Leí Distancia de
rescate, de Samanta Schweblin, y me pasó algo parecido a lo que me pasó con sucolección de cuentos, El núcleo del disturbio. Con ese libro pensé no es el
tipo de literatura que más me interpela, no me vuelve loco, incluso diría que
no me gusta, pero está bien. Con Distancia de rescate la sensación fue más
clara respecto de lo que está bien. Nuevamente, no me vuelve loco, pero me parece un libro excelentemente
logrado, con un tono y un clima que llevan al lector a la angustia, y eso es
notable.
La novela se
construye enteramente con diálogos en los que se reconstruye algo que pasó y
algo que está ocurriendo entre dos madres (Amanda y Carla) y dos hijos (Nina y
David) en algún pueblo rural. Pasaron y están pasando cosas dramáticas, sabemos
desde el principio que hay peligro, que “tarde o temprano sucederá algo
terrible.” (p. 89) Y pensamos desde el primer momento que, aunque está
permanentemente en guardia para evitar ese peligro, Amanda no lo logrará: “Lo
llamo ‘distancia de rescate’. Así llamo a esa distancia variable que me separa
de mi hija y me paso la mitad del día calculándola, aunque siempre arriesgo más
de lo que debería.” (p. 22)
Lo que ocurre no
es del todo claro. La distancia y el tiempo se confunden y no es claro si el
peligro es natural, si es agua viciada, o sobrenatural. Y hay algo realmente
angustiante en esta sensación de impotencia, de una fatalidad inminente, a lo
que se le suma esa confusión. Los diálogos van y vienen, cambian los oradores y
las referencias temporales, todo está dicho en presente y todo es confuso a
pesar de un lenguaje muy preciso y económico. “Estoy confundida, confundo los
tiempos” (p. 77), dice Amanda, tratando de reconstruir lo que la llevó a un
destino que parece imposible de torcer, más allá de la posibilidad de rescate.
No hay comentarios:
Publicar un comentario