Releí, después de
muchos años, Of Mice and Men, clásico de John Steinbeck que había leído en el
secundario. Es una novella hermosa, concisa, directa y que fluye como un río
ancho: parece manso pero en el centro del cauce hay corrientes fuertes.
George y Lennie
son trabajadores rurales migrantes que tienen el sueño de llegar a tener un
pedazo de tierra suyo. Pero como casi todos los planes de ratones y hombres (el
título de la novela surge de un poema de Robert Burns que dice básicamente esto), los sueños de estos muchachos terminan mal. No son los únicos: otros
personajes también tienen sueños destinados al fracaso o que ya se hundieron
(como el de la mujer de Curley de ser estrella de cine). Hasta Crooks, el negro
que perdió toda esperanza, tiene un momento de ilusión. Al escuchar el sueño de
Lennie primero dice: “Ví a cientos de hombres venir ‘e la calle a los campos,
con sus bultos a la espalda y esa misma mierda en sus cabezas. Cientos. (...)
cada uno ‘e ellos tiene ese cacho ‘e tierra en su cabeza. Y ni un puto ‘e ‘llos
lo logra. Como el cielo. Todos quieren un cacho ‘e tierra. Leí una pila de
libros acá. Nunca nadie llega al cielo, y nadie recibe ninguna tierra.” (p. 49)
Pero después el mismo Crooks quiere sumarse a ese mismo sueño, a ese proyecto, se ilusiona por unos minutos.
El libro va así a
un tema central de toda la literatura americana, que una y otra vez vuelve a
los sueños rotos, al fracaso del sueño americano. Un paso más allá, Steinbeck
nos dice que soñar es lo propio de lo humano. Una cosa que me llamó mucho la
atención es la permanente referencia al mundo animal. El libro comienza con la
descripción de un recoveco en el río Salinas; Steinbeck nos describe el río,
las montañas, los árboles y hace referencia a los animales que pasan por allí (conejos, lagartijas, ciervos, perros,
mapaches). Justo antes de que entren en escena George y Lennie nos muestra una garza.
El libro termina en ese mismo lugar, en el que el desenlace de la historia de
estos hombres es precedido por la imagen de una garza comiéndose a una anguila.
Los sueños de la anguila truncos como los de Lennie y George. El mismo Lennie,
un chico grandote con evidentes déficits intelectuales, es descripto como un
animal: como un “terrier” (p. 7), a sus manos como garras. (p. 3) La mujer de
Lennie, en la escena del granero, se “desploma como un pescado”. Sólo los
humanos sueñan, y sólo los humanos sufren la soledad, otro gran tema del libro.
Finalmente, el desenlace de Lennie es como el de la vieja perra de Candy, otro
de los trabajadores del rancho, y en un sentido, inevitable, como dice Slim al
final.
Amé volver a leer
este libro y su cadencia perfecta, su estilo directo, su ritmo, la ausencia
casi total de juicio y de pensamiento. Está todo afuera, en acciones, en
descripciones y en diálogos (salvo un “ominoso” en la p. 18 que yo hubiera
borrado). Un hermoso relato sobre un tema universal.
Original de la cita usada
“I seen hunderds
of men come by on the road an’ on the ranches, with their bindles on their back
an’ that same damn thing in their heads. Hunderds of them. They come, an’ they
quit an’ go on; an’ every damn one of ’em’s got a little piece of land in his
head. An’ never a God damn one of ’em ever gets it. Just like heaven. Ever’body
wants a little piece of lan’. I read plenty of books out here. Nobody never
gets to heaven, and nobody gets no land.
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