Leí con gusto Las grandes ligas, colección de cuentos
de Ignacio Valiente ganadora del premio del Fondo Nacional de las Artes 2022. Y
la disfruté más al sentarme a escribir sobre ella, porque son cuentos
engañosamente sencillos: detrás de una prosa directa, casi clínica, se esconden
temas y formas más complejas.
Temáticamente hay
de todo. Desde un encuentro de personas muy distintas (un candidato a
intendente y un pequeño niño) con problemas distintos en un mismo lugar (la
boca) hasta la soledad de una chica o la historia sexual de un hombre contada
desde la vejez hacia la niñez, hay de todo en Las grandes ligas. Lo que hay en común es esa prosa directa, el understatement, la falta de estridencia
del lenguaje. Doble click sobre el understatement.
en “Hacer un hombre” se manifiesta haciendo que el cuento termine donde podría
comenzar: se relata cómo dos hombres llevan a un joven a cumplir con su rito de
iniciación y termina cuando lo dejan allí, a punto de enfrentar peligros
desconocidos. En “Las amigas” lo no dicho parece ser el meollo: el periodista
que es el narrador entrevista a Rita y Nelly buscando información sobre “el
morocho”, que el lector imagina como Gardel, como para no olvidarnos de que la
tradición va más allá de la literatura, y sobrevuela la pregunta sobre si es o
no es, pero la pregunta parece ser menos sobre su nacionalidad que sobre su
orientación sexual. Sobre todo, lo que hay en común es una manera de vivir que
es preguntándose sobre este misterio que es la vida: ¿qué le pasa al otro, qué
nos pasa a nosotros, cómo vamos de un casillero al otro? Es difícil decir de un
libro que se trata sobre la vida misma sin parecer un idiota, así que para no
parecerlo diría que es sobre el preguntarse sobre la vida misma; lo cual lleva incluso
en alguna oportunidad a decirse de algún personaje que convertirá su
sufrimiento en literatura (“Tema libre”).
El segundo punto
que haría sobre este libro, siguiendo a partir de la palabra “literatura”, es
que se inscribe claramente en la tradición. Las
grandes ligas es un libro argentino no en el sentido de que ocurra en la
Argentina o de que sus personajes sean argentinos (volveré a esto) sino en el
sentido de que parece dialogar con la historia argentina y con la tradición
literaria argentina. Seguramente me pierda un montón de conexiones posibles
(¿”Desiertas cosas” se vincula con “La invención de Morel”?), pero esto lo veo
sobre todo en “El desierto de neón” y “Las invasiones”. “Las invasiones” es un
cuento un poco críptico, evidentemente argentino pero confundiendo tiempos y
sucesos, en el que durante el virreinato un líder anarquista escapa hacia la
otra orilla y cruza no tanto a otro país sino a otra época y termina con esta
afirmación tan borgeana: “Gaspar Benavidez va en coche al muere” (p. 161). El
cuento incluye también la borgeanísima expresión “la unánime noche” (p. 159) y
parece una alegoría de un país atrapado en su propio pasado, una mirada sobre
el país que también me remite al Mairal de El
año del desierto.
Mi favorito de la
colección también va en esta línea. “El desierto de neón” ocurre en Las Vegas,
donde un gaucho moreno salido de un cuento de Borges, o que podría ser primo de Cruz, se propone “reconquistar la Patagonia” perdida en la Campaña del
Desierto. Para ello busca reclutar como inversor a un jugador profesional, el
narrador, en un cuento que junta lo ridículo con lo histórico, haciéndome
recordar también al Soriano de Triste,
solitario y final: humor, historia argentina, mirada argentina sobre
Estados Unidos. El humor es otra constante; el cuento que le da el nombre a la
colección tiene a una banda metalera vegana y un protagonista que es adicto al
sexo con licencia psiquiátrica y tío de un adolescente que se llama Pibo.
Finalmente, rara
vez los cuentos son transparentes o directos. Hay casi siempre cierta opacidad:
las cosas casi nunca son como parecen, o no exactamente como uno las imagina. A
veces esa opacidad es clara, digamos: en “Desiertas cosas” un pequeño grupo de
humanos rescata objetos que trae el mar o de pueblos desiertos para arreglarlos
y venderlos, quizás en un mundo post-apocalíptico, pero no sabemos dónde ni
cuándo estamos. (El desierto es un concepto importante también en la tradición
argentina). En otros casos las cosas están corridas o modificadas o confundidas,
como lo que sería el Río de la Plata en “Las invasiones”, donde parece ser que
esta orilla está en el siglo XIX y la oriental en el XXI; o una Buenos Aires
transformada, con un aeropuerto Ezeiza Norte, una “autopista híbrida” y un “túnel
del oeste” en “El adulto responsable”.
En definitiva, una muy interesante colección de cuentos que resulta más interesante todavía cuando uno tiene que pensarla un poco: “Las grandes ligas” claramente juega en primera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario