lunes, 8 de marzo de 2021

Apuntes sobre ensayos sobre un libro que no leí

 

Borges es, sobre todo, un obsesivo. Para algunos, Borges es una obsesión. Yo, por ejemplo, leí Nueve ensayos dantescos sin haber leído La divina comedia, lo cual no parece muy conveniente. Pero leí Nueve ensayos dantescos porque hace casi un año y medio, frente a la derrota electoral y la falta de trabajo, me dije que tenía que ponerme proyectos. También me obligué a escribir tres mil caracteres por día por cien días: cumplí y de eso surgió una novela que busca editorial. Digo: si saben de alguna me avisan, ¿no?

En otros lugares Borges habla de otros libros y autores con elogios, pero creo que a ninguno ensalza tanto como a Dante y a La divina comedia: “los poetas proceden por hipérboles” pero no es el caso de Dante, dice, hiperbólicamente, el poeta argentino; “en su libro no hay palabra injustificada”, dice en el prólogo (p. 374). Y en el último ensayo del libro, La última sonrisa de Beatriz, lo define como “el mejor libro que la literatura ha alcanzado”. Nótese, el libro no es de Dante, sino de la literatura, porque como dice en Dante y los visionarios anglosajones (donde habla de precursores anglosajones de Dante): “Un gran libro como la Divina Comedia no es el aislado o azaroso capricho de un individuo; muchos hombres y muchas generaciones tendieron hacia él.” (p. 396) Ya lo sabemos: Borges sostiene siempre que no hay creación individual; Borges no es un romántico en términos literarios (no creen en la creación individual) pero sí es un romántico en el significado llano; Dante escribió el libro para encontrarse con su amada, dice: “Yo sospecho que Dante edificó el mejor libro que la literatura ha alcanzado para intercalar algunos encuentros con la irrecuperable Beatriz.” (p. 407)

El tercer comentario (después del lugar de Dante y la Comedia en el aprecio de Borges y en la literatura), es un poco más técnico y tiene que ver con las múltiples lecturas que tiene la literatura y cómo un autor puede o no sembrar esas múltiples miradas. Dice Borges en El falso problema de Ugolino: “Robert Louis Stevenson (Ethical Studies, 110) observa que los personajes de un libro son sartas de palabras; a eso, por blasfematorio que nos parezca, se reducen Aquiles y Peer Gynt, Robinson Crusoe y don Quijote. (...) En el tiempo real, en la historia, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas opta por una y elimina y pierde las otras; no así en el ambiguo tiempo del arte, que se parece al de la esperanza y al del olvido. Hamlet, en ese tiempo, es cuerdo y es loco. En la tiniebla de su Torre del Hambre, Ugolino devora y no devora los amados cadáveres”. (p. 385) Y ahí está la mano del autor: “El poeta es cada uno de los hombres de su mundo ficticio, es cada soplo y cada pormenor. Una de sus tareas, no la más fácil, es ocultar o disimular esa omnipresencia.” (p. 377)

Tres apuntes más.

Uno: solo Borges puede empezar un ensayo sobre Dante, el primer ensayo de un libro de ensayos sobre Dante, con un comentario sobre el idioma inglés.

Dos: Borges me hace sentir un lector vago, pobre.

Tres, una cita: “Enamorarse es crear una religión cuyo dios es falible.” (p. 404)


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