigia, donde otra vez es
“retenido” por una mujer sobrehumana, Calipso. (Uso las comillas porque Odiseo
por momentos parece bastante contento de ser retenido, porque ambas, según
cuenta Odiseo lo quisieron para marido y le ofrecieron la inmortalidad. Si nos
olvidamos de los dioses, todo esto podría leerse como un esposo y padre que
duda, y mucho, de si regresar o no a la casa. Y más aún si dudamos de Odiseo,
como debemos hacer, como diré más tarde.) Finalmente, Odiseo es liberado por
Calipso y termina en la tierra de los feacios, que finalmente lo llevan
tranquilamente a Ítaca.
Mientras tanto, en
Ítaca, desde hacía unos cuantos años los Pretendientes, hijos de la nobleza de
Ítaca y alrededores, intentaban casarse con Penélope, la esposa de Odiseo y
madre de Telémaco, y abusaban de la hospitalidad de estos. Penélope les daba
largas diciéndoles, famosamente, que se casaría con alguno de ellos al terminar
una tela que tejía de día y destejía de noche, ardid que es luego descubierto.
Cuando comienza el libro, Penélope está en problemas, los Pretendientes llevan
años allí y Telémaco está en el umbral de la adultez. A partir de una
sugerencia de Palas Atenea, Telémaco viaje en busca de noticias de su padre
(quizás también de apoyos), lo que lleva a los Pretendientes a intentar
matarlo. Cuando regresa a Ítaca, su padre también regresó, y juntos matan a
todos los Pretendientes y a quienes les fueron desleales en una matanza
sangrienta. Odiseo se reencuentra primero con Penélope y luego con su padre,
Laertes y, cuando los padres de los Pretendientes buscan una venganza (quizás
también reconquistar el poder), los tres varones del linaje se enfrentan a
ellos hasta que Palas Atenea y Zeus imponen la paz. (Termino y veo que me quedo
sin aliento al resumir todo en dos párrafos...)
Lo que más me
impresiona de La Odisea es que se
pueda ver de tantas maneras distintas aún ciñéndose al texto. (Si uno va más
allá del texto y se mete más en la mitología, en los simbolismos, etc., las
interpretaciones son quizás ilimitadas.) La
Odisea puede verse al menos de las siguientes maneras: (1) como una
historia de aventuras, un rey que vuelve de la guerra; (2) una historia de amor, con un hombre que
hace cualquier cosa por volver al hogar y una mujer que lo espera contra todo
pronóstico; (3) un thriller político; ante el vacío creado por la ausencia, un
grupo usurpa el poder, que luego es reconquistado por el rey, quien a su vez
rechaza un contra-ataque; (4) una historia sobre el valor de la literatura, con
Odiseo como un gran narrador que usa los relatos para dar sentido (y a veces forma)
a la realidad; (5) el primer Bildungsroman de la historia, que cuenta como
Telémaco se hizo hombre; (6) un tratado psicológico sobre las identidades
masculinas.
Bueno, sí, exagero
con lo de “tratado psicológico”, pero mi mirada quizás un poco básica y literal
del texto tiene que ver con estas últimas dos opciones: La Odisea es ante todo un libro sobre lo que se transmite de padres
a hijos, de cómo se construye la identidad a partir del padre y de la lealtad
que se le debe al padre. (Si fuera culto, seguramente tendría que hacer una
comparación con Edipo Rey pero no me da el cuero. Y si fuera osado, hablaría de
mi padre enfermo y de no tener descendencia masculina).
Cuando comienza,
Telémaco está solo en el palacio; su madre se oculta y se desespera de no tener
a un hombre que la proteja de los Pretendientes, que “se mofaban de Telémaco y
le zaherían con palabras”. (II, 323) Animado por Atenea, Telémaco emprende un
viaje investigativo, iniciático o diplomático en busca del padre. A ojos de un
lector contemporáneo, el viaje no parece demasiado exitoso, pero lo es:
Antínoo, jefe de los Pretendientes dice “¡Gran proeza ha realizado
orgullosamente Telémaco con ese viaje! ¡Y decíamos que no lo llevaría a efecto!
(...) De aquí en adelante comenzará a ser un peligro para nosotros” (IV, 663) y
luego tratarán de asesinarlo. Los Pretendientes califican al viaje de “gran
proeza” (XVI, 346) y dicen que al volver del viaje “él sobresale por su consejo
e inteligencia y nosotros no nos hemos congraciado totalmente con el pueblo.”
(XVI, 375). Era un niño de quien se mofaban todos y al volver del viaje y
encontrarse con el padre, “todo el pueblo lo contemplaba con admiración”.
