Yo no sé si los expertos están de acuerdo con esto, pero La vuelta de Martín Fierro me parece un libro separado y distinto del primero y, como suele pasar con las secuelas, me parece mucho peor que la primera parte, Elgaucho Martín Fierro.
La ida es mucho más sencilla. Hay básicamente un narrador, el propio
Martín Fierro, que canta sus pesares. Cuando Cruz se presenta, uno puede
imaginar que el propio Fierro nos relata lo que dijo Cruz. La excepción es al
final, cuando aparece un narrador anónimo. Podría pensarse que estamos todos en
una pulpería y hay un cantor o recitador que hace la voz de Fierro, la de Cruz
y la del narrador anónimo.
En la vuelta esto es todo más complejo: tenemos cinco narradores
(Fierro, sus dos hijos, el hijo de Cruz y el anónimo) que se van intercalando
en el uso de la palabra en una pulpería. Comienza Fierro en los cantos I al XI;
le siguen el hijo mayor (XII), el menor (XIII a XIX), el anónimo (XX), el hijo
de Cruz, Picardía (XXI-XXVIII), el anónimo (XXIX) y la payada entre Cruz y
Fierro (XXX). Hasta acá, podemos pensar que están todos en una pulpería, pero
después (XXXI) el narrador cuenta que Fierro y los tres muchachos se van y
acampan al lado de un arroyo; luego Fierro les da sus consejos (XXXII) y el
narrador cierra (XXIII). Estos últimos cantos pierden la verosimilitud del
marco de la pulpería (salvo que imaginemos a todo como una obra de teatro, pero
entonces tampoco se sostiene el marco de la pulpería).
El segundo gran problema es la verosimilitud del nuevo Fierro. Hasta el
canto X, Fierro relata algo que continúa la ida. Cuenta cómo fueron con Cruz a
las tolderías “Recordarán que con Cruz / para el desierto tiramos; / en la
pampa nos entramos, / cayendo por fin del viaje / a unos toldos de salvajes, /
los primeros que encontramos.” (199-204) Ahí quedan prisioneros de los indios,
que los mantienen separados por dos años, muy a su pesar (esto de Kohan es buenísimo): “No pude tener con Cruz / ninguna conversación; / no nos daban
ocasión, / nos trataban como agenos: / como dos años lo menos / duró esta
separación.” (397-402) Fierro relata un malón y la muerte de viruela de Cruz, a
quien llora como Aquiles a Patroclo: “Cual más, cual menos, los criollos /
saben lo que es la amargura; / en mi triste desventura / no encontraba otro
consuelo / que ir a tirarme en el suelo / al lao de su sepultura.” (955-960)
Finalmente, Fierro sale a la ayuda de una cautiva y termina matando a un indio
“no podía, por de contado, / escaparme de otra suerte / sino dando al indio
muerte / o quedando allí estirado.” (1185-1888) Ello lo obliga a volver: “Dende
ese punto era juerza / abandonar el desierto / pues me hubieran descubierto, /
y, aunque lo maté en pelea, / de fijo que me lancean / por vengar al indio
muerto.” (1371-1376).
En el canto XI vemos una transición; mientras se prepara para cantar su
hijo mayor, Fierro hace un raconto de su biografía: que estuvo diez años
padeciendo (tres en la frontera, dos como matrero y cinco con los indios) y que
se encontró con sus hijos. Este Fierro parece el mismo de la ida: Fierro nunca
trabajó, mató, robó y huyó, y regresó no porque entendió los beneficios de la
civilización sino porque mató una vez más y debió escapar. Este Fierro me
parece el verdadero, y el de los consejos del canto XXXII me parece otro, sin
que haya un arco narrativo, una progresión que me lo justifique; no entiendo
cómo ahora puede decir “El trabajar es la ley” (4649), “Respeten a los
ancianos” (4697), “obedezca el que obedece / y será bueno el que manda”
(4719-4720), “pero el hombre de razón / no roba jamás un cobre” (4729-4730) y
“El hombre no mate al hombre / ni pelée por fantasía” (4733-4734). ¿Quién es
este boy scout y dónde está Fierro?
Los capítulos anteriores, los que relatan sus hijos y el de Cruz, no varían demasiado en los tópicos. Cada uno relata su sufrimiento (quien más sufre mejor es, como si se tratara de un concurso nacional de la victimización); y siempre el Estado y la ley están en contra de ellos: el hijo mayor va a la cárcel por un crimen que no cometió; desaparece la herencia del menor; como dice Picardía “la ley se hace para todos, / mas sólo al pobre le rige. // La ley es tela de araña, / en mi inorancia lo esplico: / no la teme el hombre rico, / nunca la tema el que mande, / pues la ruempe el bicho grande / y sólo enrieda a los chicos.” (4233-4240) ¿Cómo se explica ahora la moralina de Fierro? El Martín Fierro debería terminar con la ida o, a lo sumo, al terminar el canto X de la vuelta. Si tengo energía, voy a leer comentaristas a ver si alguien está de acuerdo pero mientras voy a seguir leyendo el Rosas de Lynch porque todo tiene que ver con todo.
No nos leíste Santillan, no nos leíste...
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