Los diarios de estos días sobrevuelan el tema de la vivienda: gente sin techo, usurpadores, vándalos, una ONG que pone el tema en el debate, organizaciones acusadas de irregularidades en el uso de fondos públicos para construcción.
La cuestión de la vivienda en la Argentina es dramática por la cantidad de gente afectada pero, sobre todo, porque las políticas públicas implementadas no logran cambiar la realidad. El modelo de un Estado que construye y asigna no ha logrado hacer mella en el problema. No puede por capacidad operativa, por financiamiento y por eficiencia, más allá de las avenidas que abre para la corrupción. Y el mercado difícilmente pueda funcionar si no hay Estado de Derecho; si cualquiera usurpa un inmueble violando derechos de propiedad; si 40% de los empleados están en la informalidad; si se destruye la propiedad prácticamente sin costos; si tenemos inflación de 25%-30% sin mecanismos de ajuste porque mentimos; si el crédito al sector privado apenas llega a 15% del PBI frente a más de 100% en Chile.
¿Y si empezamos a construir en serio?
Como decía en “La fragilidad de las cosas” y en “Reconstruyendo”, cuesta mucho construir instituciones; y sin instituciones sólidas es imposible construir casas para todos. ¿Cómo no va a haber un problema de vivienda entre los pobres si le cuesta tanto a profesionales jóvenes empleados formales acceder a la suya a través del crédito? El vandalismo es un tema; la falta de derechos de propiedad sólidos es un tema; la corrupción en el uso de fondos públicos es un tema. Pero el fondo de la cuestión es que sin reglas de largo plazo cualquier aparente solución será un mero castillo de naipes.
Interesante punto de vista del Post de hoy.
ResponderEliminarGracias, Martín.
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