(XVII, 64) Dice que ya no es un niño (XVIII, 228) y al poco tiempo lo vemos
poniendo freno a los Pretendientes (XVIII, 410; XX, 267; XX, 315) Y hasta manda
a la madre a tejer; Telémaco es ahora (hasta que se revele Odiseo) el hombre de
la casa: “Vuelve a tu habitación, ocúpate de las labores que te son propias, el
telar y la rueca” (XXI, 350)
A la progresión de
Telémaco se le superpone la progresión nominal del linaje: Telémaco empieza
solo contra los Pretendientes. Después llega Odiseo y son dos contra ellos; el
canto XXI termina con esta hermosa imagen: Odiseo “hizo con las cejas una
señal. Y Telémaco, el caro hijo del divinal Odiseo, ciñó la aguda espada, asió
su lanza y, armado de reluciente bronce, se puso de pie al lado de la silla,
junto a su padre.” (XXI, 432) Y hacia el final se juntan con Laertes y los
tres, abuelo, padre e hijo, se enfrentan a las fuerzas enemigas. Esa foto, de
los tres juntos entrando a la batalla, me recordó a la escena de las Crónicas Canallas de Santiago Llach (un
libro sobre el futbol como algo transmitido y que une a padres e hijos) en la
que abuelo, padre e hijo paran en una ruta a hacer pis en la banquina. Dice
Laertes: “¡Qué día este para mí, amados dioses! ¡Cuán grande es mi júbilo! ¡Mi
hijo y mi nieto rivalizan en ser valientes!” (XIV, 514) No es casualidad que
cuando Odiseo va al Hades y se encuentra con el alma de Aquiles, éste le
pregunte por su hijo y por su padre: “dime si [mi hijo] fue a la guerra para
ser el primero en las batallas, o se quedó en casa. Cuéntame también si oíste
del eximio Péleo, y si conserva la dignidad real” (XI, 492). Y, finalmente, hay
una historia secundaria que se cuenta muchas veces: la de Agamenón. Al volver
de Troya, Agamenón es asesinado por el Egisto, el amante de su mujer
Clitemnestra, y vengado luego por su hijo Orestes. Ser leal al linaje es la
clave de la masculinidad y que puedan decir de uno: “De tal padre eres hijo”.
(IV, 206) (El tema de la lealtad es uno más de los temas importantes del
texto.)
La otra lectura,
cara a los literatos, es la de La Odisea
como alegato literario, donde Ulises aparece como un gran narrador. Los personajes
de La Odisea narran; cuando Telémaco
visita a Néstor, éste le cuenta de Troya: “Padecimos infortunios sin cuento.
¿Cuál de los mortales hombres podría referirlos?” (III, 114), pregunta,
haciéndole un guiño a Homero, el que parece poder contarlo todo. Odiseo en más
de una oportunidad ensalza a los aedos, a los poetas; le dice al aedo de los
feacios: “¡Demódoco! Más que a hombre alguno te reverencio, porque el don que
posees lo recibiste de la Musa, hija de Zeus, o te lo concedió Apolo.” (VIII,
487) Más tarde dice: “No creo que haya nada tan agradable como escuchar al
aedo” (IX, 5) Y solo el aedo y el heraldo sobreviven a la matanza de los
Pretendientes en Ítaca. Escuchar historias deleita el alma: como dice Eumeo,
“Estas noches son inmensas, hay en ellas tiempo para dormir y tiempo para
deleitarse oyendo relatos”. (XV, 392)
Pero Odiseo no
solo escucha; él es el gran narrador de La
Odisea. Primero, Odiseo le relata a los feacios todos sus dramas para
regresar a casa en los cantos IX a XII. Después, al llegar a Ítaca, Odiseo
cuenta historias falsas, para usar la sorpresa contra los Pretendientes,
inventando un pasado a Eumeo el porquerizo y a Penélope; luego hace lo mismo,
aunque por un tiempo menor, con Laertes, a pesar de no haber ya necesidad para hacerlo.
Ese tercer relato “mentiroso” no tiene objetivo, y nos hace dudar incluso del
supuesto relato “real” hecho a los feacios. Como hizo en Troya dentro del
caballo, Odiseo se esconde, se disfraza siempre. Y con esas fantasías él opera
sobre la realidad. De hecho, cuando uno piensa en Ulises, su gran arma es esa,
la mentira o, para decirlo de otra manera, la capacidad de engañar a los otros;
es experto en ardides. Apenas llega a Ítaca, se encuentra con Atenea (que viene
también disfrazada) y le empieza a relatar una fantasía sobre cómo llego allí;
y ella le contesta riendo: “Astuto y falaz habría de ser quien te aventajara en
cualquier clase de engaños, aunque fuese un dios el que te saliera al
encuentro. ¡Temerario, invencionero, incansable en el dolo!” (XIII, 291) Odiseo
es un gran narrador; como le dice Eumeo a Penélope, Odiseo parece un poeta:
“Como se contempla al aedo, que, instruido por los dioses, les canta a los
mortales deleitosos relatos, y ellos no se sacian al oírle cantar, así me tenía
transportado”. (XVII, 518)
Odiseo usa cosas
ciertas y falsas para crear relatos que parecen verdaderos – “De tal suerte
forjaba su relato cosas falsas que parecían verdaderas” (XIX, 203) – y al
hacerlo opera sobre la realidad (reconquista su lugar en Ítaca y conserva a su
esposa, no como Agamenón); y nos habla de la realidad, de lo que es ser un
hombre y de cómo eso se relaciona con ser hijo y con ser padre. Y quizás por
eso, por todo lo que significa esto, es que esta sea probablemente la lectura
más larga desde que tengo este blog: el camino del lector puede ser trabajoso,
sin duda, pero lo es mucho menos cuando se lo hace en compañía.
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