Hoy
se cumple otro aniversario del fin de la guerra de Malvinas. En Facebook, mi amigo
Sánchez subió este poema de Wilfred Owen que leí por primera vez en el colegio
hace un millón de años. Sánchez y Owen comparten las condiciones de ex
combatientes y de poetas. Amo ese poema, pero no me copó la traducción que
subió Sánchez, así que le regalo esta otra (y abajo el original).
Dulce
et Decorum Est
Wilfred
Owen (traducción de Fernando Santillan)
Doblados
como viejos pordioseros bajo bolsas de arpillera,
chuecos, tosiendo como brujas, puteamos en el barro
hasta
que vimos las bengalas tormentosas y nos dimos vuelta
y
empezamos a arrastrarnos hacia nuestro descanso distante.
Algunos
marchaban dormidos. Muchos sin sus botas seguían igual,
rengueando, manchados de sangre. Todos débiles, ciegos;
borrachos
de fatiga, sordos hasta para los silbidos
de
las bombas de gas que caían suavemente detrás.
¡Gas!
¡GAS! ¡Rápido, muchachos! Éxtasis de chapucería
poniendo
los torpes cascos justo a tiempo,
pero
alguien todavía gritaba y trastabillaba
y
se iba a pique como un hombre bajo fuego o cal.
Lo
vi ahogándose bajo un mar verdoso,
atenuado
detrás del visor borroso y la pesada luz verde.
Ante mi inútil mirada se zambulle en cada uno de mis sueños
acanalándose, asfixiándose, ahogándose.
Si
en algún sueño ardiente vos también pudieras caminar
detrás
del carro al que lo lanzamos,
y
ver sus ojos blancos retorciéndose en su cara,
su
cara ahorcada, como la de un diablo cansado del pecado;
si
pudieras escuchar con cada sacudida a su sangre
haciendo
gárgaras desde pulmones corrompidos por la espuma,
obsceno
como el cáncer, amargo como un vómito
de
bilis, llagas incurables en lenguas inocentes,—
entonces,
querido amigo, no dirías con ese placer elevado
a
niños ardiendo por alguna gloria desesperada
esa
vieja mentira: Dulce et decorum est
Pro patria mori.
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Dulce
et Decorum Est
Wilfred Owen
Bent double, like old beggars under sacks,
Knock-kneed, coughing like hags, we cursed through
sludge,
Till on the haunting flares we turned our backs,
And towards our distant rest began to trudge.
Men marched asleep. Many had lost their boots,
But limped on, blood-shod. All went lame; all blind;
Drunk with fatigue; deaf even to the hoots
Of gas-shells dropping softly behind.
Gas! GAS! Quick, boys!—An ecstasy of fumbling
Fitting the clumsy helmets just in time,
But someone still was yelling out and stumbling
And flound’ring like a man in fire or lime.—
Dim through the misty panes and thick green light,
As under a green sea, I saw him drowning.
In all my dreams before my helpless sight,
He plunges at me, guttering, choking, drowning.
If in some smothering dreams, you too could pace
Behind the wagon that we flung him in,
And watch the white eyes writhing in his face,
His hanging face, like a devil’s sick of sin;
If you could hear, at every jolt, the blood
Come gargling from the froth-corrupted lungs,
Obscene as cancer, bitter as the cud
Of vile, incurable sores on innocent tongues,—
My friend, you would not tell with such high zest
To children ardent for some desperate glory,
The old Lie: Dulce et decorum est
Pro patria mori.
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