Dos
hermanos rotos, Homer and Langley,
uno ciego, el otro arruinado en la Primera Guerra Mundial, hijos de una
importante familia de Nueva York, se van encerrando en la gran casa familiar en
Quinta Avenida en esta sombría pero hermosa novela de E.L. Doctorow basada con licencias en hechos reales. (De Doctorow leí también The Book of Daniel.)
El
hermano ciego, pianista, nos cuenta todo y, a través de este relato, nos cuenta
medio siglo de Estados Unidos. Desde la mirada de este ciego y las opiniones
cáusticas del hermano, dos representantes tardíos del siglo XIX, pasa la Primera
Guerra Mundial que deja al hermano con problemas pulmonares víctima de un
ataque con gas; la Gran Depresión ("nos distinguíamos, nosotros los
hermanos quiero decir, por haber perdido una gran parte de nuestro dinero mucho
antes del crack del mercado" - p. 62); el jazz traído por el hijo de la
cocinera; la Segunda Guerra y el Holocausto (cuando se lo cuentan, dice Homer,
"Yo no tenía duda de que lo que estaba diciendo era verdad, pero al mismo
tiempo era tan impactante casi al punto de exigir que no fuera creído" -
p. 93); Corea, Vietnam, los hippies, la llegada a la Luna y el rock ("músicos
electrificados que se dan nombres existenciales y demandan grandes públicos de
gente apenas menor que quieren ellos mismos salir y bombear sus pelvis y gritar
y hacer vibrar su música ensordecedora a estadios repletos de idiotas" -
p. 154).
Los
hermanos comienzan su "abandono del mundo exterior" en parte porque
"Ambos habíamos fracasado en nuestras relaciones con mujeres" (p. 76)
Viven una vida cada vez más centrada en su casa, "como si nuestra casa no
fuera nuestra casa sino un camino en el que Langley y yo estuviéramos viajando
como peregrinos" (p. 112), pero viajando a ningún lado más que a la
muerte. Como señala Homer, el narrador, al volver del entierro de la vieja mucama
de la casa: "Sólo podía pensar en lo fácil que se muere la gente. Y
después estaba este sentimiento que a uno le agarra en un trayecto al
cementerio detrás de un cuerpo en un cajón - una impaciencia con los muertos,
el deseo de estar de vuelta en casa donde uno podía seguir con la ilusión de
que la condición permanente no es la muerte sino la vida diaria." (p. 67)
Abandonan
cada vez más el mundo exterior intentando esconder su locura detrás de una
filosofía: "Autosuficiencia, dijo Langley, citando al gran filósofo
norteamericano Ralph Waldo Emerson. No necesitamos ayuda de nadie. Seguiremos
nuestros propios consejos. Y nos defenderemos a nosotros mismos." (p. 127)
Pero al final, ese camino termina en la impotencia: "la decadencia de una
Casa, la Caída de una familia respetable, la vergüenza de toda esa historia por
el hecho de que llevó hasta nosotros." (p. 177) Y aunque son seres humanos
ciertamente particulares, llevan una carga que sin duda no es única: "Hay
momentos en los que no puedo soportar esta conciencia implacable. Sólo se conoce a sí misma. Las imágenes de las cosas
no son las cosas en sí mismas." (p. 207)
Más
allá del permanente tono sombrío, de la tristeza cada vez mayor, Doctorow
construye una voz notable. La prosa de Homer, un ciego escribiendo en una
Smith-Corona con teclado Braille en esa casa cada vez más oscura y más llena de
objetos que el hermano acumuló durante décadas, no pierde nunca la brillantez
del siglo XIX y la curiosidad de un niño más allá de los 60 o los 70 años. En
esa voz, en ese estilo sostenido, impotente y cálido y sombrío y brillante y
humano, está toda la novela.
Originales de las citas usadas
"we were distinguished, we two brothers I mean,
in having lost a good deal of our money well before the market crash". (p. 62)
"I had no doubt that what he was
saying was true, but it was at the same time so shocking as almost to demand
not to be believed." (p. 93)
"It's electrified musicians who give
themselves existential names and command huge audiences of slightly younger
people who want themselves to go out and pump their pelvis and scream and twang
their earsplitting music to stadiums full of idiots." (p. 154)
"this time marked the beginning of our abandonment of the outer world", in part because "Both of us had failed in our relations with women". (p. 76)
"as if our house were not our house but a road on
which Langley and I were traveling like pilgrims." (p. 112)
"I could only think of how easily people die. And then there was
that feeling one gets in a ride to a cemetery trailing a body in a coffin - an
impatience with the dead, a longing to be back home where one could get on with
the illusion that not death but daily life is the permanent condition." (p. 67)
"Self reliance, Langley said, quoting the great
American philosopher Ralph Waldo Emerson. We don't need help from anyone. We
will keep our own counsel. And defend ourselves." (p. 127)
"the decline of a House, the Fall of a reputable
family, the shame of all that history in that it had led to us". (p. 177)
"There are moments when I cannot bear this
unremitting consciousness. It knows only itself. The images of things are not
the things in themselves." 207
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