La editorial rechaza la
novela del escritor pero le hace una oferta: tres mil dólares si logra
encontrar a quien escribió la gran novela uruguaya bajo el seudónimo "Juan
Pérez". Así arranca Dejen
todo en mis manos, la novela del uruguayo Mario Levrero que más he releído
(¿tres veces, cuatro? sí, es cortita.)
El escritor le dice
al editor: "Vos dejá todo en mis manos" (p. 19) y se toma un
colectivo al interior de Uruguay, a la ficcional ciudad de Penurias (que queda
más o menos cerca de Miserias y Desgracias). Así comienza una investigación
que, a pesar de todos los errores del falso detective, no llega a mal puerto. Esos mismos errores,
pistas no seguidas, instintos no escuchados, le permiten tener una aventura que
lo saca de un difícil momento emocional.
Poco antes de dejar
Penurias, el narrador se encuentra con un viejo extranjero que está
fotografiando una tela de araña. El Sr. Jrrsh le dice: "Gente dice: araña
teje tela. Yo digo: tela teje araña. Gente cree teje vida, pero vida teje
gente. Todo conectado. Usted escribe cuento, pero cuento escribe usted".
(p. 113) Al rato, continúa: "'No desalentar por cosas que pasan; vida
continúa. Vida igual a mosquita curiosa, revolotea por todos lados y mete nariz
en todo. A veces mosquita cae en telaraña. Eso bueno. Naturaleza. Ley. No bueno
caer telaraña propia' - Se golpeó con el índice tres veces sobre el centro de
la frente". (p. 114)
La novela termina
con el investigador, que resuelve el enigma de casualidad, prometiendo a
alguien más que dejen todo en sus manos. Desembarazado de la telaraña propia,
el narrador queda liberado para volver a ponerse, como todos, en manos del
azar, porque "De pequeños detalles como éste dependen a menudo grandes
momentos de la vida". (p. 119)
Con ladrillos de lo
concreto de la vida cotidiana (hasta el detalle de caramelos pegoteados con
pelusa en el bolsillo de un saco), y de lo mágico y absurdo (se relata que
alguien muere aplastado por un elefante escapado del circo), Levrero construye
una literatura que es siempre reflexión sobre uno mismo, escritura de uno mismo
("cuento escribe usted") y que se lee con la misma facilidad y falta
de consciencia con la que se respira.
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