Leer
a los clásicos puede ser muy iluminador y también muy aburrido. Leí The Age of Innocence, de Edith Wharton,
y me pareció genial y me aburrió, pero no tanto como para no terminarla. Me
costó, por momentos tuve que hacer mucho esfuerzo, pero cumplí con
el deber de terminarla y valió la pena.
Se
trata, como muchos sabrán, de la historia de un amor que parece imposible. Detrás
de esa historia está el enjuiciamiento del sistema social que imposibilita ese
amor (y cualquier amor verdadero), el de la Nueva York de la segunda mitad del
siglo XIX. Un paso más atrás está la idea de que toda estructura social de
alguna u otra manera constriñe la libertad individual. Como le dice Newland a
Ellen en un pasaje lleno de ironía, "El individuo, en estos casos, es casi
siempre sacrificado frente a lo que se supone que es el interés colectivo"
(p. 93). Entre el deseo individual y el deber impuesto por la comunidad prima
el deber, parece decir Newland.
The Age of Innocence es
una novela de ideas y cuando escribo "novela de ideas" pienso en La montaña mágica, de Thomas Mann. Tanto
La montaña mágica (publicada en 1924)
como The age of innocence (1920) hablan
del brutal cambio de época producido con la Primer Guerra Mundial; el primero
centrado más en lo político y el segundo más en las relaciones personales.
Ambos son, también, bastante aburridos (creo que hoy no podría terminar La montaña mágica). Hay cosas, además,
que resultan viejas; tanto en lo que sucede (todos los personajes andan
poniéndose colorados) como en la forma, sobre todo cuando termina explicando
demasiado, contra esa gran máxima de la literatura americana que dice que hay
que mostrar y no contar. Así y todo, el libro no deja de ser genial: por las
pequeñas ironías internas, por el armado del libro, por algunas frases
concretas y porque, a pesar de todo, queda abierto para la discusión. Para la
discusión sobre el libro en sí (¿por qué no sube Newland en la escena final?,
¿cuánto sabía May? ¿era una manipuladora Ellen? y muchas más) y por lo que se
mantiene vigente: ¿cuán libre es el individuo, incluso en sociedades
supuestamente tan liberales como las del siglo XXI?
Al
final del día, hay una razón por la que los clásicos son clásicos, y por eso
leerlos es algo más que un deber, aún cuando a veces tengamos que obligarnos un
poco.
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