El 27 de septiembre
empecé, en el Retiro-Tigre, La música que
llevamos adentro, de Julia Moret. Lo sé porque tuitié que estaba en eso y
que leyendo los agradecimientos y el prólogo ya me había emocionado dos veces.
Emocionado de sentir lágrimas detrás de los ojos, de sentir que se me agarrotaba
la garganta. Al día siguiente tuitié: “Me estás matando @JuliMoret. Tu libro es
impresionante.” Finalmente, el 2 de octubre tuitié: “Tu libro es muy muy
hermoso, @JuliMoret. Es emocionante y divertido e importante. Es tuyo y
universal.”
El libro es un
relato, en primerísima persona, de una mujer que va descubriendo que su hijo
tiene síndrome de Asperger; y que va descubriendo qué es eso, qué significa eso
para ella como madre, esposa, mujer, hermana, hija. Es, como dice Santiago
Llach en el prólogo, “una historia fascinante de shock familiar y redención, un
thriller de las emociones íntimas, un testimonio de todo lo que somos capaces
de hacer los seres humanos.” (p. 19) Un libro que empieza con una madre con
miedo a qué le dirán en el colegio otras madres y maestras sobre su hijo, que se comporta
distinto a los demás: “Trato de no hacer
contacto visual con ninguna madre para no habilitar la charla. (...) Estoy al
límite de la autocompasión”. (p. 54) Y que termina con una mujer que quiere
ayudar a otras madres de chicos con Asperger y a todos los chicos con Asperger.
Una madre que empieza buscando en las librerías “un libro testimonial (…) que
sea desde el punto de vista de la madre. Quiero un libro que me cuente qué
siente una mujer, una madre como yo” (p. 173) y que termina escribiéndolo. Por
eso no está mal la etiqueta que le da Llach en el prólogo de “superheroína de
la empatía”. (p. 18)
Pero no es un libro
para madres de chicos con Asperger. Hay sin duda algo totalmente subjetivo:
nadie más es como Julia Moret. Pero hay algo mucho más general sobre qué
significa ser madre, qué es ser
mujer, esposa y todo lo demás. Moret se pregunta todo el tiempo cómo vivimos,
en esa realidad que nos toca; preguntas como: “¿Eso es ser padre? ¿Esperar a
que un hijo crezca?” (p. 31) “¿No hacen eso las familias?” (p. 97) “¿No hacen
eso las parejas?” (p. 106) “¿No es eso quererse?” (p. 230) Hay cosas muy
específicas de ser madre de un chico con Asperger, como la dificultad de la
vida social del chico (“mi hijo tiene un amigo y lo cuidamos como si fuera un
Quinquela heredado de mi abuela Nina.” - p. 71) Y otras que son comunes a
todos: “Paso el peine fino y quiero gritar de la cantidad de piojos que estoy
sacando. Me pregunto qué estará haciendo en este momento Scarlett Johansson.”
(p. 315) (Necesitamos un poema largo sobre la lucha de la madre contra los piojos. Ahí se juega una desigualdad de género olvidada.) Es ahí donde el libro deja de ser sólo de Moret y pasa a hablar de
algo universal, de cómo todos buscamos acomodarnos a esta cosa rara que es la
vida (y cómo muchos de nosotros lo hacemos en parte a través de andar leyendo a
otros y escribiendo para otros).
Como muestran las
últimas dos citas, Moret apela frecuentemente al humor. Estuve al borde del
llanto mil veces: con comentarios o preguntas del hijo; con detalles sobre
cosas que ven o preguntan los padres o hermanas de Moret sobre su hijo. Sobre
lo que ella misma puede preguntarse y permitirse decir y desear respecto de su
hijo. Me emocionó mucho todo el juego con el marido y me sentí identificado con
esa torpeza que tenemos a veces (siempre) para cuidar a las madres. Pero Moret vuelve
una y otra vez al humor y lucha contra la autovictimización. De nuevo, esto es
válido para la madre de un chico con Asperger y para todos. “Las madres y los
hijos son como las almendras del helado: no se eligen, te tocan y listo.” (p.
62) Ante eso no sirve ni victimizarse ni negar las dificultades propias sino
enfrentar esta cosa rara con el corazón abierto, con humor y con empatía hacia
los otros que van por este camino. Por eso, además de lo más concreto de ser
una madre de un chico con Asperger, por eso este es un libro importante.
Estoy de acuerdo contigo,me sentí comprendida y acompañada.Mi hijo tiene 13 años, le hago leer partes divertidas del libro y especialmente el cuento con dinosaurios de Julia a Luqui inventado en el momento. Ezequiel no paraba de reír.Tenemos un hermoso parque Jurásico sobre los muebles de su cuarto.Me encantaría sentarme a tomar café con Julia y hablar de nuestros tesoros. Hermosa tu publicación. Saludos de quien ha recorrido un largo y doloroso camino y lo sigue andando con una sonrisa y el corazón lleno de esperanza.
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